<El lenguaje tiene ventaja sobre la lengua, la palabra sobre la sintaxis. La significación orienta el signo. El dinamismo de la lectura promueve la escritura>. G. Duran, P. 88, en L. Garagalza. La interpretación de los símbolos. P. 31.
Sobre la palabra crisis no soy el único en referirla, aquí solo intento aportarle al lector su sentido original y algunas interpretaciones puntuales al momento que nos toca vivir en Venezuela. En efecto, el término es difundido como similar a <tomar decisiones>. Los diccionarios simplifican su uso en criterio, dificultad, trastorno físico-moral, afectaciones a algo. También se asimila a desastre y catástrofe. Originalmente a Hipócrates, médico de la antigua griega y en cuyo nombre circula la leyenda de un juramento que hacen los médicos como ética de su profesión al momento de graduarse, se le otorga el término desde los verbos decidir y determinar.
Su experiencia le indicaba cómo actuar ante la exacerbación de los 4 humores del cuerpo humano: flema, sangre, cólera y bilis negra y allí el habló de crisis de flema, de sangre, de bilis. A partir de la observación de los colores respectivos de tales humores, él obtenía signos para aplicar una terapia apropiada con fines de sanación. Ese es el signo del término crisis que originalmente difundió el discurso médico. Pasados los tiempos y referencias culturales, la Modernidad lo centró en la economía, la educación y la sociología, pero su sentido sigue estando en forma de metáfora para las decisiones, eventos y acontecimientos de difícil tratamiento cuando los síntomas persisten. Una idea que manejo en mis cursos de valores en el N.U.R.R., consiste en imaginar a un viajero quien con una dirección intenta ir a un sitio, pero llega a un camino con distintas salidas y no existen señales, avisos, nombres o indicaciones de por cuál vía continuar. Es una ruta sin cartografía o mapa. ¿Qué hago?, es la pregunta obligada y esa es la imagen de crisis. En esta Venezuela postmoderna donde se impuso como ética el <Todo vale>, ese término queda circunscrito a ciertos humores de una sociedad enferma, tal como Hipócrates leyó al cuerpo humano, pienso en optimismo, pesimismo e indiferencia. Opino que optimismo implica decidirse por un cambio radical de nuestra identidad cultural desde una nueva educación básica.
Pensar en venezolanos meritorios y capaces. Pesimismo, implica leer al venezolano resistente al cambio, corrupto y amigo de la envidia, allí se invita a preguntar esto: ¿Hasta dónde seguir insistiendo en un gendarme como guía política? De esas dos se desprende, según el tratamiento adoptado, el vacío existencial y la indiferencia. Sobre todo ante tanto ensayo y error sin resultados tangibles. En esa sintomatología circula también la angustia, la envidia, el abuso, el terror, el aullido y la desesperación frente a una ausencia total de Estado y texto constitucional; lugares pensados para equilibrar la enfermedad. Finalmente se saca en limpio el tema del liderazgo responsable para una nueva forma de atacar al enfermo. Eso pasa por no ocultar sus síntomas, pues la crisis nuestra tiene muchas metáforas. Saque sus conclusiones.