Cualquier persona que tenga un poquito de experiencia se percata de que en la vida hay que tratar de plantearse objetivos y metas que dependan del propio esfuerzo, y no de factores ajenos a la propia voluntad.
Trataré de explicarme mejor. Por ejemplo, si una persona pone toda su ilusión y su esperanza en ganar la lotería, resulta muy obvio que eso no depende de ella sino solamente del azar, y además es una probabilidad muy baja. Por el contrario, si esa persona se propone un objetivo cuya consecución depende de su propia voluntad y esfuerzo, entonces será mucho más probable que lo logre.
De igual manera podríamos considerar muchos más ejemplos. Imaginemos el caso de una persona que se propone ser ‘popular’ y ser ‘reconocida’ por la sociedad. Resulta muy evidente que esas metas dependen de factores ajenos a su voluntad, y además dependen de que ella se amolde a los gustos imperantes en esa sociedad, unos gustos que pueden ser muy mediocres y equivocados. En consecuencia debemos desear lo que dependa de nosotros mismos y no dependa de los demás. Dicho en otras palabras, debemos tratar de llevar una vida lo más autónoma y autosuficiente posible.
Además, nuestro compromiso debe ser solamente con la verdad y los valores éticos fundamentales, aunque nos ganemos la ‘impopularidad’ o el rechazo de muchas personas. Por supuesto, eso implica que muchas veces debemos acostumbrarnos a la soledad. Es decir, debemos adaptarnos a una vida discreta, sencilla, aislada, sin ninguna ambición de figuración social, ni pretensiones de reconocimiento público. Entonces, al no tener ataduras sociales de ningún tipo, podemos expresar las ideas con el mayor respeto para no ofender a nadie, pero con firmeza.
El gran filósofo griego Platón (427-347 A. de C.), en su famoso diálogo ‘Critón’ presenta al gran filósofo griego Sócrates (469-399 A. de C.) en el cual Sócrates dice a Critón: “Querido amigo, no debemos preocuparnos mucho de lo que nos vaya a decir la mayoría, sino de lo que diga el que entiende sobre las cosas justas e injustas, aunque sea uno solo, y de lo que la verdad misma diga” (Critón, secciones 47a-48a)…¡Eso que dice Sócrates es una gran verdad!….¡No debemos preocuparnos por lo que piensen las personas mediocres sobre nosotros!.
Sobre el asunto de ser autosuficiente es muy pertinente recordar al filósofo inglés Bertrand Russell (1872-1970) cuando en su obra titulada: ‘Poder: Un nuevo análisis social’ (1938) dijo: “Algo del temperamento del ermitaño es un elemento esencial en muchas formas de excelencia, porque permite a los hombres resistir la tentación de ser popular, les permite plantearse un trabajo importante a pesar de la indiferencia o la hostilidad de los demás, y les permite llegar a opiniones que se oponen a los errores que predominan” (Capítulo 2).
Muchos otros grandes pensadores han planteado la necesidad de vivir de una manera sencilla y alejada de los torbellinos causados por las ambiciones de reconocimiento o poder, con el fin de poder reflexionar sosegadamente y alcanzar algo de sabiduría. Tal es el caso del antiguo filósofo griego Epicuro (341-270 A. de C.) que exhortaba a buscar los placeres más simples, evitando los placeres intensos o cualquier experiencia que pueda ocasionar turbación mental, y sobre todo, evitando las angustias y temores infundados. El filósofo y poeta romano Lucrecio (aprox. 94-55 A. de C.) fue seguidor de Epicuro y en su obra: ‘De la naturaleza de las cosas’ dice: “El mayor disfrute es estar en las alturas de una tranquila ciudadela retirada y muy fortificada por las enseñanzas de los sabios, y observar allá abajo a otros deambulando sin rumbo y buscando en vano el camino de la vida, compitiendo unos con otros por sobresalir y ser reconocidos, luchando noche y día con enorme esfuerzo para escalar los pináculos del poder (…) ¡Oh mentes sin visión! (…) ¿No veis que la naturaleza solamente clama por dos cosas, un cuerpo libre de dolor y una mente liberada de angustias y temores para poder disfrutar de sensaciones placenteras?” (Inicio del Libro II).
Adicionalmente, el escritor francés Michel de Montaigne (1533-1592) estuvo muy influenciado por muchos clásicos griegos y romanos, entre ellos Epicuro y Lucrecio. Su obra fundamental son sus ‘Ensayos’ (1580-1588, últimas adiciones: 1592). Uno de los ensayos se titula: ‘Sobre la Soledad’ (Libro I) y cuando lo escribió ya se había retirado mucho de la vida pública para reflexionar en soledad en sus mansiones heredadas en Montaigne. No obstante, muchos autores consideran que según Montaigne ‘vivir en soledad’ no implica vivir aislado como un ermitaño, sino vivir sin aferrarse a la fama, poder o personas, ni siquiera a los familiares. De hecho, fue consejero del Parlamento de Perigueux y el de Burdeos, cargo este último al que renunció en 1570 para dedicarse a estudiar y escribir, aunque luego fue Alcalde de Burdeos en 1581 y 1583. Pero Montaigne repudiaba el fanatismo religioso y las masacres como la de ‘San Bartolomé’ (23-24 de agosto 1572) y por eso se alejó mucho de la política. Además tenía razones para tratar de ser estoico ante la pérdida de amigos y familiares, ya que en 1563 murió su gran amigo Étienne de La Boétie (1530-1563), en 1568 falleció su padre, en 1569 murió su hermano Arnaud, y la mayoría de sus hijos murieron muy pequeños. Este autor dedicó gran parte de su vida a vivir retirado en su castillo dedicado al estudio y al cultivo de la tranquilidad de la mente. Todos sus ensayos son muy valiosos y en su mencionado ensayo: ‘Sobre la Soledad’ dice: “Hagamos que nuestro contento dependa de nosotros, desprendámonos de todos los vínculos que nos atan a los demás, ganemos para nosotros el poder de vivir verdaderamente solos y de hacerlo con gusto (…) Hemos de reservarnos una sala detrás de la tienda, solamente para nosotros, manteniéndola completamente libre para establecer allí nuestra verdadera libertad, nuestra principal soledad y asilo. En ella se ha de tener conversación sobre uno mismo, con uno mismo, tan privada que ninguna comunicación o intercambio con el mundo externo debería tener lugar allí. En ella deberíamos hablar y reír como si no tuviéramos esposa, hijos, propiedades, seguidores o criados, de tal manera que cuando llegue el momento de perderlos no sea algo nuevo para nosotros vivir sin ellos (…) Hemos vivido demasiado para otros: vivamos al menos esta parte final de nuestra vida para nosotros. Tengamos nuestros pensamientos y reflexiones para nosotros y nuestro propio bienestar (…) Desliguémonos de esas violentas trampas que nos atan a otras cosas y nos distancian de nosotros mismos (…) la mayor cosa en el mundo es saber cómo vivir para uno mismo” (Libro I, Ensayo 39).
Después de ver estos escritos de Montaigne, quizás podemos concluir que no debemos aislarnos de la sociedad….Pero tampoco hundirnos en la horripilante vulgaridad cultural que nos está asfixiando….Quizás podríamos llegar a una conclusión: Todos tenemos que tratar de tener una vida lo más autónoma posible sin dejarnos influenciar por la mediocridad.
.