Una mejor mudanza Por Juan(cho) José Barreto González

 

Para encontrarse hay que viajar hacia dentro, llegar justo al lugar donde se colocaron las primeras piedras, el soporte para asentarse el mundo. Nadie puede hacer ese viaje por ti. No es un viaje al origen ni a la memoria, tampoco al pasado. Se trata de llegar al lugar justo para dialogar con tu espíritu, con solvencia de ti mismo, con tu autorización. Para ello, es necesario callar, guardar silencio. Buscar ese lugar para hacer justicia contigo desde ti mismo, desmontar muros. Lo de afuera aplasta. Lo de dentro, agobia. Hay demasiado peso sobre ti, necesitas estirar los músculos del espíritu, extenderte hacia tu propia levedad. No es sacar cuentas, mucho menos proyectar el futuro. Es volver al lugar del espíritu para hablarte desde él. Ninguna alabanza complace, ninguna acusación resuelve, ningún miedo provoca. Necesitamos llegar a ese lugar en solitario, en silencio. Para hablar con alguien necesitamos que ese alguien sea tu amigo parresiasta, es decir, capaz de decir verdades. La verdad para el espíritu no ofende. Para encontrarse hay que conversar mirándose a los ojos del alma, esas lagunas de la vida acumulada desde el espíritu. Para no ofender con la verdad, debemos acudir a las palabras del espíritu. Nada material es necesario ni suficiente, importa es la compañía espiritual, el ascenso o el regreso a ese lugar primordial.

Mudarnos al ser espiritual y desde allí recuperar la vida. Deben existir distintas rutas, inventarlas, recuperarlas. Debemos saber detenernos para no caer al abismo. Decirlo, anunciarlo es un reto con uno mismo. La palabra dicha desde La mudanza del encanto ha sido reto, propuesta, poesía. Alguna vez escribía que no era nuestro objetivo convencer sino dialogar. Una oración lograda fue aquella de arrime la silla. La conversa debe ser mirándose a los ojos para que el espíritu participe. Estar en el lugar de la conversa es mirarse espiritualmente, es quererse desde la verdad. Y este tipo de querencia no es la de la obligación doméstica porque, vuelvo a decirlo, nada material es necesario ni suficiente. Ese lugar es el lugar de la querencia, allí el amor no es una obligación, mucho menos un derecho o un deber. La mejor mudanza no es para dejar de decir, sino para decir queriendo, sin ajustes de cuentas, sin diferencias mediocres. Es responder a la pregunta de ¿Ustedes no son de por aquí? con un ¡Si mi señora, nosotros somos de esta casa! Volver a este lugar no es un crimen. Es una necesidad como el oxígeno o el agua. Por eso, el gran discurso de los árboles es nuestra respiración. Saludos.

 

inyoinyo@gmail.com

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