< ¿En qué consiste la alegoría? Ya hemos dicho que es, antes que nada, un método de relación. Parte siempre de una comparación>
Fernando Lázaro. Estilo barroco y personalidad creadora. 1966: 17.
Tenemos una crisis política de largo aliento y una pandemia con un virus que amenaza con derrumbar toda la lógica con la cual está concebida la ciencia. Toda idea de sociedad simplificada en relaciones de solidaridad, encuentros y reuniones con festejos, así como los abrazos está en el túnel de las prohibiciones evitando el contagio. ¿Cómo llamar a este mundo: ultramoderno, postcapitalista, postliberal, posthumanista, postpandemia? A cada gusto le sale su adjetivo o su post. Nombres sobran y autores de apoyo a tales denominaciones consigue usted en cualquier diccionario nuevo. Hay lectores y críticos de textos que repiten frases hechas tratando de buscar esa seguridad perdida, los hay buscando paradigmas que andan de vacaciones, y no faltan quienes colocándose una venda en su reducido cerebro afirman que todo es un invento del imperialismo, que nada ha pasado en el mundo, que el asunto es de lucha de clases, de crisis de la salud, de pobreza, de voluntad política. Incluso hay quienes aún conservan paraguas en sus casas para sacarlos por la calle cuando en los residuos del llamado mundo socialista llueve: de esa manera expresan su solidaridad militante. Estos aspectos le dan a cualquier definición de lo social y, por supuesto de lo político un toque paradójico, trágico y complejo. La soberanía, la ciudadanía, la libertad y los sujetos sociales tienen hoy rasgos teóricos que son tan efímeros como su dificultad para admitir que ya nada será como venía siendo. El todo se hizo complejo e inatrapable. En el mundo de la ciencia política vinculada con la idea de poder suenan nombres como Spinoza, Foucault, Maquiavelo, Hobbes, Deleuze, Negri y Maffesoli, entre otros. Las democracias están hoy infiltradas de populismo, militarismo y oportunismo y no viven su mejor auge representativo, ni su calidad en eficiencia gubernamental. La idea de que el pueblo es Dios, de origen spinoziana, coloca a los humanos en pequeños dioses que se permiten todo. De esta manera, al pueblo le está permitido todo. Pueblo es potencia, es fuerza. Su idea de Ética está vigente, pero carece de sujetos reales y con fuerza para darle predicados reales. Esa idea de lo democrático como el derecho del pueblo a hacer lo que se le antoje devino compleja y trágica. Los términos pueblo, masa, soberano, multitud, muchedumbre, chusma, buhonería y otros, se usan hoy para dar cuenta de lo político. En fin, es la pluralidad y la diversidad lo que se juega con tal término. Pero llegó el virus convertido en pandemia y todo se hizo vulnerable donde nadie está a salvo. Ya con esto términos como complejidad y tragedia devinieron reales. La ignorancia de ciertos asesores gubernamentales (ello no significa que carezcan de diplomas universitarios) sobre cómo prevenir y tener un sistema de salud como lo pensó L. Pasteur soltó ese mal total llamado muerte. La sola explicación medio posible de tal tragedia ciudadana es la economía del voto y el despilfarro de dineros públicos para gobernar. Ya circula la frase, ignoro quién la dijo, “La ciencia es el límite donde comienza a actuar Dios” frente a la pandemia. Sabemos que con ciudades limpias, ciudadanía educada en salud preventiva y un sistema de salud pública eficiente el virus está mejor controlado. Pero el asunto grave es que lo comunitario se hizo paradójico y diverso. ¡He ahí la tragedia que se nos vino encima! Saque sus conclusiones.
@CamyZatopec