Alí Medina Machado
La ciudad de Trujillo es vieja. Ciertamente. Lo dice Pedro Pablo Paredes: “Trujillo hemos dicho, es una ciudad de piedra. Todo aquí, en cada rincón, está aureolado por la antigüedad (…) En Trujillo la historia no tiene nada de literario; está en el aire, en las piedras memoriosas, en los solitarios caserones…” . Nuestra ciudad, ahora de cumpleaños, era y sigue siendo hermosa desde su perspectiva más tradicional. Tiene un presente que rebosa, es decir, fuentes vivas para una mejor proyección como acervo destacado de la nacionalidad. Su biografía histórica es muy amplia, ninguna como ella, para definir el perfil de nuestra identidad como pueblo.
La historia de la ciudad de Trujillo es una narrativa total del tiempo desde sus propios orígenes. En ella valoramos las mejores tradiciones y las mejores costumbres humanas. El tiempo histórico ha prodigado su espacio para que en los siglos nuestra historia huela a definición. La historia, desde aquella vieja edad, da cuenta de nuestros padres aborígenes, los cuicas y los mucas, que han vivido con nosotros. La ciudad grande, la provincia, el estado, que tuvo a Trujillo como capital siempre, pues aquí estuvo el epicentro de la primera civilización, que era una desde Escuque llamado Skukey, y que dio luego nacimiento a este Trujillo de los Cedros, de los Mucas, decimos mejor, porque el muca fue un pueblo hacendoso, y en su territorio, que es hoy esta ciudad de Trujillo, vivieron nuestros abuelos históricos.
Aquella ciudad inicial se fue perfilando con los siglos hacia horizontes más reducidos por la partición de parcelas geográficas. Unas ciudades y otras fueron apareciendo, con nombres distintos. Y en ese mapa está la historia total. Y aparecieron las comunidades más destacadas que se hicieron núcleos políticos y administrativos, llámense Trujillo, Valera, Boconó, Escuque, Carache, Betijoque…hasta el nombre de esta última porción llamada Urdaneta, o mejor La Quebrada, ciudades y pueblos todos auténticos y vivos, como una revelación de ancestros en torno de la ciudad madre, que se llama Trujillo desde siempre.
¿Por qué Trujillo fue portátil? Sobre este título, dice el historiador Mario Briceño Perozo lo siguiente: “Es interesante advertir que la ciudad fundada podía cambiar de sede y hasta de nombre, pero la entidad jurídica, quedaba intacta. En Centro y Sur América muchas de sus ciudades sufrieron diversos traslados, pero esos cambios no constituyeron a la luz del Derecho y la Historia nuevas fundaciones.” Las ciudades se fundaban una sola vez, los demás eran traslados o repoblamientos. Trujillo tiene entonces una fundación y seis traslados.
Hombres y paisajes cambiantes; pero la misma tierra, el mismo territorio visualizado por el peregrinaje humano hacia una culturización, que los llevó a la civilización. Hombre común el de la provincia, desde antiguo, buscando destinos promisorios para un mejor vivir, y a su vez, a lo interno espiritual, pues vive el hombre su vida espiritual por medio de su inteligencia creadora, por lo que su mentalidad productiva crea y recrea en la dinámica de la vida cotidiana.
Hoy, muchos años después de aquel proceso histórico de nuestro pasado, es un día propicio para reseñar a la ciudad cumpleañera, porque reseñar la ciudad es conocerla y amarla, mostrarla en su realidad histórica y cultural. Reseñar la ciudad para irla descubriendo en sus pormenores existenciales, en la forma como se fue haciendo en el tiempo y el espacio. Reseñar la ciudad para hablar de sus personajes relevantes, de los hombres y mujeres que le dieron origen y consistencia; de los que en cada época la mantuvieron activa en su existencia. Reseñar la ciudad para hablar de sus calles, de los alrededores, de las instituciones, de los parques y avenidas, de las viejas casonas y de las nuevas casas: de las iglesias y lugares vecinos, entre otros temas. Porque reseñar la ciudad es sacar a la luz, muchos elementos de su dilatada historia, la biografía social y cultural que se le escribe sin cesar, desde cuando nació en la tierra escuquense, allá por finales de un mil quinientos cincuenta y siete años.
Tanta sumatoria histórica puede hallarse subyacente en una ciudad como Trujillo, que ha sido tierra de promisión, de generosos ancestros y de bienes y caudales dados y recibidos luego por el hombre, en la secuencia cronológica de su existencia. Hay libros, pinturas, fotografías, dibujos, que contienen esta historia. Cuando los vemos delante, comprendemos lo que fue la ciudad y lo que dejó de ser; lo que pervive y lo que murió, esto último por lo inexorable del tiempo.
Un sentimiento de solidaridad con los signos históricos de la ciudad es un acto de justicia que debe estar siempre en nosotros. A veces, muchas veces, nos llenamos de nostalgia por lo que aquí ocurrió en tan diversos tiempos y en tan variados momentos, Existen estampas subyacentes que las guarda el tiempo, muchas de ellas perdidas, porque los personajes que las cultivaron ya no están. Se llevaron su historia con su muerte. Se la llevaron al olvido, lamentablemente. Sin embargo, recordar el suceso, como lo solicita Briceño Iragorry, es, “Ir más allá de lo que fue el padre, es esfuerzo que en pequeños deberíamos hacer todos. Es la particularización del propósito general que debe animar a los pueblos por mejorar. Es la propia marcha de la cultura”.
En una ciudad para la armonía, deben conjugarse varios estadios la vez, desde la petición de los pobladores hasta la respuesta oportuna de los gobernantes, en un vínculo horizontal de correspondencia. Debe haber una expresión de solidaridades compartidas, como un diálogo constructivo. Así se produce el progreso como consecuencia de los acuerdos. Y sí se practica la democracia, la mejor interpretación de este concepto político. La conciencia social es un instrumento de composición. La conciencia social es una acción de estado a que se someten autoridades y ciudadanos, por igual, para el logro de la vida en plenitud, siempre en prospección, como un programa de futuro.
La ciudad de Trujillo fue de hombres y mujeres activos, de los que entendieron que la vida social no es nada fácil, que había que comprometerse y se comprometieron, en todo lo útil, en lo que produjera beneficios de todo signo, entre lo material y lo espiritual. Hubo grandes y pequeñas fabricaciones por aquellos pobladores. Todos hicieron: unos individualmente, y otros se conformaron grupales, y asumieron un compromiso generacional en provecho del destino de la ciudad. Aquellos hombres y mujeres nunca dejaron que la ciudad decayera, trataron y lograron enrumbarla hacia la civilización y el progreso, como sabemos.
Numerosas historias ha tejido el tiempo a la ciudad de Trujillo. Historias inmensas de todas sus cosas y de todos sus hombres. ¿Y de sus mujeres? También, de muchas y distinguidas mujeres, cuyos nombres están en el libro de nuestra historia local y regional. Desde el significado familiar de sus hogares, han salido en los años de estos siglos. Muchas historias trujillanas sirven de anecdotario, de un gran anecdotario. Y cada familia tiene su historia, y cada personaje también la tiene; unas más acentuadas que otras. Pero, en común, hacedoras de las tradiciones que distinguen a esta tierra, que Briceño Iragorry llamó, por su ascendencia, y con propiedad: “Tierra de María Santísima”.
La ciudad de Trujillo, en lo afectivo, se nos hace impredecible. No sabemos realmente si existe hoy una mayor o menor cuantificación afectiva. Pero si existe en la comunidad una correspondencia; palabras y gestos que nos unifican. Lo viejo tal vez nos llega con nostalgia. Pero lo nuevo nos abruma y nos fustiga, con las realidades diversas que se emprenden en el día a día; que nos animan o nos desaniman; que nos piden esa actividad incesante, esa participación interminable del presente que no cesa, que no debe cesar, en la búsqueda y la práctica del desarrollo y el progreso.
Esta ciudad tiene ganado el derecho de vivir en plenitud. Antes vivió en plenitud y era reconocida. Ahora exige que sus habitantes hagamos algo por ella, porque vive en un estado de necesidad que debe preocuparnos, que debe concienciarnos para defenderla y trabajar por ella. La ciudad, como un organismo vivo que es, necesita de continuos perfeccionamientos, queremos decir, que se le vayan construyendo signos de progreso de todo tipo, en lo material y en lo espiritual. Necesita edificios, excelentes avenidas, plazas y parques, urbanizaciones, buenos servicios públicos de agua, electricidad, aseo urbano, comunicaciones. Pero también necesita centros de cultura, escuelas de arte, de música, de ese concepto de “valor inherente”, por la hechura del hombre por su valor inteligente.
En este nuevo aniversario de la fundación de Trujillo, pedimos la paz por encima de todo. Que la paz nos cubra como emblema. Pero aún más, como un programa de vida, porque es de un acuerdo general, de donde pueden salir los mejores proyectos para animar a Trujillo, y hacerlo nuevamente una ciudad viva y activa como fue y ya no es. Como fue, cuando conquistó una estrella para la libertad. Como fue, cuando constituyó una piedra fundacional del edificio de la venezolanidad. Como dio su aporte para las profecías del humanismo, dictado por sus grandes hijos republicanos… Y el programa de la paz, para que consigamos los mejores destinos. Pedimos que cambiemos la guerra por la paz; el decreto por los tratados; aquel cumplió su cometido hace más de dos siglos; estos son eternos. Porque los más grandes documentos del mundo hay que hacerlos sobre la paz, y no sobre la guerra. Los pueblos que miraron la paz, viven llenos de progreso y bienestar, mientras que los que miraron la guerra viven en un atraso permanente. La paz siempre: la ciudad pacífica de Trujillo, que la han soñado la inmensa mayoría de los hijos. La paz, como programa de desarrollo de esta ciudad primigenia, que está celebrando años de su fundación.
Trujillo, octubre de 2025
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