Un Irán en duelo celebra la Ashura pese a la grave quinta ola de la pandemia

Teherán, 19 ago (EFE).- Los iraníes celebraron este jueves sus procesiones de luto con motivo de la sagrada festividad chií de la Ashura, pese a que el país se encuentra en confinamiento debido al dramático repunte de los contagios y fallecimientos por la covid-19.

Los ritos de la Ashura, la festividad más importante para los chiíes, fueron limitados en cierto modo para cumplir con los protocolos sanitarios pero en ningún momento se cancelaron, como tampoco ocurrió durante los diez días previos de rezos.

Mientras toda la actividad económica no esencial permanece cerrada desde el lunes para tratar de contener la quinta ola en el país, donde hoy se superó la marca de 100.000 muertes desde el inicio de la pandemia, los recintos religiosos se llenaron de los más creyentes para llorar por la muerte del imán Husein.

En este día de Ashura, los chiíes recuerdan el martirio de su tercer imán, nieto del profeta Mahoma, en la batalla de Kerbala (actual Irak) en el año 680 de nuestra era a manos del califa Yazid I.

Para conmemorar este hecho, que marcó el comienzo del cisma entre chiíes y suníes, las dos ramas principales del islam, los hombres marchan por las calles vestidos de negro y se flagelan la espalda con pequeños látigos de cadenas metálicas.

 

CELEBRACIONES AL AIRE LIBRE

La diferencia este año, a causa de la alta propagación de la variante delta de la covid-19 que ha colapsado los hospitales, es que las procesiones y demás ritos se celebraron al aire libre y congregaron por lo general a un menor número de personas.

Las autoridades iraníes ordenaron que todas las celebraciones se llevaran a cabo en espacios abiertos, fuera en la calle o en los patios de los mausoleos, e incluso instaron a centros culturales y deportivos a ceder sus instalaciones.

«Todos hemos intentado que se use la mascarilla y el alcohol desinfectante y la mayoría de los ‘heiat’ (cofradías) de la zona del norte de Teherán celebran sus eventos en espacios al aire libre», explica a Efe el cofrade Amir Helalí, de 55 años.

Helalí, quien desde los 14 años forma parte de un «heiat» del barrio de Chizar, cuenta que su cofradía aglutinaba a unas 500 o 600 personas al día durante el mes de luto de Moharram y que en las fechas señaladas de Tasua y Ashura esta cifra era incluso mayor.

«Ahora como mucho serán unas 100 personas», lamenta, mientras prepara a los jóvenes que van a portar en procesión el «alam», una pesada estructura metálica decorada con plumas y estatuillas de animales.

Mientras se ata al cuerpo las cintas de cuero para sujetar el «alam», Saleh Gudarzí, de 37 años, detalla a Efe que la estructura de su cofradía pesa unos 140 kilos y que uno de los animales simbólicos, el león, recuerda al primer imán chií Alí, padre de Husein, que domó a una de estas fieras.

Los imanes chiíes, en total doce, y sus descendientes son para los creyentes una suerte de intermediarios ante Dios, a los que se realizan peticiones de todo tipo. En estos tiempos, muchas relacionadas con la salud.

 

REZAR POR EL FIN DE LA PANDEMIA

«Ojalá que Dios nos ayude y salgamos de esta enfermedad», dice Helalí, quien perdió su trabajo con la pandemia al empezar a ser las clases virtuales, ya que tenía una pequeña empresa de transporte dedicada a llevar a los niños a la escuela.

Irán fue uno de los primeros países golpeado duramente por la covid-19. Hasta hoy, más de 100.000 personas han muerto y 4,5 millones se han contagiado por el nuevo coronavirus, mientras la campaña de vacunación avanza con lentitud.

Solo en las últimas 24 horas se contabilizaron 564 decesos y 31.266 nuevos casos, datos no obstante inferiores a los máximos de esta semana que superaron los 600 fallecidos y los 50.000 contagios.

Por ello, Yavad Arafatí, de 44 años y miembro de la cofradía de Yamarán, pide en estos días a Dios que «aleje esta miseria lo antes posible».

«Hemos venido a rogar al imán Husein para que esta enfermedad se elimine de todo el mundo», cuenta a Efe Arafatí, quien se muestra apesadumbrado por cómo la pandemia ha afectado a las celebraciones de la Ashura.

Además de que las ceremonias son menos multitudinarias, la covid-19 ha obligado a adaptar otras tradiciones como el reparto de comida a los fieles en las casetas llamadas «takieh», que ahora empaquetan en plástico todas las viandas.

Algunos, como la teheraní Monire Gudarzí, de 47 años, han optado este año por entregar mascarillas y gel desinfectante: «Desde hace tres décadas preparo siempre comida durante Moharram pero ya el año pasado los vecinos no me la aceptaron por miedo», lamenta la mujer.

Según denunció hoy Human Rights Watch, la prohibición de las autoridades iraníes de adquirir vacunas producidas en Estados Unidos y el Reino Unido, la falta de transparencia y la mala gestión «están exacerbando el ya de por sí terrible impacto de la pandemia» en Irán.
Marina Villén

 

 

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