TÓPICOS | Venezuela como cosa

 

<Cuando viajo, sobre todo al extranjero, mi llave de la ciudad suele ser una invitación para conocer los escenarios más violentos y tristes> P. Cornwell Retrato de un asesino, en Jack El Destripador, Caso Cerrado. 2003:21.

 

Por distintas publicaciones se habla del caso venezolano actual como un laboratorio político-social donde la ciencia pareciera tener ciertos límites epistemológicos para configurar una verdad general. Los signos sociales, económicos y culturales de la cotidianidad son diversos, caóticos y cualquier teoría válida en otro lugar aquí es incoherente. Violencia, miedo, terror, abuso, incompetencia; términos útiles más incompletos. Considerando algunas lecturas olvidadas de mi Doctorado en Ciencias Sociales me atrevo a defender hoy una idea de E. Durkhein al enunciar como regla metodológica el tratar los hechos sociales como cosas. Consiste la misma en orientar al investigador preferentemente hacia los aspectos morfológicos (forma) o institucionales de la vida social diaria. En este sentido los fenómenos sociales son cosas y deben ser tratados como tales. Así, no es necesario filosofar acerca de la naturaleza histórica ni discutir las analogías con otros fenómenos (aquello que aparece), sino leer hoy a Venezuela como cosa identificando aquello que está dado, no lo que se dará. ¿Qué es entonces lo dado? Una sociedad fea cuya forma está dominada por una ausencia total de instituciones reguladoras del bien común. A eso le añadimos una ineficacia del texto constitucional aprobado en 1999. Venezuela es así una cosa anómica fabricadora de sujetos anómicos. La vieja y tradicional idea de agotados estudios sociales predicando valores altruistas es hoy invisible. La economía como cosa, el gobierno (nacional, regional y local, oficial o de oposición), la educación como cosa son todos espejos de la inexistencia de esos valores. Los valores que observo como cosa en todas partes son los que se intercambian cotidianamente en unas relaciones económicas inestables. Incluso por todas partes existen bancos (por cuanto intercambian dinero por productos) como cosas que la Internet pone a funcionar digitalmente. No hay allí una moral única, sino morales con signos cosificados y cualquier signo es ajeno a regulación institucional. Ese intercambio determina hoy las reglas visibles de la conducta social. No solo es lo útil y lo necesario para sobrevivir lo que se observa, sino la contingencia como imposición de un Estado confundido con gobierno y dominio de los partidos políticos gobernando. Ese Estado con un vacío institucional y constitucional mueve a las personas como cosas. Eso es lo dado como fenómeno social político en una nación con gruesos recursos naturales donde las naciones también leen al país como cosa fácil de explotar. Es por esto que al leer lo institucional como algo vaciado de contenido pretendo afirmar que no existe la presunción de control institucional, sino que cualquier funcionariado puede decir cualquier cosa sobre la economía, lo cultural, lo educativo o lo democrático y eso tiene repercusión sobre toda la sociedad. Por eso usted puede observar en lugar de mando a no importa que persona y poco importa su competencia comunicativa o de desempeño de título. El cargo es ante todo una cosa que sirve para cualquier cosa. Por supuesto, no niego en ese intercambio de roles y necesidades económicas respuestas psicológicas y conductuales donde la anomia pareciera ser planificada desde ese tipo de Estado-gobierno-partidos de gobierno. La vieja noción de Estado de derecho constitucional donde cada institución maneja márgenes de autonomía pasó a ser en Venezuela una cosa manoseada. Igual que los productos del mercado formal e informal donde cualquier regulación sanitaria es un contrasentido racional. Usted necesita verduras y legumbres, tómelos del suelo o no los lleve. Esa es la cosa del intercambio como necesidad. Saque sus conclusiones.

 

 

camiloperdomot@gmail.com

@CamyZatopec

 

 

Salir de la versión móvil