Mariana Duque/ @mariananduque
DLA.- Con el pulso acelerado, la respiración agitada, frías las manos, con incertidumbre y curiosidad cruzó Carlos Eduardo Ramírez la puerta que separa al área externa del Hospital Central de San Cristóbal, con la zona de atención para pacientes con COVID-19.
El reportero gráfico de Diario de Los Andes se había planteado desde el inicio de la pandemia (principios del año 2020) fotografiar lo que ocurre en el área de aislamiento COVID-19, sobre todo el trabajo del personal de salud, que cumple sus labores en medio de bajos salarios, poco material de bioseguridad y escasos trabajadores, lo que les obliga a redoblar esfuerzos.
Después de varias consultas con las autoridades de la Corporación del Salud del Táchira (Corposalud) llegó el día y el jueves 10 de junio de 2021, a las 10 de la mañana, usando traje de bioseguridad, lentes protectores, doble tapaboca, botas quirúrgicas y guantes, ingresó a los pisos 1 y 2 de aislamiento COVID-19 del principal hospital de atención centinela en el estado andino, referencia además de los estados Barinas y Apure.
Con cámara en mano, teléfono en un bolsillo y “la bendición de Dios” se atrevió a entrar.
“Tenía miedo, le pedí mucho a Dios que me cuidara y me cubriera. Intentaba que ni un milímetro de mi piel quedara descubierto, por el miedo de que me fuera a contagiar. Estaba entrando al centro del COVID-19, en donde se supone hay mayor concentración del virus. Fotografiar desde los mismos pasillos de COVID, donde hay más de 30 personas acostadas y saber que todas son positivas, es como estar en un corral con ganado. No sabes si te va a golpear o qué va a pasar. Haciendo las fotos pensaba, estoy metido en el corral del COVID, porque a uno le da miedo en la calle estar en un bululú por si se contagia, que si da el puñito o no, imagínense adentro”, relata Ramírez.
Cuando observó al personal se dio cuenta que todos tenían el traje de bioseguridad, tapabocas doble, uno quirúrgico y uno N95, y guantes que cubrían parte de la manga del uniforme, pero algunos no usaban mascarilla plástica, ni lentes.
Al ingresar, escuchó el sonido de los respiradores y el esfuerzo de los pacientes por respirar, unos se quejaban y otros tosían. Quienes observaron su ingreso lo miraban en silencio, tal vez con curiosidad, pero era mayor el malestar que la intención de preguntar.
Tan sólo un paciente que estaba sin respirador hizo un comentario al que estaba a su lado, comiendo, con ayuda de una enfermera. “Dijo, coma rápido y sonría para la foto. Le dio como un ánimo y eso me alegró”, expresó el reportero.
Al hacer una visual de quienes se encontraban hospitalizados, se asombró que la mayoría eran personas de la tercera edad, tan sólo dos o tres eran de aproximadamente 30 años. Para la fecha estaban hospitalizados 43 pacientes, cuatro de ellos en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).
Sin aire y con humedad
Filtraciones, humedad y falta de iluminación observó Ramírez en algunas partes de la hospitalización COVID-19. Diario de Los Andes lo había verificado días atrás, cuando la zona estaba vacía. El agua se estaba filtrando y mojando los pisos en la zona de emergencia que fue habilitada para pacientes con el virus.
“Como hay muchas personas puedes pensar que es el sudor o el mal olor del paciente, pero es el olor de las filtraciones. Había agua en algunas partes del suelo, en el piso 2. Bajando para el otro piso, en una de las escaleras que sale para la emergencia también había filtraciones”, relató.
No hay aire acondicionado, las ventanas abiertas dan frescura a los pisos y ayudan a iluminar, pues hay partes en oscuridad por falta de bombillos. Los equipos de oxígeno en su mayoría son artesanales, por lo que el personal de enfermería chequea constantemente las mangueras.
“También vi una parte tenebrosa, como oscura por falta de bombillos. Eso creo que es una de las negativas que puede tener esa área, falta de iluminación. Logré hacer unas imágenes donde se ve oscuro”.
Así como observó lo negativo, también se dio cuenta que la directiva del hospital junto a la Fundación Juan de Dios están reparando los pisos que quedaban vacíos (para este 21 de junio ya está ocupado piso 4) y acondicionando los baños, para dar mejor atención.
En UCI
Ingresar a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) fue más complicado, a pesar del permiso que tenía de las autoridades de Corposalud. Personal del área le explicaban al reportero que permitir una fotografía era exponer al escarnio público al paciente y no lo permitirían, por lo que exigieron un permiso firmado o una llamada telefónica del director del primer centro asistencial del Táchira.
Carlos Eduardo Ramírez esperó más de una hora para obtener esa llamada, lo hizo con paciencia porque entendía la posición del personal. Cuando logró ingresar, vio a cuatro pacientes, uno de ellos estaba boca abajo y todos tenían respiración asistida. Allí hizo solo unas fotos referenciales, no quería exponerlos.
Es un lugar frío, privado y sólo. En donde se escucha es un equipo que indica los latidos del corazón del paciente. Se siente la tensión de la enfermedad.
“Hice el trabajo con el mayor respeto posible, entendiendo a los pacientes, sus familiares y al personal. La enfermera me sorprendió porque me dijo que la disculpara por no dejarme ingresar de primera mano, pero esos pacientes son como su familia. Me dijo: entiéndanos también a nosotros y discúlpennos porque nosotros aquí somos su única familia y ellos la de nosotros. Qué bonito que para una enfermera un paciente sea como su familia, se ve en el trato, como los tratan, como los atienden. Así sea un sólo enfermero que está para todo un pasillo lo están haciendo con amor. Los visten, los cambian, les dan de comer, conversan, pendientes del oxígeno, son increíbles”, dijo.
“Trabajo de hormiga”
El reportero gráfico de DLA estuvo dos horas en el área y nunca vio a un enfermero quedarse sentado haciendo nada. Tan sólo una estaba en el escritorio, llenado historias. “Entraban y salían, entraban y salían, estaban muy activos. En todo el día son 12 los que tiene la Fundación y me imagino que se están turnando. En ese momento había dos enfermeras para más de 15 camas, dándole de comer a uno por uno, porque había era dos o tres pacientes sin oxígeno”.
A Ramírez le impactó el trato del personal de enfermería hacia el paciente. El cariño con el que les dan los alimentos a quienes están complicados, la revisión constante del oxígeno, y una que otra palabra de aliento que escuchó.
“Vi que una enfermera le iba a dar comida o jugo a un paciente y le quitaba la máscara, le daba la cucharilla y le volvía a poner el oxígeno. Eso me impactó mucho, me di cuenta lo vulnerable que es el ser humano para esa enfermedad, y además la vocación que tiene el personal, porque ellos también pueden contagiarse, ganan poco y tienen que tratar a muchos pacientes”.
Es tanto el trabajo, que muchas veces no tienen tiempo de pensar en comer o qué van a comer, cuando son sorprendidos por organizaciones civiles que llegan con alimentos. “Sus rostros de felicidad son incomparables y el agradecimiento es único. Es increíble, pero seres tan valiosos, que cuidan de nuestras vidas no ganan ni para poder alimentarse bien. Ojalá todos pudiéramos preparar un alimento, unir esfuerzos, para darles más fortaleza y alivio”, añadió.
El trabajo de Juan de Dios
El lunes 7 de junio el presidente de la Corporación de Salud del estado Táchira (Corposalud), Ildemaro Pacheco, acompañado del director del Hospital Central, Tito Zambrano, anunció que restablecieron una alianza con la Fundación Juan de Dios para el ingreso de enfermeros al área COVID-19.
“Hemos firmado un convenio con la Fundación Juan de Dios que tiene como finalidad la atención de los pacientes con un mayor nivel de calidad y con una situación de mayor confianza y credibilidad. Es un esfuerzo conjunto, las áreas no se están entregando, ni el hospital, ni la Corporación de Salud están cediendo su responsabilidad en la conducción de los procesos. Seguimos siendo responsables del área de aislamiento COVID-19 del Hospital Central”, expresó.
El coordinador del área COVID-19 de la Fundación Juan de Dios, Eudes Zambrano, explicó que son 80 enfermeros semanales, 12 diarios, los que están cumpliendo la labor. El salario del personal depende de empresas y sociedad civil que les prestan la colaboración.
“Nos encontramos aquí haciendo una labor de amor. La Fundación Juan de Dios es una organización sin fines de lucro que apoya a las personas que se encuentran con dificultades de salud. Después de haber llegado la pandemia la fundación se abocó a ayudar a este tipo de pacientes tomando en cuenta el déficit de personal que hay a nivel público… disponemos de 12 enfermeros diarios para un promedio de 80 enfermeros semanales, ya que ellos laboran 24 horas, una vez a la semana, para cuidarse la salud”.
En 2020 permanecieron trabajando siete meses. Iniciaron atendiendo a 30 pacientes y llegaron a tener hasta a 107, en el repunte más alto del virus. Para el mes del marzo de 2021 se retiraron porque bajó la curva, pero al llegar la segunda oleada del virus volvieron a llegar.
Hasta el momento no han tenido personal contagiado, pero en 2020 si tuvieron a un enfermero en UCI, quien salió bien librado del virus. “Es un recurso humano muy valiente, muchos de ellos trabajan a honoren, lo hacen porque les gusta la labor social y arriesgan sus vidas por las demás personas”.
Vencer el COVID-19
Mientras Carlos estuvo haciendo el trabajo salió un paciente de alta. “Ver que alguien se levanta, agarra sus cosas y sale en silla de ruedas porque su familia lo estaba esperando, también es una satisfacción, porque se nota la alegría del personal de salud. Últimamente hemos escuchado que no salen de ahí, que salen para la morgue, pero hay quienes logran vencer el COVID-19”.
Días después, el martes 15 de junio, el reportero estuvo en dos inhumaciones realizadas en el Cementerio Municipal de San Cristóbal de pacientes que fallecieron en el Hospital Central. Hasta ese día sumaban 10 protocolos de inhumación en el mes de junio, según el director de Protección Civil San Cristóbal, Ronald Zerpa, quien agregó que en el mes de mayo tan sólo fueron dos.
“Después de haber estado en el hospital pensé que probablemente pude haber visto a una de estas dos personas luchando contra el virus y lamentablemente perdieron la batalla. Dos familiares acompañaron el sepelio, uno de ellos con flores en las manos, totalmente forrado de equipos de bioseguridad. Es muy doloroso que no pueden darle su último adiós, verlos, abrazarlos y homenajearlos como seguramente lo merecen”, acotó.
Haber ingresado a las áreas COVID-19 del Hospital Central de San Cristóbal le enseñó a Carlos Eduardo Ramírez, reportero gráfico con más de 15 años de experiencia, no sólo el esfuerzo que hace el personal de salud por salvar vidas, sino también la necesidad de respetar las medidas de bioseguridad para evitar contagiarse y contagiar a los seres queridos.
Datos recientes
- Hasta el sábado 19 de junio había en el Hospital Central de San Cristóbal 65 pacientes, 6 de ellos en UCI. Cuatro personas habían fallecido de 73, 84, 54 y 70 años de edad, según balance publicado por la gobernadora del Táchira, Laidy Gómez, a través de sus redes sociales.
- El 10 de junio de 2021, cuando DLA ingresó al área COVID-19, sólo estaban ocupados los pisos 1 y 2. Para el 15 de junio el director del centro de atención centinela, Tito Zambrano, informó que había sido habilitado el piso 4 en el cual se ubicaban 14 pacientes.
- Según el epidemiólogo del Hospital Central, Noel Calderón, del 5 al 13 de junio de 2021 fueron atendidos en triaje respiratorio 180 pacientes, 30% de los cuales pasaron a hospitalización COVID-19.
- El 14 de junio de 2021 el jefe del área COVID-19 del Hospital Central de San Cristóbal, Carlos Saavedra, informó que estaban ocupadas el 70% de las camas habilitadas, y que había dos enfermeros por turno para atender a más de 50 pacientes.
- El viernes 18 de junio la autoridad única en salud, Amelia Fressel, informó que había 353 casos activos de COVID-19 en el Táchira.
- Del 11 al 17 del mes de junio falleció en el Hospital Central de San Cristóbal el 11.4% de los pacientes, según reporte de la gobernadora del Táchira, Laidy Gómez.
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