¡Tú no estás solo: Dios está contigo!

 

¿Te sientes solo en la pareja, en el matrimonio o en la vejez? Gabriele, la profetisa de Dios, nos enseña cómo dar los pasos que conducen a una felicidad verdadera y permanente. ¡Tú no estás solo: Dios está contigo!

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Con el aprendizaje y la práctica espirituales, toda persona puede hacer, con el tiempo, la experiencia de que Dios, la Fuerza universal, y, por consiguiente, la vida omnipresente, es visible y se le puede vivir, experimentar.

Todo lo que vemos y lo que no vemos es energía. Ninguna energía se pierde. Cada persona es un volumen de energía, cada animal es energía. Toda la naturaleza, hasta la florcilla más insignificante, es energía. Cada mineral es energía que contiene vida de Dios. Vida es energía.

Nosotros los seres humanos respiramos porque la sustancia portadora de la respiración es vida, una vez más, Dios. Debemos aprender que en la condensación, en la materia, está Dios, es decir, en la naturaleza, en los animales, en las personas; sin embargo, Dios no es aquello que el hombre hace en el sentido contrario a las leyes divinas. Muchas personas buscan la verdad. Creen encontrarla en la Tierra, en este mundo, pero lo que hoy se ensalza como verdad, ya mañana se demuestra tal vez como engaño. Solo hay un amor y solo una verdad: es Dios, la luz eterna.

El instrumento de comunicación de los seres humanos, su lenguaje, se compone de conceptos que se van formando en imágenes en el consciente. El conjunto del material de imágenes de cada persona se designa como el estado de consciencia del ser humano. De modo correspondiente él piensa, habla y actúa.

Un ejemplo de la forma de pensar en imágenes: empleamos conceptos como “en este o en aquel lado del río”. En la imagen vemos tanto una como la otra orilla; entre las dos fluye el agua. Esto lo podemos entender, porque lo podemos ver, aunque solo sea en la imagen que nos hemos formado.

Este lado -las circunstancias en esta Tierra, la existencia del ser humano- lo podemos, por tanto, comprender mejor o peor; sin embargo, la otra orilla, el Más Allá -los reinos de las almas, los mundos de materia sutil con sus habitantes, las almas- es para nosotros algo metafísico y, por eso, irreal; y sin embargo, esta orilla está separada del Más Allá solo por un velo. Se trata de un velo de consciencia. La consciencia limitada a la percepción de la materia capta solo la materia de sustancia gruesa altamente concentrada, y esto, al fin y al cabo, no es la verdadera realidad, la vida.

Solo cuando aprendamos a cuestionar todo lo que vemos y oímos y que nos mueve, y a purificar y a no cometer lo que no corresponde a la Regla de Oro, se amplía nuestro horizonte de consciencia espiritual y encontramos la verdad, que hace libre. Si tomamos consciente y consecuentemente las riendas de nuestra vida terrenal y seguimos orientándonos por la Regla de Oro, precisamente en la vida diaria -en el momento en que un problema le tiende la mano al siguiente y las situaciones difíciles se suceden unas a otras-, traspasaremos con el tiempo el velo y así nos acercaremos a la verdad. El que es fiel a la verdad, conseguirá pensar, hablar y actuar según el sentido de la Regla de Oro de la vida.

 

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