¿Un nuevo panorama político en Venezuela?

Los EEUU y la oposición requieren una Unión Europea más ganada a sancionar financieramente al gobierno de Maduro y el gobierno de Maduro necesita una Unión Europea que muestre una posición más equilibrada y pragmática sobre Venezuela

 

Por: Damian Alifa

 

En el primer trimestre del 2019 la oposición tomó la iniciativa política en el marco de una estrategia relámpago apoyada por los Estados Unidos para derrocar al gobierno de Nicolás Maduro. El plan apuntaba a una fractura en la casta militar que derivara en un golpe de Estado. Para ello, se pretendía articular la movilización interna, la presión diplomática y las sanciones financieras y personales contra la cúpula gobernante.

En consecuencia, el plan contemplaba tres momentos sumamente álgidos: 1) La proclamación cómo «presidente interino» de Juan Guaidó. 2) El ingreso de la Ayuda Humanitaria desde Colombia. 3) Y el intento de golpe de Estado. Estos elementos componían la primera parte de la famosa triada: «cese de la usurpación», «gobierno de transición» y «elecciones libres». No obstante, ya aproximándonos al último trimestre de este año, todos tenemos claros los resultados, las fuerzas armadas mantuvieron su apoyo al gobierno de Maduro. ¿Qué viene entonces?

Oposición y gobierno mueven sus piezas

Después del 30 de abril la ofensiva de la oposición se reduce por completo. El país entra en una fase de estancamiento de las fuerzas políticas en pugna. Mostrando el chavismo un paulatino esfuerzo por recuperar la iniciativa y la oposición una tendencia a debilitarse y fracturarse. El gobierno ha desplegando dos líneas fundamentales en función de su resistencia: por un lado, los llamados a la negociación en el ámbito internacional, que comenzaron perfilándose desde la Conferencia de Montevideo y terminaron concretándose en el llamado «mecanismo de Noruega». Por otro lado, la judicialización selectiva de líderes opositores como estrategia de ablandamiento y debilitamiento.

 

Nueva estrategia

Ahora bien, el fracaso del 30-A sorprendió a los EEUU y muchos analistas no han reparado lo suficiente en este aspecto. Las primeras declaraciones las otorga Elliot Abrams en el transcurso de ese fatídico día, diciendo que «la situación es confusa», mientras que John Bolton habla abiertamente de «negociaciones con altos funcionarios de régimen». Ya consumado el fracaso, Abrams admite que «hubo un error de cálculos» y presenta varias hipótesis sobre lo ocurrido. Desde entonces, Los EEUU comienzan a rediseñar su estrategia sobre Venezuela en base a un escenario realmente imprevisto (no había «planes b, c, d para Venezuela» como lo había indicado Trump). Dado el paso del reconocimiento internacional de la «Presidencia Interina», los Estados Unidos consideran que cualquier solución política en Venezuela pasa por la salida de Maduro como prerrequisito («cese de la usurpación»).

Cualquier otra solución política que suponga el reconocimiento de Maduro y su institucionalidad, representa un paso hacia atrás que la Administración Trump no estaría dispuesta a dar por los momentos. Por ello, la base de la estrategia de los EEUU hacia Venezuela no ha cambiado, sigue apostando a una «fractura en el bloque dominante», pero ya no como un efecto relámpago, sino que ha desplazado la expectativa de los resultados para el mediano plazo. EEUU ha agregado importantes sanciones en los últimos meses, que agudizan la política de cerco y asfixia financiera sobre el gobierno de Maduro, esperando obtener efectos posteriores.

Para la oposición oficial resulta un tanto incómodo este desplazamiento temporal de la estrategia sobre Venezuela. Mientras que los Estados Unidos pueden esperar seis meses, uno o dos años, a que la asfixia financiera quiebre la estructura de mando/obediencia que sostiene al gobierno de Maduro, para la oposición es mucho más difícil. Por un lado, esto implica gestionar las fracturas internas y las disputas por el liderazgo cada día más difíciles de conciliar. Por otro lado, supone resistir más tiempo los golpes judiciales que viene dando el gobierno contra los dirigentes más importantes del G4. En este contexto, la oposición accedió a participar en la mesa de negociación de Noruega.

 

Expectativas frustradas

La mesa de negociación comienza entonces en los siguientes términos: un chavismo que viene de haber resistido la ofensiva opositora y que no está dispuesto a repetir las elecciones presidenciales. Por otro lado, se sienta una oposición que se había negado a negociar en su momento de mayor ebullición y ahora, en una situación de reflujo, se ve obligada a recular para buscar unas elecciones presidenciales (ofreciendo las mayores garantías al chavismo en caso de ser derrotado). La esperanza de la oposición era que el chavismo aceptara unas elecciones presidenciales con nuevo CNE, para luego negociar esta oferta con los EEUU. Sin embargo, el chavismo solo estaba dispuesto a ir a elecciones parlamentarias y los EEUU no estaban dispuestos a retroceder en su reconocimiento de la «Presidencia Interina». Por ello, cuando Noruega y la Unión Europea colocan sobre la mesa la posibilidad de unas Elecciones Presidenciales ambos bandos ponen prerrequisitos inaceptables por el otro. El chavismo propone el levantamiento de las sanciones y la oposición la renuncia de Maduro.

Ante el estancamiento de este proceso, ambos polos intentan implosionar la negociación, buscando que la Unión Europea se incline a su favor en el momento de la ruptura. Los EEUU y la oposición requieren una Unión Europea más ganada a sancionar financieramente al gobierno de Maduro y el gobierno de Maduro necesita una Unión Europea que muestre una posición más equilibrada y pragmática sobre Venezuela. En este sentido, el gobierno continúa una política de judicialización de los líderes opositores y los EEUU decretan una nueva ronda de sanciones. Esto último genera el levantamiento de la mesa del chavismo y a las pocas semanas Stalin González, en calidad de jefe de la delegación opositora, declara finalizada la negociación.

 

Moviendo las piezas

El chavismo ha estado esperando las condiciones idóneas para avanzar en su ofensiva final contra la oposición, que tiene como meta retomar la Asamblea Nacional por la vía de unas elecciones en la que no participe el sector mayoritario de la oposición y apresar o exiliar a los miembros del «interinato». Nuevamente los astros se le alinean al chavismo en el corto plazo: 1) la fractura de la oposición es casi insalvable 2) aparecen fotos de Guaidó con los paramilitares 3) es posible que en el mes de octubre Citgo sea embargada en manos del «interinato» 4) sale Bolton quien representaba la línea dura de la Administración Trump sobre el tema Venezuela 5) la agenda de prioridades geopolíticas de los EEUU pasa a tener como focos principales la crisis del Medio Oriente (Arabia Saudita, Yemen e Irán), la guerra comercial con China, el conflicto en la Península de Corea y las tensiones con Europa. Aunado a esto, se aproximan las elecciones presidenciales en EEUU y cualquier acción militar tomada en represalia frente a una acción del gobierno de Maduro podría ser interpretada negativamente por el votante norteamericano y representar un pasivo político que el candidato Trump no estaría dispuesto a tomar. Además, el chavismo espera la inclinación de Argentina hacia la izquierda, lo que podría darle un mejor ambiente regional.

A los miembros del «interinato» y del llamado G4 le corresponde ahora resistir internamente la ofensiva del chavismo. Sin embargo, presenta graves dificultades, la movilización interna no agarra cuerpo, las divisiones son marcadas y la caída de la popularidad de Guaidó se acentúa. La carrera de velocidad se convirtió en una carrera de resistencia, pero parece tener la oposición (al menos su dirigencia actual) menos condiciones que el gobierno para resistir en el mediano plazo. En este sentido, la oposición intenta mantener algún grado de presión y hostigamiento al gobierno, a partir de las tensiones fronterizas desatadas con Colombia y la activación del Tiar, pero esto no parece tener mayor alcance, ni ser capaz de frenar los avances del chavismo en este momento. Más recién una nueva ronda de conversaciones del gobierno con grupos minoritarios de la oposición. Si los EEUU quieren respaldar al «interinato» tienen que darle mayor peso a la situación fronteriza, de lo contrario, la situación de Venezuela recaería sobre el Grupo de Lima y funcionarios diplomáticos de menor rango de los EEUU.

 

La jugada

En síntesis, podemos decir que el chavismo sigue siendo eficaz en el ejercicio del poder aún en medio de un derrumbe general del país. Por ahora, está intentando hacer un ajuste económico (flexibilización del control cambiario, restricciones monetarias, apertura a la inversión de aliados internacionales, semiprivatizaciones, congelamiento del salario mínimo, control de gastos de la administración pública, ajuste de las tasas de interés) pero sin posibilidades de éxito en medio de sanciones financieras, imposibilidad de acceder a créditos, una producción petrolera de apenas 712.000 b/d, un colapso general de los servicios básicos en el país e hiperinflación. Resulta más rápido el deterioro que los correctivos que pueda tomar. A largo plazo, la resistencia del chavismo en el poder, sin ningún tipo de negociación, luce totalmente ruinosa para el país. Sin embargo, hoy la cúpula chavista no tiene ningún contrapeso interno que sea capaz de desafiarlo y no existe una alternativa que garantice gobernabilidad al remplazarlo. Si el chavismo completa su ofensiva y decapita al actual liderazgo opositor, quedará sin ningún adversario de peso organizado dentro del país. Si el colapso general del país hallara a un chavismo sin alternativa política, este propondría una transición interna con figuras más «amables», rostros «renovados» y con actitudes más pragmáticas frente al tema económico.

 



En tres y dos

Si alguna fuerza pretende desplazar el chavismo en ese momento, debe replantearse su estrategia y pensar muy seriamente su decisión frente a la cita de las elecciones parlamentarias en el corto plazo. Pero esto debe hacerse dentro y fuera del G4, si las organizaciones más importantes de la oposición no se deciden a cambiar de rumbo, el conjunto de la resistencia al gobierno pronto colapsará o quedará dependiendo del oxígeno que pueda darle Estados Unidos en futuras contiendas.

 

 

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