<Cuando el poder puede retomar el control de la dramatización, encuentra una facilidad de restauración,…> G. Balandier, Modernidad y poder, p. 130.
Desde el año 1991 cuando publiqué mi primer libro sobre la postmodernidad bajo las enseñanzas de mi maestro Rigoberto Lanz, el pensamiento y la manera de pensar dieron un salto y muchos paradigmas quedaron dispersos en el camino: socialismo, socialdemocracia, marxismo, cientificismo; en fin, todo un montón de escombros inútiles para dar cuenta hoy de nuestra crisis y sus tradicionales soluciones. El mercado tiene hoy nuevas reglas y nuevos actores, así en Venezuela no nos demos por enterados. Es la postmodernidad en su expresión diversa y para todos los gustos, desde el teléfono inteligente hasta los coach sustitutos de la reflexión profunda. Esta postmodernidad no se muestra con igual ritmo o señales; ella varía en función de una dialéctica cultural. La nueva sensibilidad toca por ejemplo al intérprete de Rap, sujeto para quien los libros y la lectura no cuentan; pues se definen poetas de la calle y de lo urbano. Sus letras y ritmos atrapan a jóvenes y no tan jóvenes. El nuevo sentido de percibir lo social es con los dispositivos y redes de conexión. El conocimiento se configura no en lo moderno sino en lo postmoderno; la inteligencia artificial o la nube. Dos ámbitos donde lo más cercano para percibirlo es recurrir a brujos y nuevos mitos. Una pregunta ronda hace tiempo en este intento de comprender la postmodernidad: ¿Tiene sentido un pensamiento crítico en postmodernidad activa? Rigoberto ensayó en sus escritos varias prácticas al respecto. Entre otras invitaba a informarse bien sobre la modernidad, a perder la inocencia frente a la predicada verdad de la ciencia y su diferencia con las ideologías, a indagar sobre la semiótica del poder, y sobre todo a atreverse a pensar sin paradigmas. Compartimos con él estas y otras señales del pensamiento, pero llegó este pastiche de socialismo bolivariano y su dispositivo de control denominado dupla cívico-militar y así el pensamiento pasó a ser otra cosa para los venezolanos. Luego de 20 años de este pastiche las señales del fin de las ideologías que en la modernidad convocaban a las masas muestran para el intelectual otra manera de pensar. La alternativa, esa frase vaciada de contenido y fuerza ya no muestra rostros definidos. Cualquier cosa pasará de ahora en adelante con el nombre de lo alterno. Los sujetos convocantes pudieran ser simples y oportunos populistas que en el afán de tener tribunas prestadas se presentan en el escenario con guiones en crisis de fundamento. Los socialismos por ejemplo, intentando revivir el mito del espíritu del cambio revolucionario. Lo que sí parece fijo y real es que luego del desastre creado desde este pastiche, cualquier propuesta emancipadora tiene en ello un punto de referencia a no repetir. Saque sus conclusiones.