Termina 2019, un año más de caída económica. Es cada vez menor la producción en el país, tanto agrícola como industrial; no se detiene la marea de migrantes que se van con sus conocimientos y su capacidad de trabajo a aportar a otros países del mundo; aunque reducida, se mantiene la hiperinflación, que ya no será del millón o más por ciento como habían predicho algunos, sino “apenas” de algunos miles, cuando otras naciones se preocupan por un 20% anual. Una PDVSA disminuida, fábricas cerrando o trabajando a una fracción de su capacidad, millones de hectáreas no sembradas, la sangría de profesionales, técnicos y obreros especializados, se traducen en pésimas condiciones de vida para la población, con un agudo deterioro de servicios clave como los de salud, educación, electricidad y agua. Así como en un incremento de la desigualdad: una minoría se ha enriquecido y la gran mayoría se ha empobrecido.
Conforme se van sumando los años de desaciertos gubernamentales internos y abusivas sanciones externas, las consecuencias se van haciendo más difíciles de superar. En educación, por ejemplo, se hará notar la renuncia de docentes de educación básica y de profesores universitarios, junto al deterioro de instalaciones y dotación. Pagaremos por ello todos, sin ser responsables del desastre.
Y, sin embargo, tenemos posibilidades que podríamos movilizar para recuperarnos y emprender una senda de progreso. Tomemos este dato: Venezuela se encuentra entre los diez primeros países del mundo con recursos naturales comercializables por desarrollar, con un valor estimado de 14 billones de dólares. Y este otro dato: aún disponemos de 60 mil millones de barriles de petróleo liviano y mediano, fácil de extraer. Solo el 10% de esos hidrocarburos significa hoy unos 300 mil millones de dólares.
Para aprovechar nuestras riquezas y avanzar seriamente, con justicia y equidad, necesitamos paz y democracia. Urge que los diversos factores políticos lleguen a acuerdos de convivencia, elecciones correctas, respeto a la Constitución y común apoyo a ciertas medidas económicas y sociales básicas. En ese marco, cada tendencia puede competir por el favor de la ciudadanía. De lo contrario, terminarán peleando por los despojos de un pueblo noble.