El escenario de guerra en Ucrania es el símbolo de la mala política de occidente y de la OTAN, principal ícono militar de la política de poder del imperialismo norteamericano, que amparado en su hegemonía mediática aplica la mentira, el asedio y el engaño. Antes de la incursión militar el problema ya copaba la atención principal de los medios informativos y el gobierno ruso anunciaba al mundo lo que podría ocurrir, mientras el gobierno de Ucrania aliado a las potencias occidentales hacían caso omiso a los reclamos justos expuestos por el gobierno de Moscú.
Para Rusia esta intervención supone un punto de honor y develado el problema, el conflicto de Ucrania pone en evidencia hasta dónde los intereses de dominio y las condiciones de la política opresora del gobierno de Washington pueden llevar a sucesos indeseables. Para Rusia, que por cierto es una potencia militar de alto nivel y tiene unos de los servicios de inteligencia más avanzados del mundo, haber tenido que intervenir para hacer valer legítimos reclamos frente al gobierno de Ucrania significa que los instrumentos de dialogo en las Relaciones Internacionales sigue manipulados en grado superlativo por la diplomacia estadounidense y que los organismos internacionales competentes en esta materia no tienen la legitimidad necesaria para a hacer valer los principios más elementales del Derecho Internacional.
El fanatismo y la ambición norteamericana ha apoyado abusadores y hechos crueles como los de Alepo, donde aliados a judíos de sangre croata asediaron a soldados sirios. Además, el mundo está lleno de historia criminal y América Latina no es excepción donde el gobierno de los Estados Unido se manca de sangre de manera impune. Ahora la misión militar rusa en Ucrania pone en escena un mensaje claro para quienes juegan en el tablero de la élite del poder económico y la política de occidente, presionando decisiones que generan desconfianza y a la larga en perspectiva de la realpolitik terminan por desvirtuar todo propósito de llegar a soluciones factibles y civilizadas y no basadas en un conflicto armado.
Ahora cuando el conflicto avanza las potencias occidentales se rasgan sus vestiduras hablando de paz, de democracia y de derechos humanos. La historia la cuentan ellos mientras la realidad es otra, y si no analicemos de manera objetiva cuántas vidas se han perdido en conflictos auspiciados por el Coloso del Norte y sus perros de la guerra que anualmente generan jugosas ganancias económicas difíciles de traducir en guarimos contables. Pero lo cierto es que Ucrania todavía no ha resuelto problemas territoriales que desde la ruptura de la Unión Soviética y su proceso de independencia salpican sus relaciones bilaterales con Rusia y vulneran la estabilidad en la región. Asimismo, su intento de alienarse como miembro de la OTAN añade un desafío al poderío militar de su vecino, lo cual constituye una seria amenaza hacia el gobierno de Moscú, que de ceder a las pretensiones encubiertas del gobierno de Washington perdería el control de una zona geopolítica sobre la cual gravitan importantes recursos estratégicos, comerciales y de desarrollo apetecibles a todas luces para los países de la Unión Europea.
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