Tras 20 años de violencia sectaria Irak se encamina a restañar la convivencia

Mohamed al Haydari, un destacado erudito de la rama chií del islam, la mayoritaria en Irak pero cuyos ritos estuvieron prohibidos durante la dictadura suní de Sadam Husein. EFE/Carles Grau Sivera

Bagdad, 19 mar (EFE).- La relativa paz y estabilidad que existía entre los iraquíes durante la dictadura de Sadam Husein quedó dinamitada con la invasión estadounidense de 2003, cuando las tensiones entre las dos principales sectas religiosas iraquíes llegaron a su punto álgido y derivaron en una sangrienta guerra civil de la que el país aún se está tratando de recuperar.

En los tiempos de Sadam Husein “no había libertad y, por consiguiente, nadie podía manifestar una opinión diferente a la del Estado. Por eso no había diferencias entre los suníes y los chiíes”, dice a EFE desde su oficina Mohamed al Haydari, un destacado erudito de la rama chií del islam, la mayoritaria en Irak pero cuyos ritos estuvieron prohibidos durante la dictadura suní de Sadam.

Para Al Haydari, “no hay divergencias entre suníes y chiíes”, y recuerda que incluso los miembros de estas dos sectas se casaban entre ellos, algo que, lamenta, ya ha dejado de suceder desde que las tensiones entre los creyentes de ambas ramas del islam llegaron al punto de matarse entre sí.

Precisamente, la célebre mezquita de Al Khilani, en el centro de Bagdad y donde predica el religioso, fue escenario de un atentado con coche bomba que en 2007 dejó 78 muertos y más de cien heridos.

 

UNA GUERRA SANGRIENTA

Tras la invasión, la administración estadounidense que gobernó Irak desmanteló por completo las instituciones relacionadas con el régimen de Sadam Husein, incluido el Ejército y las fuerzas de seguridad, por lo que cientos de miles de suníes, antes privilegiados, se quedaron desempleados y se sintieron marginados.

Asimismo, Estados Unidos también escogió a líderes chiíes exiliados para dirigir el país, por lo que los suníes pasaron de ser dominantes a dominados, lo que creó el caldo de cultivo para la insurgencia armada y para la organización terrorista Al Qaeda, que perpetró numerosos ataques contra iraquíes que dejaron miles de muertos.

“No, los estadounidenses no liberaron Irak. Lo ocuparon. Ellos se callaron al respecto de algunas prácticas. Permitieron los asesinatos, las explosiones en todas partes… ¿Y a esto se le llama liberación? Es destrucción”, exclama Al Haydari.

El erudito asevera que con el caos provocado tras la invasión, varios países vecinos como Arabia Saudí, Jordania o Turquía realizaron “operaciones militares contra los chiíes”, alega, en referencia a las evidencias que presuntamente vinculan a estos países con organizaciones terroristas.

El resultado fue una guerra sectaria que entre 2006 y 2008 asoló un país aún convaleciente del golpe que supuso la invasión estadounidense.

 

CONCILIAR A LOS IRAQUÍES

Husein al Barzanji, el portavoz del Consejo de Ulemas de Irak suní y administrador de más de mil mezquitas en todo el país, en la mezquita Abi al Hasanin, en las afueras de Bagdad. EFE/Carles Grau Sivera

“Sí, hay diferencias entre los suníes y los chiíes en cuanto a la ideología, pero esa diferencia no justifica que combatamos unos contra otros”, asegura a EFE Husein al Barzanji, el portavoz del Consejo de Ulemas de Irak suní y administrador de más de mil mezquitas en todo el país.

Desde la mezquita Abi al Hasanin, en las afueras de la capital iraquí, suspira aliviado por el hecho de que “en los últimos dos años ya no hay sectarismo en Bagdad”, algo que desea que “no sea temporal”.

“Nos quedó una herida. En los tiempos de Sadam, suníes y chiíes estaban en el mismo barco, pero tras la ocupación y todo lo que ocurrió, un suní no aceptaba estar en la misma clase que un chií y viceversa”.

Al Barzanji reconoce que durante la guerra sectaria, los suníes estuvieron estigmatizados debido a los ataques de Al Qaeda, pero el clérigo recuerda que ellos también fueron víctimas de sus actos terroristas y que, por ese motivo, gran parte de la comunidad se vio obligada a abandonar Bagdad y a buscar refugio en el norte de Irak.

Igualmente, gran parte de los partidos políticos iraquíes también promovieron el sectarismo para ganar votos, advierte.

A pesar de que los líderes religiosos de Irak aseguran que los tiempos del sectarismo llegaron a su fin, aún a día de hoy, Bagdad sigue dividido entre barrios suníes y chiíes, una de las huellas que dejaron los 20 años de conflicto y que Al Barzanji desea que se vaya difuminando poco a poco.

“Ahora, desde hace dos años, la convivencia entre suníes y chiíes se vuelve a parecer a la que había durante la época de Sadam”, sentencia.
Carles Grau Sivera

 

 

 

 

 

 

 

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