<No es la muerte lo terrible, sino nuestra idea sobre la muerte> Marco Aurelio, el Estoico.
Desde Aristóteles sabemos que las emociones y la educación están íntimamente ligadas para construir en el hombre la idea de virtud y así lograr en él conductas del bien. Las investigaciones contemporáneas de la neurociencia confirman datos extraídos del cerebro humano centradas en reacciones relacionadas con deseos y emociones. Hablando desde el mundo de la filosofía, los racionalistas seguidores de E. Kant le dan poca importancia a esos aspectos y descartan así los factores psicológicos relacionados con virtud y moralidad. G. Deleuze, pensador francés ya desaparecido, acuñó en sus trabajos la frase “El hombre es una máquina deseante.” Sabemos también por distintas fuentes científicas que el humano nace, como cualquier animal, con conductas manifestando su temperamento. Mientras que su carácter es un asunto a ser construido por el contexto escolar-familiar-social y educativo. Revisando esto de cerca comprenderemos por qué la industria del espectáculo y del entretenimiento funciona bien para las ideologías en su reproducción de sujetos alienados e ideologizados. Funciona bien para los aparatos políticos, religiosos y de sectas. Allí la clave consiste en excitar el aparato sensitivo al máximo hasta construir un sujeto de masas como líder carismático (dixit: Max Weber). Ese aparato responde a gritos, consignas, fanfarrias, banderas de colores y visiones de futuro donde la voluntad lograría todo. No por accidente el líder carismático le habla a la masa durante horas sin fatigar la audiencia y donde poco cuenta la calidad del contenido: Hitler, Kennedy, Fidel, Chávez. Esa actividad es filtrada por especialistas de la imagen y el rating para conseguir la alienación de la masa. La masa es así un producto más para ser manipulado con arreglo a fines. Este relato cuenta para configurar en la sociedad sujetos virtuosos o sujetos amorales y por ello importa mucho que la sociedad no ceda espacios en la educación de sus miembros, en la familia y en la escuela. Cuando la ideologización se impone junto con alienación la sociedad depende del líder carismático y no de una política del bien común. La educación, sabemos también, no es solo asunto de programas y contenidos (formal), sino de responder preguntas y desafíos: ¿Qué tipo de carácter debe tener el producto escolar: emotivo, virtuoso, racional o indiferente? Moral es un término venido del latín para definir conductas y hábitos. Así, todo carácter tendría como base la actividad moral y no se dejaría al azar de la existencia. Maestro y miembros de la familia serían garantes de ese carácter y no el Estado, lugar de dominio del líder carismático. Ahora bien, moldear ese carácter implica resistencias por el temperamento del sujeto a dejarse cambiar y es la astucia y las habilidades donde padres y maestros deben probar su competencia. Conozco una narrativa de la antigua Grecia, en Esparta, (del Siglo IX a, C.) Existió allí una Monarquía gobernada por una asamblea de ciudadanos y un consejo de notables distribuidos en cinco foros. Cuando un niño cumplía 12 años de edad, se le aplicaba un reglamento escolar para su educación particular con el fin de estimular su inteligencia y competencias dirigidas a tener éxito en un mundo donde no había piedad. Consistía la norma en reducir ese niño a la desnutrición dentro de unos muros custodiados por militares. En la semana dejaban salir los niños a la ciudad para que fuese a robar alimentos. Debía ese niño probar su temperamento y carácter como señal de inteligencia y habilidad en la acción de robar. Pero si era atrapado robando era castigado severamente, no por haber robado, sino por no haber tenido éxito. Saque sus conclusiones.
@CamyZatopec