El país debe prepararse para una transición. Una transición que debe ser pacífica, democrática, constitucional y electoral. Nada de violencia. Venezuela ya ha sufrido demasiado a lo largo de su accidentada historia republicana como para seguir apostando a la violencia.
Otros países lo han logrado: Chile con Patricio Aylwin y la concentración democrática. África del Sur con Nelson Mandela. Polonia con Lech Walesa. Venezuela en 1958 con el liderazgo democrático de la época. Los venezolanos de hoy también podemos promover un proceso de cambio político sin traumas y sin violencia.
Se trata de -transitar- un camino de un modelo fracasado hacia una nueva propuesta de país. El modelo que se nos propuso a partir del proceso electoral de 1998 ha fracasado en todos los frentes. Fracaso económico inconmensurable. Fracaso político evidente al no lograr superar ni la polarización ni la división de la familia venezolana. Fracaso social: hoy hay más pobres que antes y, además, los pobres de hoy son mucho más pobres que los de ayer. Hay hambre, enfermedad, desolación, miseria y emigración de millones de compatriotas. El fracaso social no puede ser más evidente.
También hay un fracaso en la prestación de los servicios públicos fundamentales: el agua, la electricidad, la salud, la educación, la seguridad y, en general, todo lo que tiene que ver con la calidad de la vida de los venezolanos.
Finalmente, tenemos por delante un enorme fracaso ético. La Revolución Socialista se ofreció para acabar con la corrupción. Es evidente que en tiempos de la República Civil hubo corrupción. Nada comparable con el escándalo de corrupción continuada que se ha producido en estas últimas dos décadas.
El fracaso del socialismo del siglo XXI ha sido tan grande y tan descomunal que sus propios dirigentes deben sentirse muy desanimados a volver a solicitar la confianza de los ciudadanos para seguir gobernando. Los propios dirigentes honestos que puedan quedar en las filas del oficialismo deben ser los más interesados en que se produzca un relevo en la conducción del gobierno. En que se produzca una transición.
Del lado de los que anhelamos un cambio pacífico, el compromiso es el de presentarle al país una alternativa seria, capaz de inspirar la confianza de los ciudadanos y capaz de movilizar al electorado para que regrese a la ruta electoral, democrática y pacífica.
Todo esto podemos lograrlo si procedemos con inteligencia, con amplitud y con patriotismo.
Seguiremos conversando.
Eduardo Fernández
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