Las elecciones regionales y municipales representan una oportunidad para aquellos estados y municipios donde se logren candidaturas que emocionen y propuestas que convenzan. Sabemos las enormes dificultades que significan la dictadura y un árbitro electoral parcializado, más una campaña oficialista que utiliza todos los recursos del Estado para su campaña.
Pero es tan profunda la crisis y tan grandes las ganas de salir de la corrupción y la incapacidad, tantas las esperanzas de un airecito fresco frente a las penurias cotidianas, que estoy convencido que una vasta movilización en torno a un liderazgo y un equipo que encarne esos deseos logrará derrotar al régimen.
Sé de municipios que ya cuentan con precandidatos que reúnen esas dos condiciones: una personalidad atrayente que genera confianza con base a una excelente trayectoria de servicio público y con experiencia de trabajo en equipo, y una propuesta seria y creíble. Personas que generen confianza.
Otra condición, a mi juicio, para un buen desempeño es que tengan la alcaldía como una meta y no como un trampolín para aspirar a la gobernación. Son dos poderes y dos vocaciones distintas. Ser un buen alcalde y contribuir a transformar la ciudad es un fin en sí mismo, muy noble y muy complejo.
Las elecciones próximas, donde pareciera que la gente se anima a votar, representan una oportunidad. Si hay buenos candidatos y buenas propuestas, que unan a toda la gente que quiere un proceso de transformación y cambio, la mayoría asistirá a las urnas electorales de forma masiva para manifestar esos deseos y elegir a quien los encarnen.
Si un gobierno local se maneja de manera honesta, integrado con equipos de gente preparada, con claros objetivos enmarcados en sus competencias de desarrollo local, que genere confianza y que promueva acuerdos y consensos sobre la ciudad soñada y la ciudad posible, tengamos la seguridad que, a pesar de la crisis y de todos los factores negativos, será mejor que un gobierno corrupto e improvisado.
Las elecciones locales y regionales son una oportunidad, no fácil ni sencilla, sino difícil y compleja, pero posible si se ponen los intereses colectivos por sobre los intereses personales y partidistas.
Valera tiene hoy una oportunidad, como la tienen cada uno de los municipios del país. Como la tienen también los estados, aunque por su visibilidad es otro tema, pero la tienen. Vale la pena realizar un serio esfuerzo de concertación en torno a un liderazgo, un equipo y una propuesta clara.
Hay diversas posibilidades en torno al futuro próximo, una es continuar en medio de este infierno e incluso su recrudecimiento, otra en una mejoría fruto de la propia crisis o de las conversaciones que se den y algunos compromisos, otra es su superación e ir a un modelo de libertad, democracia y justicia.
En cualquier escenario que nos depare el devenir, un liderazgo claro y honesto en nuestras comunidades locales puede hacer grandes diferencias. Como recomendaba Marco Polo al Gran Khan en la novela de Ítalo Calvino “Las Ciudades Invisibles”:
“El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio”.