Un nuevo modelo: El Trabajo  | Por: Elías Sayegh Franco

A lo largo de la historia se ha podido evidenciar que el avance de la humanidad se ha producido gracias al trabajo, tanto físico como intelectual. El trabajo es el motor que impulsa a la humanidad. Desde los tiempos clásicos las personas han vivido gracias al trabajo que han realizado, bien sea porque se les pague por hacerlo o porque ese trabajo produce bienes o servicios que se pueden vender.
En teoría si una persona trabaja una jornada decente de trabajo, es decir, ocho horas diarias, debería percibir un salario suficiente para vivir dignamente junto a su familia. El problema se da cuando una persona agota todo su día trabajando y lo que percibe por ello no le alcanza para vivir en condiciones mínimas de dignidad.
El sistema político y económico debe garantizar las condiciones para que los ciudadanos puedan emprender iniciativas, de manera independiente, que sin menoscabar los derechos de otros, puedan ser sustentables y aporten algo a la sociedad. Un país es fuerte en la medida en que su sociedad crece, se hace independiente, económicamente autónoma y fuerte.
Además, el trabajo constituye un elemento fundamental en la autorrealización del ser humano. Los individuos deben prestar sus servicios en aquellas actividades para las cuales sean más aptos y que más disfruten. Una persona que trabaja en algo que no le gusta es una persona condenada que nunca llegará a alcanzar la verdadera felicidad, ni su potencial.
El Estado lo que debe es garantizar que exista una igualdad en cuanto a las oportunidades que tengan individuos de distintas clases sociales. Desde su infancia cada ser humano tiene derecho a recibir una educación de calidad, y eso lo debe garantizar el Estado. Los alumnos formados en escuelas públicas deben poder competir con los que se formaron en escuelas privadas, para que todos puedan desarrollar su potencial al cien por ciento. Si esto se logra, aquellos alumnos que fueron los mejores, independientemente de dónde provengan podrán llegar a niveles de estudios superiores a través de becas y luego podrán obtener los mejores trabajos.
Se debe lograr que en la sociedad se valore al individuo por sus capacidades, por sus méritos, por lo que es; y no por lo que tiene o de dónde proviene. Hay que recordar que en el principio, todos vinimos de lo mismo; y seguramente hasta en las familias de más renombre de nuestra sociedad hubo uno que llegó al país sin nada o nació aquí sin nada, pero que decidió salir de la pobreza y lo hizo a base de trabajo y esfuerzo.
Durante muchos años en Venezuela se ha vendido una idea en la cual el ciudadano depende del Estado, quien reparte la «riqueza» nacional. La meritocracia fue sustituida por la lealtad, y donde debían estar los mejores terminaron los peores. El postulado de que «Todo es de todos», terminó siendo que nada es de nadie. Según esto el ciudadano es parte de un colectivo que debe conformarse con las dádivas que percibe luego de grandes colas. De esta forma quebraron las empresas estatales, colapsaron las corporaciones de servicios públicos, destruyeron las instituciones y mal formaron a la ciudadanía. El colapso total del país nos muestra que este esquema fracasó y debe ser reemplazado.
Hay que recalcar que todo lo que en realidad vale la pena en la vida cuesta mucho. Los verdaderos méritos se consiguen a base de constancia y trabajo, no hay otra manera. Los atajos, los caminos fáciles, aunque a veces pareciera que conducen a un aparente rápido bienestar, en realidad terminan acabando con la dignidad de la persona humana, y con esto destruye cualquier virtud que se haya podido tener. ¡Todos a trabajar!


Elías Sayegh Franco
Alcalde de El Hatillo
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