Yo esperaba la noticia de un momento a otro. Unos días antes Susana Raffalli me había escrito diciéndome que buscaban donantes de sangre para él. Y con la humildad que le fue característica toda su vida, pidió que no hicieran nada más para prolongarle la vida. Tres horas después fallecía el hombre santo que, habiendo nacido en Bélgica, dedicó su vida y su apostolado a Venezuela: el Padre Armando Janssens.

Lo conocí hace muchos años, ya no recuerdo cuántos. Nos hicimos amigos… ¿quién que lo conociera podía no hacerse su amigo? El Padre Janssens era un pozo de bondad, un bálsamo para el alma. Un hombre bueno en toda la extensión de la palabra. Dedicó su vida a trabajar por y para los más desposeídos. Los últimos años de su vida se sentía literalmente apaleado del dolor de ver lo que pasaba en Venezuela.

 No voy a hablar de su obra, que ha sido reseñada abundantemente –como él lo merecía- por todos los medios de comunicación social. Quiero más bien recordar uno de los momentos más entrañables que pasé con él, momento del que también fue protagonista mi querido amigo el Rabino Pynchas Brener. Todos miembros de la Fundación Conciencia Activa, regularmente organizábamos tertulias sobre temas trascendentes, con invitados de lujo, de ésos que lo dejan a uno con ganas de escuchar más. En aquella tertulia a la que me refiero, los ponentes eran el Padre Janssens y el Rabino Brener. El tema, “¿Qué y quién es Dios?”.

 Ustedes pensarán que ese tema da para un seminario, una carrera universitaria, un doctorado y no se agota. Es cierto. Pero ambos ponentes fueron tan brillantes, cada uno en su estilo, que las conclusiones de cada uno fueron memorables. La del Rabino Brener fue que Dios es la Justicia. ¡Y es que vivir sin justicia es un infierno, si lo sabremos los venezolanos!

 Para el Padre Janssens, Dios es el Amor. No podía ser de otra manera. Un ser que amó profundamente a su prójimo, tenía que estar seguro de que Dios es el Amor. La mañana siguiente de su fallecimiento, el Rabino Brener me escribió preguntándome a quién había que darle el pésame, porque él quería llamar a alguien. “A toda Venezuela”, fue mi respuesta. El duelo debería haber sido nacional. Gracias, querido Armando, por tu vida tan hermosa, tan profunda, tan fructífera, dedicada por entero a mi país.

 @cjaimesb