Carmen Rodríguez
Madrid, 7 may (EFE).- Los planetarios, lugares llenos de ciencia y «una experiencia emocional», celebran su centenario. Desde que el primero abriera sus puertas en el Museo Deutsches de Múnich (Alemania) hasta hoy existen más de 4.000 en todo el mundo.
El propósito de los primeros era mostrar las órbitas de los planetas en una recreación de un cielo estrellado, ahora con los avances tecnológicos son lugares donde experimentar el universo.
La Sociedad Internacional de Planetarios celebra este miércoles un acto transmitido por internet para marcar el centenario, con la participación en vivo de instalaciones de todos los continentes.
El primer planetario de proyección abrió sus puertas el 7 de mayo de 1925 en el Museo Deustches, era el inicio de una historia de éxito en la comunicación científica que continúa hasta nuestros días, señala la web Centenial of the Planetarium, creada para la celebración.
La historia había comenzado en 1923, cuando la compañía alemana Carl Zeiss Jena construyó el primer planetario basado en la proyección de luz óptico-mecánica e hizo la primera demostración de un cielo estrellado artificial en el museo alemán, aunque no abierta al público.
Tras unas semanas de funcionamiento en pruebas, volvió a la fábrica para ser terminado y, tras dos años volvería, ya de forma oficial a ese museo dedicado a la ciencia y la tecnología.
Cien años de cambios
Desde Alemania fueron extendiéndose poco a poco y hoy hay más de 4.000 por todo el mundo para mostrar al público el universo, dónde vivimos, pero las estrellas y el cielo nocturno ya no son los únicos temas. «Los planetarios son teatros de la ciencia, templos de la cultura y lugares de entretenimiento, todo en uno», según Centenial of the Planetarium.
En España, los primeros planetarios, que eran relativamente pequeños, se instalaron en las escuelas de náutica para la enseñanza de quienes se preparaban para ser marinos, dijo a EFE el educador de la Ciencia Moncho Nuñez.
Desde ahí y entre los más antiguos, el Municipal de Barcelona (1972), aunque hubo que esperar a la década de los 80 para que llegarán los abiertos al público con fines de enseñanza y educación, desde el de la Casa de las Ciencias de La Coruña (norte) en 1985 o el de Madrid en 1986.
En Iberoamérica, el primer planetario se inauguró en Montevideo, en 1955, y a ciudades como Buenos Aires llegó en 1967 y a Bogotá en 1969.
Cien años después, hay planetarios digitales, con 3D o interactivos digitales, que pueden transmitir imágenes que llegan en directo desde sondas en otros mundos, señaló a EFE el astrofísico y comunicador de la Ciencia Javier Armentia.
«El cambio ha sido brutal, desde una máquina que parecía una especie de insecto a una sala multimedia donde se puede hacer cualquier cosa», dijo.
Lugares que encierran una dualidad. «La sensación de que eso es el propio universo que se está moviendo y te está contando una historia», esa relación «tan curiosa del ser humano con el cielo», y a la vez son «una herramienta estupenda para hablar de ciencia» con las tecnologías más modernas.
A solas con el universo
Más allá de esa innegable labor educativa y de divulgación, Núñez, quien entre otros cargos fue director de la Casa de la Ciencia de La Coruña, los define como una «experiencia emocional».
El divulgador habla de la sensación de «encontrarte a solas con el universo», que «te hace pensar en quién eres y qué pintas aquí», porque «ese cielo lo hemos perdido en las ciudades por completo».
O la sensación que evocó el filósofo Umberto Eco en un artículo escrito en 1993 para el semanario italiano L’Espresso tras contemplar, en el planetario de la Casa de las Ciencias, cómo fue el cielo la primera noche de su vida: la del 5 al 6 de enero de 1932 en Alessadria, recordó Núñez.
«Durante aquellos quince minutos -escribió Eco- tuve la impresión de ser el único hombre sobre la faz de la tierra (desde el principio de los tiempos) que se estuviese reuniendo con sus propios principios. Es una emoción difícil de describir: se tiene la sensación (casi el deseo) de que se podría, se debería, morir en aquel instante; en todo caso, otros instantes serán mucho más casuales e inoportunos».