<El arte no es simplemente reflejo de la realidad sino que toma partido por algo o contra algo>. E. Fischer. El problema de lo real en el arte moderno. Varios autores, en Polémica sobre el realismo. P. 104.
El Tópico lo escribí hace dos años en este mismo Diario. Trata sobre Baruch de Spinoza (1632-1677), y luego de leer el ensayo La herida de Spinoza-Felicidad y política en la vida posmoderna, ganador del premio Anagrama, 2011, escrito por Vicente Serrano, le agrego algunos datos de interés para el pensamiento de hoy. Es un ensayo de filosofía, no de autoayuda. Las ideas de Spinoza le sirvieron al Neurobiólogo Antonio Damasio, y de allí se inspiró Serrano, para confirmar con información científica que el humano actúa por afectos, emociones y sentimientos. Importa así que la filosofía, en la visión de Spinoza, le daría respuestas al problema de la Biopolítica donde la modernidad cambia la felicidad por una potencia o voluntad de poder. Tal como Nietzsche y Foucault se encargaron de analizar, cada uno en su tiempo. Spinoza fue bien conocido por desarrollar un tratado sobre la ética escrito en forma geométrica, extremadamente racional y contradictoriamente religioso. El mismo fue publicado luego de su muerte. Fue condenado a ser excomulgado por el dogmatismo religioso de su tiempo al haber intentado darle a su texto de ética una orientación religiosa panteísta, donde Dios es una substancia captada por medio de múltiples atributos. Según Spinoza, de esos atributos nosotros solamente podemos conocer dos: el pensamiento y el entendimiento. He allí el disgusto del poder religioso frente a esa afirmación. En su reflexión, el mundo es una armazón de modos diversos y plurales con sus atributos. En ese espacio el hombre es una estructura de modos de entendimiento y de pensamientos. Y tendríamos así dos constantes: sufrimiento y muerte. La idea postmoderna se localiza precisamente porque la ciencia tiene como objetivo de verdad superar la muerte, pero ello es un obstáculo porque la idea de poder descentra la idea de hombre. En conclusión, sólo hay entre Dios y el mundo modos diferentes de puntos de vista. Luego de 343 años esa idea cobra realidad ante el monumental desarrollo de la tecnología y la aparición del clima cultural postmoderno. En efecto, hoy la ética y la política tienen mundos diferentes y sus sujetos muestran una difícil articulación. ¿Cómo limitar las pasiones y deseos del hombre? , se preguntó Spinoza. Las éticas que fundó la modernidad son un discurso regulador curiosamente infiltrado en su corazón por su imposibilidad de regulación. El ensayo es una invitación a releer con cuidado las investigaciones de los neurobiólogos, como Damasio, para quienes cuerpo y mente no están separados como pensó Descartes. Recordemos también que la ética de Spinoza ve la idea de Dios como realidad de la naturaleza, como una construcción discursiva humana. Uno puede imaginar que desaparecido el humano de la tierra tendría que existir otro animal que reconstruyera otro discurso de deidades. En ese sentido Dios no es persona, ni tampoco desde él es posible que el hombre conozca sus misterios. Esta idea le permitió a Spinoza imaginar la política como una teoría naturalista de la sociedad donde los vínculos con Dios son ante todo relaciones entre naturalezas. De tal manera que la separación entre ética y política que algunos vieron como desastre, hoy en la postmodernidad es posible sin muchos traumas. Eso implica que la corrupción sea vista como otra ética más. El hedonismo y el sensualismo, otrora criticados por la moral cristiana es hoy estimulada por la publicidad y su mercado. Saque sus conclusiones.
@CamyZatopec