París, 5 oct (EFE).- Durante veinte minutos, Chanel viajó al pasado para revivir los desfiles de los noventa en París, cuando las modelos eran adoradas desde una pasarela elevada a cuyos pies se agolpaban los fotógrafos. Un espectáculo a juego con la colección, llena de lentejuelas, bañadores, bikinis y minifaldas de colores.
Chanel ha tenido que cambiar su escenario habitual por las obras de restauración del Grand Palais, el famoso edificio de techo acristalado que abre la avenida de los Campos Elíseos, y mientras tanto ha instalado sus desfiles en un palacio efímero junto a la Torre Eiffel.
Allí, con mucho secretismo, recreó un espacio oscuro en torno a una pasarela dorada rodeada de un amplio número de invitados y decenas de fotógrafos.
Buena manera de culminar esta Semana de la Moda, que llega a su fin este martes tras nueve días de desfiles y presentaciones de las colecciones primavera-verano 2022, en la que ha quedado claro que para la industria el covid es historia. Al menos de momento.
Sobre la pasarela, se vieron las ganas de retomar la normalidad, el dinamismo, los días de colores y de sonrisas -que no quedan escondidas tras las mascarillas-, que se traspusieron en minifaldas con aperturas hasta la cadera y vestidos estampados y vaporosos.
Abrió la colección un bañador blanco escotado sobre una camiseta de punto negra y cargado de largas cadenas como collares, combinado con las bailarinas bicolores de la casa, también en blanco y negro.
No fue el único diseño que parecía preparado para las tardes de cóctel en torno a la piscina: los tops de los bikinis se repitieron combinados con pantalones cortos tipo «culotte», con faldas largas abotonadas o minivestidos translúcidos.
El punto se convirtió en el rey de la colección, en minivestidos estampados con el logo de la firma, chaquetas rectas en un «tweed» muy fluido, vestiditos y pantalones cortos de lentejuela y amplias americanas a modo de vestido.
También sirvió para tejer varios estilismos veraniegos, como un jersey ancho combinado con una minifalda totalmente tejida con dibujos de ochos en los extremos en tonos rosa palo.
BLANCO Y NEGRO
Reinaron el violeta y el rosa chicle, dos de los colores de la próxima temporada, según dicta la pasarela parisina, así como el binomio estrella de la marca: el blanco y el negro.
Ellos sirvieron para decorar las prendas más minimalistas, que marcan la silueta con la ayuda de las líneas negras y añaden un punto gráfico, pero también para colorear varios «total looks» en negro, como monos de pantalón largo y sin manga en piel y vestidos en vinilo con cortes asimétricos en torno a la cintura.
Al final de la pasarela, decorada con una fotografía en blanco y negro y un cartel de Chanel en letras doradas, el dúo holandés Inez & Vinoodh, que ha tomado el testigo de las imágenes oficiales de la «maison» tras la muerte en 2019 del diseñador Karl Lagerfeld, fotografiaba cada estilismo en un podio reservado para ellos.
La sucesora de Lagerfeld al frente de la marca, Virginie Viard, quien fuera su mano derecha durante casi tres décadas, ha aportado un tono más fresco a la casa aunque un tanto menos espectacular, sobre todo por sus montajes.
Lagerfeld había dedicado los últimos quince años a recrear escenarios fantásticos, como una Torre Eiffel a escala en el interior del Grand Palais, una nave especial, una playa o una estación de esquí.
Finalmente, la elección de Viard este martes pareció una forma de pulsar el botón de reinicio, volviendo a los desfiles de finales de los años 80 y 90, cuando las modelos se permitían el lujo de sonreír e interactuar con los invitados. Una muestra de alegría y naturalidad bastante escasa en esta industria.
María D. Valderrama
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