Mariana Duque
@mariananduque
Hablar del estado Táchira es hacer referencia, entre otras cosas, a sus trapiches. La producción de miel y panela ha sido uno de sus principales atractivos durante años, tanto así que propios y visitantes hacían paseos hacia las montañas sólo para llegar a estos espacios en donde se muele la caña de azúcar y se procesa.
Endulzar el café con panela es una costumbre propia de estos sectores. Hay quienes aseguran que el sabor cambia cuando se hace con azúcar refinada, pues sus paladares se acostumbraron al sabor de la miel de la panela.
Para preparar las arepas de harina de trigo, conocidas como arepas andinas, los habitantes de Táchira, rallan o derriten la panela para agregarla al amasado; sin dejar de lado el aguamiel, bebida caliente que se elabora en la entidad andina solo con panela, o agregándole leche, en sustitución del café.
Las llamadas melcochas, dulce artesanal realizado con melado o miel espesa, forman parte de los productos más buscados de estos lugares de producción, que no se han salvado de la crisis económica y de servicios públicos que enfrenta Venezuela.
65 años en la producción de panela
Zacarías Pinto López es dueño de un trapiche en el sector Loma de Pánaga, zona de montaña del municipio San Cristóbal, en donde ha disminuido la producción de panela en un 80%. Tiene 76 años de edad, de los cuales 65 ha dedicado a esta labor y a la siembra de caña de azúcar, que fue iniciada por su padre.
Recuerda que en aquella época el trapiche siempre estaba encendido y que junto a sus hermanos realizaba esta labor, que ahora también heredaron sus hijos y nietos, quienes ayudan en el trapiche cuando no están en medio de sus actividades académicas.
Hasta hace unos cuatro años, Zacarías producía de lunes a viernes entre 100 y 150 cargas de panela a la semana. Cada carga tiene dos pacas y cada paca de panela contiene 96 unidades. Ahora produce solo 2 o 3 cargas, 2 veces al año, porque le sale más costoso trabajarla que comprarla, además de que la producción de caña de azúcar disminuyó, y los campesinos sembraron pasto.
Zacarías no encuentra mano de obra para sembrar, palear y cortar la siembra, lo que le hace más difícil el proceso. “Como el gobierno les dio una bequita creen que es mucha ganancia, entonces compran una moto, se van a trabajar y abandonaron el campo. Quedamos los puros viejos”, dijo.
Por ahora laboran con él seis personas, cuando logran moler caña, de los cuales al menos cuatro son de su familia.
Anteriormente vendía panelas en el Mercado Metropolitano de San Cristóbal, uno de los mercados municipales con mayor demanda de este producto, pero la producción de ahora no le da para abastecer la demanda. Es por ello que la mayor parte es para consumo familiar, regala a los vecinos más necesitados y vende algunas pocas.
“La gente tiene muchísima necesidad, y nosotros no nos negamos a ayudar a quien se pueda”, dijo.
Sin gasolina y sin electricidad
Carlos Eduardo Cardona es el supervisor de todo el proceso de producción de panela. Está pendiente de la molienda, de la elaboración de la miel, que no se pase el término para la melcocha y la panela. Es yerno de Zacarías Pinto y su mano derecha. Nada se hace, sin que él lo observe.
Asegura que producir panela en esta época es difícil, sobre todo por la falta de gasolina para trasladar la materia prima, lo que ha llevado a pérdidas de cañas de azúcar. Relató que el dueño de la caña que estaban moliendo mientras se realizaba la entrevista, perdió un camión de la siembra, al no poder sacarla a tiempo de los campos por la falta de gasolina.
Dos años sin moler pasaron en el trapiche de Zacarías porque no había producción de caña, sino de pasto, y ahora que sembraron, la dificultad es el combustible y la electricidad, pues en Loma de Pánaga cumplen hasta 18 horas diarias sin servicio eléctrico, y cuando se cae un árbol pueden pasar hasta dos días en oscuridad, mientras llega la Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec) a reparar los daños.
Precisó Cardona que el litro de gasolina lo tienen que comprar a 5.000 pesos colombianos, pues no cuentan con salvoconducto para adquirirlo a precio subsidiado, 5.000 bolívares el litro, a pesar de formar parte del sector productivo, y para ellos no es rentable comprarla en dólares, 20 dólares el litro en las estaciones internacional, o pasar días haciendo cola.
“Prácticamente el combustible aquí es para la gente enchufada, para la gente que tiene unos salvoconductos, que están con el gobierno, pero la gente normal no. Por aquí no se ha aparecido el gobierno a ofrecer alguna solución, a promover la producción. Estamos totalmente desamparados”, expresó Carlos Eduardo Cardona.
Tanto para Zacarías Pinto como para su yerno, Carlos Cardona, las fallas en los servicios públicos, de gasolina, la falta de abono y de productos indispensables para la siembra de caña de azúcar, así como la ausencia de mano de obra durante la cuarentena por la pandemia de COVID-19, han empeorado la situación de la producción, que ya era complicada.
Consideran que el futuro de los trapiches “es gris” y pueden acabarse de continuar limitados, aunque por tratarse de una actividad familiar, heredada de sus ancestros se niegan a apagar definitivamente los motores y cerrar sus puertas.