Barcelona, 9 ago (EFE).- Un «muro humano» que lo amparaba, un sombrero de paja para camuflarse y un coche a punto con una silla de ruedas como disimulo: así logró el expresidente catalán Carles Puigdemont burlar a los mossos (policías autonómicos) que intentaron detenerlo, quienes a la postre tropezaron con un semáforo en rojo que frenó la persecución.
Puigdemont, huido de España en 2017 tras declarar la independencia de Cataluña de forma unilateral, encabezó el jueves un acto separatista en Barcelona y se fugó de nuevo -a pleno día- para esquivar la orden de detención que pesa en su contra por malversación de fondos públicos, un delito que no está amparado por la reciente ley de Amnistía aprobada en España, que ha beneficiado a otros dirigentes independentistas.
El jueves, Puigdemont había anunciado que, tras el mitin, se encaminaría al Parlamento regional para asistir al pleno de investidura del socialista Salvador Illa, nuevo presidente de Cataluña y el primero no soberanista en cerca de 15 años.
Pero unas maniobras de distracción planificadas al detalle facilitaron la huida de Puigdemont, que debería haber sido detenido por la policía catalana, los Mossos d’Esquadra, y que continúa en paradero desconocido.
Su rocambolesca huida ha desatada una tormenta política en España y ha puesto en entredicho a la policía de Cataluña, que este viernes ha dado explicaciones sobre la fuga.
«Desinformación» y un «muro humano»
Los Mossos d’Esquadra no disponían de «operación operativa y de inteligencia» sobre el paradero de Puigdemont, ni tenían pistas sobre su ingreso a territorio español, ha reconocido el comisario jefe del cuerpo, Eduard Sallent, que no ha podido confirmar si el expresidente llevaba en Cataluña desde el martes, como apuntan desde su entorno.
Además, ha dicho, los agentes de paisano desplegados en la zona donde se había organizado el mitin de Puigdemont lo vieron en el mismo instante que los ciudadanos que seguían el acto por televisión: «Lo visualizamos acompañado de una masa y autoridades políticas, lo que no hace oportuno ni idóneo la intervención en ese momento».
Rodeado por sus seguidores, Puigdemont subió al escenario y, visiblemente nervioso, se dirigió a los suyos en un breve discurso de poco más de cuatro minutos.
Cuando terminó, despidiéndose con un equívoco «no sé cuándo volveremos a vernos», abandonó rápidamente la tarima y se adentró en la comitiva de altos cargos de su entorno -entre ellos Jordi Turull, presidente del Parlamento regional y segunda autoridad de Cataluña-, que habían renunciado a sus escoltas esa misma mañana.
Los agentes de paisanos desplegados en la zona intentaron acercarse a Puigdemont en ese momento, pero «una masa de personas configuró un muro» que les cerró el paso, ha detallado Sallent.
Sombrero y un coche con silla de ruedas
Oculto entre la masa que lo arropaba, Puigdemont aprovechó entonces para deslizarse hacia una carpa próxima montada con motivo del acto, donde tanto él como Turull se colocaron sendos sombreros de paja, idénticos al que usaban los miembros de la organización del acto.
Desde allí, se movieron con rapidez hasta un turismo de color blanco -propiedad de un mosso d’esquadra- que llevaba una silla de ruedas sobre el asiento del copiloto, visible desde fuera, con lo que podía pasar por un coche de discapacitado con permiso para estacionar en una zona privilegiada.
Una huida «no rectilínea» y un semáforo en rojo
El coche que llevaba a Puigdemont, un Honda de color blanco, emprendió la huida a toda velocidad, perseguido por los Mossos d’Esquadra, con una conducción «no rectilínea» que despistó a los agentes.
El turismo entró en una vía de circunvalación, aún con el coche de los Mossos detrás, pero un semáforo en rojo cerró el paso al vehículo policial y dio al expresidente catalán unos minutos de ventaja que fueron claves para asegurarse la huida.
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