¿Una actitud positiva hacia la muerte hace la vida más feliz?

Por: Ernesto Rodríguez

 

El escritor humorista español Álvaro de Laiglesia (1922-1981) publicó un libro titulado: ‘Sólo se Mueren los Tontos’ (1954). Como chiste está muy bien, pero la realidad es que todos, más tarde o temprano, tenemos que afrontar la muerte. Entonces cabe la pregunta: ¿Podría ser importante aprender a tener una actitud positiva hacia la muerte para vivir más feliz?…El filósofo británico Simon Critchley (nac. 1960) tiene una prodigiosa erudición y en su interesante obra: ‘El Libro de los Filósofos Muertos’ (2008) dice. “Mi creencia es que la filosofía puede enseñar una disposición para morir, sin la cual es ilusoria cualquier concepción de satisfacción, y mucho menos una concepción de felicidad” (Introducción).

Entonces vamos a hacer un recuento de actitudes ante la muerte de diversos autores. El filósofo griego Tales de Mileto (aprox. 625-547 A. de C.) está considerado como el primer filósofo que se ocupó de la naturaleza y el autor griego Diógenes Laercio (aprox. 200-250) en su obra: ‘Vidas de Filósofos Eminentes’ cuenta que una vez dijo: “Entre la vida y la muerte no hay diferencia alguna’ y cuando alguien le ripostó: ‘Pues ¿Por qué no te mueres tú? Respondió: ‘Porque no hay diferencia” (Libro I, Tales). Recordemos al filósofo griego Platón (427-347 A. de C.) y su diálogo ‘Fedón’ en el cual el gran filósofo griego Sócrates (469-399 A. de C.) dialoga con Simmias y Sócrates dice: “los que filosofan en el recto sentido de la palabra, se ejercitan en morir, y son los hombres a quienes resulta menos temeroso el estar muertos” (Sección 67d). Sócrates siempre se preocupó solamente por comportarse correctamente y por eso también dice: “Yo siempre demostré con mis acciones y no solamente con palabras, que nunca me preocupé nada por la muerte […] Pero sí me preocupé con toda mi fuerza por no hacer nunca nada incorrecto” (Platón: ‘Apología’, 32d).  De manera similar el filósofo griego Epicuro (341-270 A. de C.) dice: “Acostúmbrate a pensar que la muerte nada es para nosotros, porque todo bien y todo mal reside en la sensación, y la muerte es privación de los sentidos (…) La muerte nada es para nosotros; porque cuando nosotros somos, la muerte no está presente y, cuando la muerte está presente, entonces ya no somos nosotros (…) practicar vivir bien y morir bien son una misma cosa” (Carta a Meneceo). Epicuro también dice: “Frente a las demás cosas es posible procurarse seguridad, pero frente a la muerte todos los hombres habitamos una ciudad sin murallas” (1). Posteriormente el filósofo y poeta romano Lucrecio (aprox. 94-55 A. de C.), que era seguidor de Epicuro, en su obra: ‘Sobre la Naturaleza de las Cosas’ dice: “Así, cuando ya no existamos más (…) nada tendrá el poder de agitar nuestros sentidos (…) Alguien que ya no es no puede sufrir, ni difiere de ninguna manera de alguien que nunca haya nacido” (Libro III). El filósofo estoico romano Marco Aurelio (121-180) dice: “Actúa, habla y piensa siempre como alguien que en cualquier momento puede irse de la vida” (Meditaciones, Libro II, 11). También dice: “Tu modo de vida alcanza la perfección, cuando pasas cada día como si fuera el último día” (Libro VII, 69). Igualmente podemos recordar al filósofo estoico frigio Epicteto (55-135) cuando dice: “Ten presente la muerte ante tus ojos cada día y nunca tendrás un pensamiento mezquino ni un deseo excesivo” (Enquiridión, 21). El filósofo estoico romano Séneca (aprox. 4 A. de C. – 65) planteaba muy acertadamente: “Exactamente dónde te está esperando la muerte es algo que no podemos saber; entonces espera la muerte en cualquier lugar” (Carta a Lucilio no. 26). Por eso en su famoso ensayo: ‘Sobre la Serenidad’ también dice: “Vivirá mal todo aquel que no sepa morir bien”.  De manera similar el filósofo y orador romano Cicerón (106-43 A. de C.) dice: “Toda la vida del filósofo es una preparación para la muerte” (Disputas Tusculanas, I, 30). Los antiguos filósofos chinos taoístas también tenían una concepción de indiferencia ante la muerte. Por ejemplo Chuang Tzu (369-286 A. de C) dice: “El hombre puro de antaño no sabía amar la vida ni odiar la muerte. No se regocijaba por su nacimiento ni resistía la muerte. Sin ninguna inquietud venía y sin ninguna inquietud se iba, eso era todo. No olvidaba su comienzo ni buscaba su final. Aceptaba su cuerpo con placer y olvidando la vida y la muerte retornaba a su estado natural” (2). Los monjes budistas ZEN japoneses frecuentemente escribían poemas cuando ya estaban muriendo. El monje Koraku (muerto en 1837) escribió: “El goce de las gotas de rocío/ En la hierba a medida que ellas/ Se convierten en vapor”. El monje Dokyo Etan (fallecido en 1721) escribió: “Aquí en la sombra de la muerte es difícil/ Pronunciar la última palabra/ Yo solamente diré entonces/ Sin decirlo/ Nada más/ Nada más”. El monje y pintor Morikawa Kyoriku (1656-1715) escribió de manera jocosa: “Hasta ahora yo pensaba/ Que la muerte caía/ Solamente sobre los que carecen de talento/ Si esos con talento también/ Deben morir/ Seguramente serán mejor fertilizante” (3).

El escritor francés Michel de Montaigne (1533-1592) en sus ‘Ensayos’ (1580-1588) incluye uno titulado: ‘Filosofar es Aprender a Morir’. En ese ensayo refiere que los antiguos egipcios, en medio de sus banquetes y alegría, mostraban un cadáver momificado a los invitados para advertirles. El historiador griego Heródoto (484-425 A. de C.) en su famosa obra ‘Historias’ señala que el hombre que mostraba el cadáver a los comensales decía: “Míralo mientras bebes, porque así serás cuando te mueras” (Libro II, 78). Montaigne en su mencionado ensayo dice: “Practicar la muerte es practicar libertad. Un hombre que ha aprendido cómo morir, ha aprendido a dejar de ser un esclavo. Conocer cómo morir nos libera de ataduras y restricciones”. Por otra parte, el Duque francés Francois de la Rochefoucauld (1613-1680), muy famoso por sus ‘Máximas’, cuyá última edición se publicó en 1678, discrepaba fuertemente de las anteriores concepciones. En efecto dice: “Ni el sol ni la muerte pueden ser mirados fijamente” (Máxima 26). También escribe: “Después de que hemos discutido la falsedad de muchas supuestas virtudes, es razonable decir algo sobre el desdén hacia la muerte (…) Hay una diferencia entre soportar la muerte con entereza y tratarla con desdén. Lo primero no es raro; pero yo no creo que lo último siempre sea sincero. No obstante, los escritores han hecho su mayor esfuerzo para convencernos de que la muerte no es ningún mal (…) Pero yo dudo que cualquier persona sensible lo haya creído (…) Cada hombre que sea capaz de ver la muerte como lo que realmente es, encuentra que es algo terrorífico” (Máxima 504). El pensador francés Blaise Pascal (1623-1662) en uno de sus ‘Pensamientos’, publicados de manera póstuma en 1884, dice: “Imagine un número de hombres encadenados, todos sentenciados a muerte, algunos de los cuales son matados cada día a la vista de los demás; esos que quedan ven su propia condición en esa de sus compañeros, y mirándose unos a otros con tristeza y desespero, esperan su turno. Esta es la imagen de la condición humana” (4). En contraste, el gran poeta estadounidense     Walt Whitman (1819-1892) dijo: “Y mostraré que nada de lo que suceda será más maravilloso que la muerte” (5).  Esta expresión tan impactante y sorprendente quizás la podamos interpretar de la siguiente manera. Este poeta en su conocida colección de poemas titulada: ‘Hojas de Hierba’ (1855-1892) refleja la íntima fusión existencial del humano con todos los procesos de la naturaleza. En consecuencia no sorprende que considere maravillosa la muerte….¡Si la vida es maravillosa entonces necesariamente tiene que ser maravillosa su contraparte la muerte!….En efecto, la vida y la muerte son el anverso y el reverso de un mismo proceso biológico de los seres vivos. Por eso el notable autor alemán Friedrich Engels (1820-1895) en su obra: ‘Dialéctica de la Naturaleza’ (1878-1882) asevera que: “Vivir es morir” (Sección titulada: ‘Biología’).

Finalmente, un hombre normal en cada eyaculación suministra en promedio unos 400 millones de espermatozoides, pero solamente uno de ellos fecundará un óvulo y producirá un bebé. Entonces podemos imaginarnos la probabilidad tan pequeña de la existencia de cada ser humano y los muchos casos de personas posibles que nunca nacieron. El zoólogo británico Richard Dawkins (nac. 1941) es uno de los más eminentes autores evolucionistas darwinistas en todo el planeta. En un video de su página web titulado ‘Vamos a Morir’ Dawkins refiere que desde hace tiempo ha escogido el siguiente discurso para su futuro funeral cuando fallezca. Veamos fragmentos: “Nosotros vamos a morir, y eso nos convierte en afortunados. Muchísimas personas nunca tendrán la oportunidad de morir porque nunca habrán nacido. Las personas que podían haberse encontrado aquí en mi lugar y que nunca verán la luz del día son más numerosas que los granos de arena de Arabia (…) Nosotros los pocos privilegiados que ganamos la lotería de la vida en contra de todas las probabilidades ¿Cómo nos atrevemos a lloriquear por nuestro inevitable regreso a ese estado anterior del cual la inmensa mayoría nunca ha despertado?”…¡Lo que dice Dawkins es digno de aplausos!!!. NOTAS: (1) Pag. 37 en ‘The Epicurus Reader’. Translated and Edited by Brad Inwood and L.P. Gerson (1994) (2) Pag. 192 en Wing-Tsit Chan (1963). ‘A Source Book in Chinese Philosophy’. (3) Pags. 231, 94 y 79-80 en ‘Japanese Death Poems. Written by Zen Monks and Haiku Poets on the Verge of Death’. Compiled by Yoel Hoffmann (1986). (4) Pag. 137 en ‘Pascal Pensées’. Translated by A.J. Krailsheimer. Penguin Books (1966). (5) Subcanto 12 de su poema: ‘Al partir de Paumanok’ (1860-1881)

ernestorodri49@gmail.com

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