<Yo soy un hombre sin deseos de castidad, y nunca pretendí pasar por más sabio que los otros> R. Descartes.
Nuestra cotidianidad cambió de signo y de explicaciones con la pandemia del virus chino o COVID-19. Explicaciones hay para cada país. La información circula en porcentajes de afectados y fatalidades. La incertidumbre, el miedo y el sufrimiento viajan juntos o se depositan en cada cuerpo vulnerable. Los negativos efectos sociales, económicos y del compartir se expanden cada día. Trabajo, escolaridad, distracción, turismo, viajes y planificación de los datos de vida quedaron afectados. El sistema de valores como solidaridad, respeto, libertad y ciudadanía, pensados fuertes, se hicieron opacos y débiles. No sabemos incluso cómo están los territorios afectados por la guerra y el terrorismo. La pandemia opacó esos eventos. Los cuerpos muertos también son un dato estadístico que superó los metros cuadrados planificados en países para entierro de dolientes. Esto, entre otras constataciones desagradables. “Aprenderemos de la pandemia,” dicen opiniones diversas por la red. Pero antes hubo pestes y pandemias, y así como se creó la ONU., se creó la OMS. ¿Y qué ocurrió con la prevención y la educación de poblaciones frente a eventos de ese tipo? Ya sabemos de la inutilidad y burocracia de esas organizaciones: Siempre llegan tarde a los desastres creados por el hombre. Curiosamente, la culpa ahora es un dispositivo, que en el caso de gobiernos autoritarios, es utilizado para la represión, el chanchullo, la corrupción, la delación de disidentes y limitaciones a la libertad. También se observa un purismo cientificista en cuanto a “No politizar la pandemia,” como si se quisiera despachar aquello de Aristóteles: <El hombre es un animal político>. Sin libertad y política somos, como dice Antonio Escohotado; “Simples ovejas de rebaño pastoreadas por hienas” No pretendo desnudar la pandemia desde la ciencia biológica, no es mi campo, pero sí pienso en lo útil de una Teoría Crítica de la sociedad y la cultura abordando los términos siguientes: Salud, trabajo, prevención, acción, ciudadanía, libertad, política, economía, religión, creencias, sectas, magia, y otras. Para desde allí construir un cuerpo de análisis que se centre en lenguaje y pensamiento del siglo XXI. Conocer nuestro entorno es importante, pero conocer nuestra espiritualidad (mucho más lejos de lo que dictan las religiones) es algo demasiado vital para la voluntad de vida como para dejárselo al libre albedrío de científicos y tecnólogos. Educar la intuición del hombre, criticar los paradigmas de la ciencia, explorar las visiones de lo razonable, pienso pudiera ser, en lo que viene, una opción ante desastres. Esta pandemia probó que no hay fronteras inviolables, que no hay seguridad para proyectos religiosos aislados. Probó que todos podemos ser alcanzados. Maturana, en un material gentilmente recibido de nuestro Editor Eladio, invita (comparto plenamente esa idea) a encontrarnos como humanos. Saque sus conclusiones.