<Lo que le interesa a la sociología no son los niveles moleculares sino el comportamiento. El comportamiento es respaldado por un cerebro. Se comienza a comprender muy burdamente cómo funciona éste…> Henri Laborit. En varios autores: Preguntas a la sociedad actual, 1974, p. 185. Monte Ávila Editores.
El término duelo se asocia con una lucha entre estar afligido y sentir dolor. Es un sentimiento donde también hay sufrimiento, tristeza, fatiga. En fin, generalmente es el resultado de esa constante del ser definida por Spinoza como muerte. No todas las lenguas le dan el mismo sentido. En la lengua francesa aparece el término duelo en el Siglo XV con el sentido de dolor. “Hacer su duelo o llevar su duelo”, significan aceptar de vivir su dolor. Esto nos dice que cada contexto educa para comprender el duelo al lado de lo que se entienda por vida y vivir. Así, duelo y muerte pueden ser parte de una pérdida en el ser, pero también una situación social. Lejos de ser una enfermedad, como algunos piensan, el duelo es una reacción de una persona que ha perdido un ser querido. Pero también el duelo lo puede tener una persona que no logra desprenderse de una pérdida: un ser querido, un proyecto, una ideología, un adversario. En fin, es un ser alejado de la felicidad, pues el duelo y su pérdida le impiden una existencia equilibrada. Hay así pérdidas previsibles y las imprevisibles por un fenómeno natural: terremotos, virus, divorcios, epidemias y pandemias, accidentes, muertes prematuras. El duelo entonces acompaña también la posibilidad de desprenderse de algo para seguir con nuestras vidas. Por supuesto, los afectos y prácticas espirituales o deportivas, así como el trabajo y la distracción ayudan a salir de ese duelo como signo de dolor. Quien no lo hace funciona como un ser contaminante de tristeza, dolor y sufrimiento, es el tipo de materia prima útil para sectas y fanatismos reproductores de rencor odio y sufrimiento, dentro de un discurso del “No puedo con mi dolor” También allí ese ser es una esponja, ( G. Bachelard) para servir de inspiración a la literatura del despecho, propia de los mexicanos. La semiótica del duelo tiene distinta intensidad y calidad, pues no es lo mismo la muerte de un amigo que la de un niño o de un amor entrañable. Cuando un amor se va se tiene la impresión que una parte de uno también se fue. Ahora bien, siendo hoy Venezuela un laboratorio del dolor cotidiano, no inventado por mí, sino visible a quien quiera ver. Parece obvio que para unos hay una sociedad de duelo y para otros no; vale preguntar: ¿Qué es para los venezolanos el duelo y el dolor? ¿Qué tipo de duelo arrastramos históricamente como para no escoger entre el dolor y la felicidad? ¿Desde cuál lugar social se estimula la muerte, el sufrimiento y el duelo entre los venezolanos? No tengo respuestas, apenas soy un cronista postmoderno que cada día toma muestras teóricas de nuestros comportamientos anómicos. Es una reflexión para que cada quien piense en sus síntomas reproductores de tristeza, aunque viva como el payaso que ríe su cotidianidad ocultando su duelo. La gravedad de un duelo no se evalúa en función del valor objetivo de lo perdido, sino en la carga de subjetividad que tiene para el doliente. Ver un cadáver en la calle, un ser que exhibe su condición de hambre cotidiana, o la sonrisa de un compatriota como mirando un más allá, es algo desgarrador y desagradable. Allí la sociedad muestra toda su fea estética. Saque sus conclusiones.
@CamyZatopec