Trump es de cuidado

Algunos analistas vienen haciendo una valoración de la forma de actuar de Donald Trump, a nuestro entender, equivocada. Los más concluyen en que se trata de un demente. Nada más alejado de la verdad que una afirmación como esta.

Somos del parecer que, la manera cómo actúa el mandatario de la tierra del Tío Sam, está acompañada de toda una fundamentación teórica que tiene sus orígenes en lo que Heidegger y Hegel, entre otros, entendieron por modernidad. Concepto cuya explicación tiene su fundamento  -a partir de-, una interpretación de la cultura como prácticas religiosas; entre las cuales, la religión protestante habrá de ser la única religión cuyos hábitos, costumbres y normas, tal como lo señaló Weber, será capaz de articular con solidez la política con la religión.

Recuérdese que, a partir de esta afirmación fue que la europeización del mundo, encontró su justificación. Inglaterra, Francia y Alemania, serían las naciones líderes de dicho proceso.

Recuérdese, asimismo, que desde finales del siglo XIX, pero sobre todo, luego de la segunda guerra mundial, el reino de los cielos en la tierra, tendría un nuevo escenario y una nueva justificación.

Estados Unidos impondría al mundo su modernidad. El “sueño americano”, habría de ser el nuevo fundamento religioso a partir del cual se estructuró la americanización del mundo. Wall Street, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización de las Naciones Unidas, serían, entre otros, los nuevos templos para la adoración de la modernidad capitalista norteamericana.

Pero, el “sueño americano” ha ido perdiendo fuerza. La crisis que hoy vive la potencia imperial, no es solo de carácter económica. Innumerables son los analistas norteamericanos que señalan que esta es una crisis moral, ya que, “la élite económica y política cada vez tiene menos espíritu cívico”. Como dice Jeffrey Sachs: “La crisis económica de los años recientes es reflejo de un profundo y amenazante deterioro de nuestra actual política y cultura del poder nacional”.

Es pues, en el marco de esta crisis que sugerimos ubicar, lo que bien podemos llamar, el caso Trump.

Su modo de actuar puede tener varias lecturas, como en efecto las tiene. Estas van desde su origén familiar, pasando por su condición de empresario comercial o por su exagerado narcisismo, lo cual lo ha convertido en un adicto a los mass-media.

Nosotros lo vemos de otra manera. Pensamos que Trump, representa los sectores más conservadores, políticamente hablando, de los Estados Unidos. Representa a aquellos sectores que acompañaron a la llamada “revolución Reagan”, y que hoy ven y sienten que el poder de esa nación cada vez es menor. Que contemplan con tristeza como el “sueño americano”, se ha convertido en una simple metáfora.

Esos sectores le han encomendado a Donald Trump, la tarea de restituirle a los Estados Unidos el rol de potencia hegemónica del mundo. Toda su actuación, incluso desde que era candidato presidencial, ha tenido ese norte.

Desde su anuncio de construir un muro en la frontera con México hasta la mudanza de la embajada de su país de Tel Aviv a Jerusalen, tiene que ser inscrita en ese objetivo.

Por eso, todos sus malabarismos, todas sus piruetas políticas, económicas, diplomáticas, militares, etc., no tienen otra intención que volver a dominar el mundo, de reconstruir un mundo unipolar.

Pues bien, es en este objetivo que tiene que ser inscrito el Plan Trump contra Venezuela. El mismo es la continuación del Plan Clinton, Busch y Obama. Las riquezas nacionales le resulta demasiado importante al imperio para alcanzarlo.

Entendamoslo, entonces: el asedio, el bloqueo y las constantes amenazas a que nos tiene sometido, nos permite afirmar que Trump es de cuidado.

@hugocabezas78

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