“Se necesita una considerable dosis de inconsciencia para entregarse sin reservas a cualquier cosa”. Cioran. Breviario de podredumbre. P. 179.
Estamos siendo afectados por el más cruel de los terrorismos: el de un virus descontrolado y realengo. Añadamos a eso el no tener respuesta ante la posibilidad de sufrir el mal mayor como es la muerte, y tenemos el terrorismo hecho espíritu. El tópico de hoy será una síntesis de opiniones de filósofos reconocidos refiriéndose al terrorismo y la fascinación que ejerció sobre alguno de ellos. Veamos: En el año 1794 se sitúa el origen del término terrorismo durante la Revolución Francesa y se refería a una forma de lucha contra los enemigos de la República.
En el siglo XIX la palabra toma el sentido que le da el anarquismo en el texto Catecismo Revolucionario (1868), escrito por M. Bakounine y S. Netchaiev. Ellos definen allí al revolucionario como alguien: “…absorbido por un solo interés, un solo pensamiento, una sola pasión, la Revolución”. Por ello es indispensable, dicen ellos, desestabilizar el poder y emplear la violencia sin discriminación. Luego de la segunda guerra mundial violencia y terrorismo se justificaron como un acto auténtico contra el imperialismo.
Destacan en esa justificación comunistas, anarquistas y antiguos miembros de la resistencia francesa contra el nazismo como J. P. Sartre, quien habla de terror fraternal. Con A. Camus, autor del texto El extranjero y premio Nobel, emerge un filósofo opuesto a esa idea de Sartre y combate la idea anarquista: “Nada está prohibido si permite servir a nuestra causa” En Camus, la moral debe estar sobre la política. El 17 de noviembre de 1977 las autoridades francesas apresan al terrorista alemán Ulrike Meinhof y lo intentan entregar a las autoridades alemanas, un intelectual prestigioso, M. Foucault, hace defensa de esa persona alegando derecho de asilo contra gobiernos autoritarios.
Para Foucault, la voluntad de lucha contra la opresión política es lo primero. El 3 de noviembre de 2001, J. Baudrillard, intelectual francés de renombre, publica en Le Monde un artículo denunciando el atentado contra las torres gemelas de Nueva York y denuncia ese terrorismo. Él es quien primero nombra El espíritu del terrorismo. En síntesis, del terrorismo pienso es ante todo un acto moralmente repudiable, tenga el signo que tenga. Este terrorismo es el asociado con la política, con el Estado, con los cuerpos represivos, con los gobiernos opresores. La modernidad política lamentablemente anduvo en el mismo carril que el terrorismo por aquello del oportunismo político. Se desprende eso incluso de la experiencia indeseable de los llamados movimientos de liberación y de guerrillas o del narcotráfico, de golpes de
Estado contra instituciones, de campañas políticas financiadas por traficantes de armas y de drogas. Allí el espíritu del terror se disfrazó de política del bien común. El otro terrorismo es el de la guerra con organismos modificados genéticamente en virus y hongos con fines de control político y de la economía. Allí el riesgo de producir una limpieza humana en la tierra pareciera no ser una hipótesis absurda. Solamente con un poco de imaginación en la situación que estamos viviendo en Venezuela podemos construir ideas al respecto; sobre todo de cuánta es nuestra vulnerabilidad actual.
Ya nada es seguro, y si bien hay toda una experiencia investigativa al respecto, estamos en manos del control de laboratorios, empresas farmacéuticas, élites políticas, militares y económicas. Todo el planteamiento de la modernidad ilustrada en eso de darle a la razón el privilegio de tener un humano autorregulado para el bien común se hizo opaco. Recuerdo hoy a Nietzsche: “El más cruel de los animales es el hombre”. Saque sus conclusiones.
Por Camilo Perdomo
@CamyZatopec