<Cada quien se pregunta de tiempo en tiempo cómo llevar la existencia un poco menos pesada> Alexandre Lacroix. Revista Philosophie magazine Editorial. Julio 2018.
Los venezolanos hemos sido educados dentro de la mentira, lo falso, el escándalo y lo banal. De allí ese el raro privilegio de vivir dentro de un mundo con una economía globalizada y a su vez aceptar y admirar la pobreza. Eso sí, criticamos a los países ricos, pero nos agrada consumir sus productos. Frente a esa paradoja el mundo político se muestra fracturado entre un movimiento exitoso para ganar elecciones y pésimos en trabajar para darle calidad de vida a los venezolanos. En efecto, no existe educación sin intención política y la neutralidad educativa es una contradicción. Es decir que nuestra situación social tiene un origen y unos actores. En otros lugares el político propone ideas y proyectos a los fines de mejorar la vida de los otros. Por ejemplo, un régimen de pensiones, un seguro social y de salud, una educación para el progreso, lugares de esparcimiento, mantenimiento de la trayectoria cultural-deportiva.
En fin, ese es el escenario de sus propuestas. Entre nosotros es todo lo contrario, político fracasado no renuncia, no cede el puesto y como la vergüenza le resbala busca a otros desvergonzados para seguir en el mundo de la falsedad y la mentira. ¿Quién se ocupará de nosotros?, es una pregunta que los jóvenes de países desarrollados aprenden desde la familia y la escuela. La respuesta allí es, sus padres, luego cuando son adultos se ocupan de ellos mismos. No se enseña a que los hijos de ocupen de sus padres, pues el Estado y sus políticos deben cumplir sus propuestas de ocuparse de sus electores. En países como el nuestro y con el desastre creado bajo el nombre de socialismo se olvidó el Estado y sus políticos evitan responder esa pregunta. Hoy, muchos hijos forzados a salir del país se ocupan de sus padres.
Otra paradoja vergonzosa para nuestra historia patria. En ella la mayoría de los partidos políticos carecen hoy de propuestas en ese sentido de calidad de vida, sus fines son otros y lo coyuntural se impone. Se predica que es la gente, con sus aciertos o torpezas, la que decide. He allí el problema, pues la gente anda buscando medicinas y comida, no comprende su mal y como los malos se aprovechan de su miseria la resignación los domina. Esto en Venezuela hay que entenderlo y comprenderlo. De tal manera que ahora hay que admitir, y es el privilegio que como intelectuales tenemos, el nacimiento de un nuevo Estado donde su nueva razón política sea la urgencia de legitimar otra unidad ética-moral en una sociedad diversa y plural. El voto pierde su fuerza cuando las propuestas están vaciadas de contenido real. Saque sus conclusiones.