La representación social de la democracia más difundida es la del voto libre. Sin embargo, por lo menos en Venezuela, ello no implica libertad de organización pues por democracia se difunde también como legítimo que sean los partidos la guía. Hoy el hombre masa dicta la pauta de movilización y los partidos quedaron rezagados. De allí que cuando se combate la dictadura se exija primero libertad para los partidos políticos, pero hay sujetos de acción detenidos que no deberían pasar a un segundo plano en esta lucha. El asunto a revisar es cómo luego de 40 años de dominio de partidos y al instalarse el dominio por otros 20 de un solo partido llegamos a esta pesadilla calificada de Socialismo del siglo XXI y así asistimos a la instrumentalización de la pobreza como intercambio perverso de votos y elecciones controladas desde el poder. El resultado es un juego de verdades y discursos donde nada es claro, todo es comprendido desde el absurdo. Por ejemplo, se habla de soberanía, de dignidad, de libertad, de participación; pero cuando se busca el resultado concreto de esos términos solo encontramos vacío, ambigüedad, manipulación y mentiras. Que hoy el hombre político venezolano sea percibido por la masa como alguien manipulador, insincero, mentiroso y ausente de autonomía para respuestas a preguntas incómodas nos indica que estamos en el tránsito de una exigencia de cambio radical respecto a la responsabilidad de sujetos a los cuales se les entrega el dominio de la ciudad y sus instituciones. Si esto se me admite, parece claro que el objetivo central de los grupos de poder (económicos, religiosos, militaristas, extranjeros, de medios, resentidos y otros) dirigidos por el señor Chávez desde el proceso constituyente en 1999 era dinamitar lo institucional y el cadáver de los partidos políticos de ese entonces. Por eso la tarea básica fue acabar con la Constitución recién nacida bajo la estrategia de confundir en un solo cuerpo partido de gobierno y figura del Estado. Hoy, no hay Estado como referencia de control democrático para garantizar ciudadanía, ni tampoco texto constitucional como marco de equidad responsable. Los hechos del ejercicio del poder con el señor Maduro así lo muestran con nitidez. Dicho así: el partido hoy no es instrumento de participación, sino razón de dictadura: carnet de la patria, vigilantes de calle, cuerpos represivos clandestinos y enmascarados, instrumentación del miedo y terror. Con un agravante: sus sujetos son personas también vulnerables en autonomía, calidad de vida y derechos. No hay una clase social mandando, pero sí un grupo manejando información privilegiada protegido por esos cuerpos y sujetos. El resultado no es otro que la destrucción de lo social y el atraso generalizado en un mundo globalizado. Saque sus conclusiones.