“Entonces no pasa nada. No obstante es necesario decir nada. ¿Cómo decir: nada? Nos encontramos delante de una gran paradoja de escritura: nada sólo puede decir nada; nada es tal vez el único vocablo de la lengua que no admite ninguna perífrasis, ninguna metáfora, ningún sinónimo, ningún sustituto, pues decir nada…es al instante llenar la nada” R. Barthes: El grado cero de la escritura p. 227.
Constato hoy que nuestra existencia ante la virología política y la de los virus de laboratorio es nada. ¿Cómo responder a nuestro interlocutor con la palabra nada? La pregunta nos lleva a la duda, la encrucijada o la incertidumbre donde no tenemos seguridad sobre lo que vivimos, observamos o pensamos. Alguna vez leí que para los dioses somos simples marionetas de sus caprichos. También constato eso. Curiosamente, cada vez que se da esa pregunta y casi por reflejo condicionado respondemos con el término nada, siendo allí donde se complica el asunto. Se complica porque siempre queremos que pasen cosas y nada es tan similar a lo inanimado o a la muerte como la nada. Responder con algo diferente, como por ejemplo: “no me interesa saber qué pasa, yo vivo o no vivo y punto,” complica aún más el asunto, porque nadie se imagina que no se tenga interés por lo que nos rodea. Haga usted ese ejercicio cuando alguien le pregunte: ¿qué pasa en Venezuela? y diga de seguido: “eso no me interesa.” Si usted milita con algo, seguro le responde al otro con esto: ¿cómo es eso de que no sabemos qué pasa en Venezuela? ¡Comprométase!, pero si usted vive en la nada es posible que se cruce de brazos y se ría de la pregunta. Ahora bien, ¿a quién seguir como portador de la verdad sobre la respuesta a esa pregunta? Si nos apegamos al texto de Barthes, es obvio que la nada no produce nada, es nada y punto. La nada es vacía, no tiene sentido, es inatrapable, pero pareciera que es un punto de referencia para existir: es posible vivir de la nada y recurrir a ella para decir que la vida nació de la nada. El asunto es aún mucho más provocador cuando le metemos el diente al vocablo y descubrimos que nada y existencia conviven juntos, algo así como la ausencia de fines para vivir. Vivimos para la nada, nacimos de la nada y nos convertimos en nada. De tal manera que no tiene mucho sentido plantearse una existencia trascendente o con fines para un más allá habitado por la nada o para un futuro del cual nunca sabremos nada. En parte porque pasa lo que ocurre cuando le preguntamos a alguien esto; ¿qué hora es? La persona interrogada primero mira en su muñeca si tiene el instrumento apropiado: un reloj. No sabemos nada sobre las condiciones de tal instrumento o sobre su calidad y precisión, y para complicar más el asunto cuando nos diga el demandado lo que leyó en la esfera ya transcurrieron varios segundos que hacen nada a la respuesta sobre la hora. Los neurocientíficos han logrado producir en sus laboratorios marcadores de conciencia, pero aún no saben qué es eso. Saben también que el cerebro tiene circuitos neuronales que dan la respuesta a lo observado por el humano con segundos de retardo de lo que es real. Por ello no es aconsejable manejar un auto y atender el teléfono mientras se conduce. Como vengo de mostrar, es la confianza, el asombro, la diferencia y la libertad los términos que mayormente buscamos para quitar ese origen de nada que es nuestra existencia. Por todos lados buscamos una seguridad que no existe, por eso todo aspirante a dictador (asegurando su dominio) intenta saber por anticipado lo que piensan sus adversarios. Así se da seguridad para controlar oposiciones. Lo terrible es que ese brutal ser cuando hace eso atenta contra la libertad y la democracia que dice defender. Nada está tan cerca y tan lejos de la libertad como el control de la espontaneidad. Quien es amigo del control se inicia siempre matando la espontaneidad. De esa forma mata la creatividad del término e impone su visión de libertad. Libertad donde la diversidad, lo plural y el perder el tiempo reflexionando sobre la nada no son vistos por el pichón de dictador como términos importantes para la sociedad. Tanto en el mundo como en Venezuela la nada llegó para quedarse. Ya nada nos asombra, ya nada nos convoca, ya nada nos seduce, ya nada es tan importante como para pensar que tomaremos el cielo por asalto. El cielo es la nada y a lo mejor es vacío y feo. Pasado presente y futuro se hicieron nada para decirnos que nada somos y en nada nos convertiremos. No haga planes, viva su nada y renuncie a tener la del otro, no sea delator. Deje a cada cual con su nada, a lo mejor ese sea su gran capital. La nada es contemplar el vuelo de un colibrí.
@CamyZatopec