Tópicos / Gobernantes desvergonzados

“El lugar de la ética no es el porvenir, sino el presente, porque es menos equívoco y engañoso nombrar lo que nos disgusta y nos repugna, que describir el bien común o la felicidad de la mayoría”. Victoria Camps, en La imaginación ética. P. 217.

 

El profesor Humberto Eco fue semiólogo en la Universidad de Padua, nos dejó escrito en la introducción de un texto que trata de la estética una diferencia entre el mensaje en la pintura y el paisaje con respecto al de las palabras. Según Eco, el artista tiene mayor libertad que el escritor o el hablante. Esta idea permite estudiar la estética fea de algunas de nuestras ciudades frente a la ineficacia de sus gobernantes locales. Gobernantes que son artistas de lo feo y se enorgullecen de obtener muchos votos. En efecto, si observamos los espacios por ellos gobernados es obvio que obtenemos la idea de arte que está presente o ausente en ellos. No cuidan de su ciudad como tampoco de ellos mismos, no cultivan el lenguaje ni las formas respetuosas de tratar a los otros. Carecen de vergüenza y por su obra los definimos como tales. Pueden viajar a otros continentes, ver programas por los medios y siguen siendo analfabetos funcionales. Eso no importaría mucho de no ocupar puestos de gobierno, ese es el problema social y la herencia que transmiten a sus gobernados. Lo que sigue vale para gobernantes o aspirantes a serlo: ¿Qué sentido tiene llegar al gobierno con una avalancha de votos que al final sólo sirve para ocultar la incapacidad para darle a sus ciudadanos una ciudad limpia y bella? Ante ese caos vale decir que el orgullo de ser sinvergüenza es mucho más dañino que cualquier invasión imperialista. Basta mirar de cerca a funcionarios actuales en sus prácticas cotidianas aprovechándose de información privilegiada para crear empresas que contratan con el Estado y cuyos accionistas son también sus familiares. Ese sinvergüenza no nació en este proceso, pero antes bastaba una crítica en la radio o una noticia en la prensa y hasta para mantener las apariencias medio reaccionaban. Hoy el sinvergüenza muestra en público su incapacidad y así educa a sus vecinos e hijos. Los medios de información los controlan y ante los otros aplican censura y bloqueo. Ese desagradable ser no escucha, no procesa soluciones pues comprendió que todo pasa por decir, ante toda crítica, que son los contrarrevolucionarios y escuálidos que le tienen rabia, envidia, que antes también hubo ladrones, por qué ahora no ha de haber. Ahora, se le oye en las palabras incoherentes que bota su ancha boca, sí manda el pueblo y la gente no lee periódicos, no lee a intelectuales. ¿Por qué le voy a parar a esa gente? Como si ser pobre y vivir con calles y ciudades sucias fuese un orgullo. Ciertamente, grita el sinvergüenza, las calles no sirven, pero el pobre no tiene carro. ¡Entonces para qué arreglarlas! He allí el signo donde sinvergüenzura e incapacidad para gobernar van juntas y las consecuencias las pagamos todos. En el fondo lo que el sinvergüenza busca es que la ingobernabilidad, el caos urbano y la incapacidad sean una tradición cultural donde nadie finalmente no entregue cuentas del dinero administrado a favor de sus intereses. Saque sus conclusiones.

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