“Según Foucault, El control de poblaciones para asegurarse la obediencia política y una fuerza de trabajo dócil y útil en relación con las demandas del capitalismo naciente constituyen las preocupaciones centrales del arte de gobernar” S. J. Ball (comp.): Foucault y la educación 1997 p.19.
Tengo a M. Foucault como el maestro de la sospecha y me es agradable leerlo desde Venezuela en momentos donde pareciera más útil contar con siquiatras y sicólogos en vez de sociólogos y filósofos. En el NURR estamos terminando un seminario doctoral en educación sobre el poder con las ideas de este pensador y allí hemos tenido la oportunidad de intercambiar ideas al respecto. Foucault tuvo el raro privilegio intelectual de convertir lo habitual en lo extraño. Logró su estado del arte en la investigación desde el momento en que afirmó que el poder no se tiene, no es una economía y tampoco se sabe qué es. Por sus investigaciones sabemos que el control y el orden se aprenden en el binomio: vigilar y castigar, como también que el poder es una relación de fuerzas donde el saber es el gran invitado. Plantearse una educación disciplinada como algo parecido a represión y otra derivada del saber disciplinario, sistematizado y reflexivo son cosas diferentes. El funcionariado burocrático nuestro no sabe esto. También la idea de resistencia importa pues donde hay oposiciones hay poder. Que esto se ignore hace de nuestra crisis una enfermedad política. Evidentemente que nuestro aparato escolar solamente se ocupa de la disciplina como algo similar a poder y control y no a formación disciplinaria dentro del campo de un saber para reflexionar y utilizar ciertas bondades de la razón. Pensemos lo mismo para la práctica política de la corrupción y el daño hecho a la sociedad. Nos identifica buscar el golpe de suerte y el azar, pero menospreciamos las consideraciones racionales en juego. Somos olvidadizos y eso explicaría por qué olvidamos lo que nos conviene y no lo que nos hace daño. Sin embargo, eso no explica que tengamos valores de respeto y solidaridad tan fuertes como para tener una ventaja comparativa exitosa. Por el contrario si eso fuese así nuestra tragedia social sería fácil solucionarla. Observe una oficina pública cualquiera y verifique la ausencia de valores contra lo corrupto. Si un venezolano se atreve a protestar otro le dirá que deje las cosas así y no se meta en problemas. Es la hora del siquiátrico abierto en las ciudades y campos. Si estas notas se aceptan leeremos la borrachera del voto como una intoxicación emocional del venezolano dentro de lo que somos: sujetos ansiosos, de llanto y grito fácil y con tendencia al descontrol racional para atacar los problemas de fondo. Así, el bochinche será siempre exitoso. Saque sus conclusiones.