Primera:
Siempre hemos creído que la sapiencia del pueblo se plasma en sus decires: la mentira tiene patas cortas, es uno entre tantos. Tanto le mintió la dirigencia oposicionista a los venezolanos que nadie cree en ninguno de ellos.
Enrique Capriles es quizá el más ejemplarizante de esos dirigentes.
El 22 de octubre de 2917, porque cuatro de los cinco gobernadores de la electos el 15 de octubre se habían juramentado ante la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), la que es considerada por algunos de ellos como ilegítima.
El 18 de julio de 2018, dijo a la prensa nacional e internacional, luego de “merecidas vacaciones” en el exterior, que: «Voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para que la oposición pueda articularse a lo interno y a lo externo (…) ponernos de acuerdo y plantearle un plan mínimo al país…».
Tres meses después, el 7 de octubre, el ex gobernador exhortó a los partidos opositores a reconocer los aspectos en los que han fallado, “…Estamos en una Crisis Política que debe ser declarada de inmediato para que pueda ser atendida con la misma celeridad. No hay tiempo para disimulos: es ahora o costará mucho más después”, dijo.
Y, un mes más tarde, el 26 de noviembre, sin el mayor rubor y no siendo carnaval se disfrazó de universitario. Se puso su gorra tricolor y una camisa azul y se fue para la Universidad Central, y en la hoy profanada Aula Magna produjo un discurso incendiario, pretendiendo reivindicarse ante sus antiguos compañeros de conspiración antidemocrática, golpista y guarimbera.
Pero, su narcisismo pudo más. Apartándose de la “muchedumbre”, hizo lo que más le gusta, se acercó a los periodistas de El Nacional presentes, y utilizando un lenguaje conciliador –pretendiendo quedar bien con todos- les dijo que: «A partir del 10 de enero se abre una etapa desconocida para los venezolanos”. Para luego afirmar que: «No me he reunido con el gobierno pero si debo reunirme con el diablo para buscar soluciones, iré a hablar con él. La solución a esta situación debe ser pactada y electoral», sentenció.
Que difícil le está resultando reivindicarse ante los suyos. Nadie le cree. Entre mentiras y cantinfladas cree seguir siendo dirigente.
Segunda:
El autollamado “chavismo original» compite con los restos de la MUD, por quien es más anti-madurista, que no es otra cosa que anti-peseuvista y por ende anti-chavista. Uno se pregunta a qué se debe la denominación de “chavismo original”, y no le encuentra explicación lógica: ni política ni programática.
Interesante sería que esos ex compañeros revisaran la Agenda Alternativa Bolivariana (1996). Allí están los postulados teóricos originarios que nuestro Comandante Eterno formulo para la construcción de la Venezuela Socialista.
Documento que tuvimos la oportunidad de discutir en nuestras clases de Análisis Político de Venezuela II, con el Profesor Nelson Pineda Prada. A partir de entonces comenzamos a ver a nuestro país de una manera distinta. El Chavismo se nos comenzó a meter.
La respuesta que le encuentro, entonces, a esa posición antichavista es la de que por haber sido ministros o haber ocupado altos cargos en la administración pública, ello les da una suerte de aval eterno para seguir siéndolo.
Nos duele ese triste papel porque, con algunos de ellos, nos unió una hermosa amistad.
Tercera:
El antichavismo está tan desconcertado que:
1.- Los plumólogos provenientes de la oposición tradicional se han vuelto muy críticos de esta. Léase a Carlos Raúl Hernández o Luis Vicente León.
2.- Los ideólogos del autollamado “chavismo originario” quieren superar con su verbo a los plumólogos de la derecha. Léase a Rafael Ramírez o Nicmer Evans.
“Chávez los volvió locos. Maduro los está mandando para el manicomio”.