Trujillo, cultura e identidad / Por Pedro Frailán

Sentido de Historia

 

“El lugar es ese pedacito de espacio donde no nos sentimos extraños” (2010:36), fueron las palabras de Francisco González Cruz en la presentación de las postales de Identidad e Imaginación, volumen uno. El lugar es determinante para la literatura, que en muchas ocasiones se inventa producto de la capacidad imaginativa de su creador. De hecho, el Quijote se inicia desde un lugar de la mancha, para Enrique Bernardo Núñez, Cubagua es un lugar, así haya desaparecido. En Pedro Páramo, Comala es un lugar privilegiado para Rulfo y qué decir de Macondo en García Márquez. El hombre es su arrendatario, siempre tiene un sentido de pertenencia a su aldea, digna de su reconocimiento y valor de identidad.

La cultura es una fortaleza para los pueblos, ya que la constituyen las costumbres, normas, tradiciones, creencias, lenguaje y otras expresiones autóctonas de los habitantes. Su origen proviene de la siembra del cultivo de la tierra y del latín cultus. Para Ernest H. Gombrich es: “hallarse frente a distintas modalidades de vida, ante distintos sistemas de referencia, o frente escalas de valores y todo ello dentro de culturas próximas” (2004:12). Trujillo en su recorrido histórico y geográfico es referencia por sus pronunciamientos nacidos en distintos lugares producto de su diversidad territorial.

La UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura). En la declaración de México sobre las políticas culturales de 1982, proclama que un programa cultural es un proyecto inacabado, donde están inmersos los individuos y la sociedad, lo que hace que los pueblos reconozcan el derecho de autodeterminación. Además, la cultura es baluarte de la paz que se logra mediante la educación, la ciencia y la propia cultura. En tiempos recientes, la ciudad de Trujillo es considerada la ciudad de la paz en Venezuela, por su patrona y por el Monumento a la Paz, una creación artística de Manuel de la Fuente, hace que se reafirme esta categoría.

Esta declaración tiene varios principios siendo el primero la identidad cultural, donde expresa que es un conjunto de tradiciones y formas de expresiones irremplazables en los principios y valores de los pueblos. Es una riqueza que dinamiza las idiosincrasias producto de un proceso que es su propia creación. Este grupo de valores son parte del patrimonio de una nación, que pueden lograr con el intercambio de ideas y a la vez crean experiencias. Con el aislamiento puede conseguir la extinción. Algunas costumbres se van modificando de acuerdo al tiempo y a los avances de la modernización.

En esta misma fuente reconoce que la experiencia de los pueblos construyen las identidades. De origen latino, identitas, de significado siempre lo mismo, de acuerdo a Cicerón yo soy el mismo. Estas, favorecen los valores universales. Conforman una esencia del pluralismo cultural. Hoy en día existen acuerdos internacionales para preservar y defender la identidad cultural de los pueblos. La preservación y defensa de la identidad cultural funda el patrimonio cultural, como es caso de la calle Páez de Jajó. Aquí se encuentra la “Casa de Hablas”, lugar donde la poetisa Ana Enriqueta Terán escribiera por un tiempo y esta obra fue Premio Nacional de Literatura, en 1991.
Los agentes de la identidad cultural son los seres humanos, que a través del arte, que es otro componente, se puede reafirmar los factores identitarios. Las artes como la música, la arquitectura, la literatura, la escultura, la pintura, son expresiones de las costumbres, creencias, tradiciones de los pueblos. En Trujillo, sus artistas son factores determinantes, personajes como Salvador Valero, Antonio Fernández, un maestro del arte popular conocido como el «Hombre del anillo» y Josefa Sulbarán, pintora ingenua quien dijo: “A mi, todos los pájaros me conocen” con la pintura y la escultura han grabado reflejos de la vida de la cultura trujillana.

Américo Gollo, estudiando la filosofía de la identidad, F. Schelling, conocido como el filósofo del movimiento, sostiene “que en primer lugar es un principio de identidad lógico ontológico que se encuentra en la mismidad en la particularidad”. Además, sostiene que la identidad religiosa es uno los componentes primarios de la identidad cultural. Una característica determinante en la geografía trujillana, es la presencia de santuarios, capillas, iglesias que demuestran la religiosidad de un pueblo hacia la advocación de la Virgen santa o santo. Este en el más apartado rincón del estado, no importa las dimensiones del templo sino la fuerza de la fe.

La identidad desde la particularidad construye la identidad nacional que Maritza Montero la define: “Como el conjunto de significaciones y representaciones relativamente permanentes a través del tiempo, comparte una historia y un territorio común” (1984:76). Entre los componentes pueden estar los personajes, el lenguaje, los dialectos, las instituciones, desde las provincias se pueden dar a conocer elementos identitarios locales, para conformar la identidad general. Partiendo de la literatura, Adriano González León da a conocer valores de la cultura trujillana con su novela «País Portátil», que en la actualidad es un clásico de la literatura venezolana, una de las obras de mayor traducción a varios idiomas.

Los elementos de la identidad ayudan a constituir progresivamente la soberanía de una nación y como es obvio la soberanía popular. Es decir, el ciudadano en parte y reflejo de su identidad, Juan Pablo II considera que: “la formación de la identidad de la nación es mediante la cultura, es la mano tendida a las necesidades más vitales de todas las naciones en busca de fórmulas para consolidar la propia soberanía” (2005:111).

 

“Echaron agua bendita/ y se murieron las torcaces y dejaron/ esterado de pluma todo/ Ay, / cuando estás cantando/ todo se mueve, todo se vuelve/ hacia donde cantas. /Te llamaré paloma, te llamaré miel, / te diré piedrita de río./ Cuerdita de la montaña/pájaro de los siete colores;/¿A quién le decís de querer?

 

Estos son unos pasajes del poema Páramo, de Ramón Palomares, en su obra Paisano, que en arte poético está presente la niebla, Juan León, la culebra, los pájaros, las flores, el río, el sol, el monte, el patio, el abandono, la muerte, el baile, en fin describe la vida del campesino de cualquier páramo trujillano, esa vida mágica que compartes con las cumbres, las nubes, más cerca del cielo.

En Campo Elías se encuentra la Plaza de la Humildad, al final del pueblo en el sentido Boconó – Biscucuy. Eugenio Montilla, en un momento de regresión recuerda algunas vivencias, cuando muchacho se animaba a picar una troya, solo bastaba tener un trompo y un curricán. También jugaban, palmo picado, tirado y chorreado, menciona al juego de la cinta. Se siente orgulloso de su tierra, de su patrón San Rafael Arcángel, de la cascada «el Velo de Novia», de la producción de café y de cambur. Reconoce el valor de los personajes humildes o populares de los pueblos, que por lo general poco se le conoce sus vivencias sus atribuciones humanas excepto aquí los sembramos en su plaza para la infinidad.

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