<Cuando aparecen las epidemias, los Signos de los Dioses ya no bastan para curar el mal. La enfermedad ya no es negociable> J. Attali. El orden caníbal. Crisis de los dioses. P.54.
Aclarando el camino del Tópico: no soy especialista en medicina o salud; solo intentaré fijar algunas ideas como investigador de valores y ética ante la pandemia que nos llegó con el nombre de coronavirus. Las señales a destacar son las siguientes: 1-Se agudiza su virulencia por tener un clima social conocido como globalización de la economía. 2-Los mass-media, indicadores de esa globalización, pueden exagerar o contribuir a sus efectos sobre la población. 3-La lógica de un capitalismo salvaje contribuye a destruir cualquier solidaridad y compasión debido a la especulación de los precios de medicamentos y utensilios de control. 4-La separación de personas, contactos y posibilidades de entretenimiento por agudizar el contagio, recuerda comportamientos como para la lepra en Europa. 5-Los lugares donde las políticas públicas de salud y medicina preventiva, vía hospital o ambulatorios, fueron abandonadas afectan con más fuerza a sujetos vulnerables. Son cinco observaciones, pueden ser más, para describir el lugar donde se concentra el mal (recordemos que el máximo mal es la muerte) del virus: los cuerpos vulnerables. En efecto, El cuerpo es una estructura que desde la idea de metáfora se convierte en un espacio donde se marcan diferencias (no absolutas) respecto a los efectos de la epidemia o la pandemia: enfermos, débiles y pobres. En cuanto a la lectura del enfermo, hay unidad de impacto pues afecta a todos y el miedo a morir no se improvisa. Algo nos dice que algo de terror vino con la sorpresa del mal en forma de virus. No tener posibilidades de obtener medicinas, atención y seguro no es asunto de capricho o voluntad de morir, es la constatación de un desorden socio político donde las políticas públicas en esa área carecen de una lógica de prevención y asistencia. El mal siempre será distinto para cada época, lo dicen las estadísticas, la historia de los cuerpos enfermos y cómo fueron tratados y diagnosticados. Ya los cuerpos no mueren de lepra ni los gobiernos sueltan esos cuerpos, castigados por una enfermedad de fea estética, al mar para que mueran. Si bien con la información y las redes proliferan terapeutas religiosos y curanderos oportunistas, se sabe que ante la peste de Asia en la edad media y con casi 25 millones de muertos lo eficiente era cultivar las ciencias médicas. Allí hubo bloqueo de movilizaciones, barricadas a casas de pestosos y se aislaron ciudades; ganó la muerte, pero eso obligó a revisar políticas de investigación, consecuencias sociales y causas. Hoy, el virus nombrado en forma de corona, no es el único de ese tipo, invita a revisar protocolos decadentes. Las conquistas de convivencia comunal pareciera que como una consecuencia fija es que quedan bien averiadas. Por decir algo: que un comerciante aumente el precio de medicinas y productos de sobrevivencia para el cuerpo enfermo ante ese virus, nos dice algo agotado de códigos religiosos de solidaridad, piedad y caridad. Que un ministerio de salud muestre a gerentes públicos asaltando el presupuesto previsto para emergencias, también nos dice algo de la calidad humana hoy. La Europa de la peste negra, gripe y lepra dejó una historia interesante como nuevo orden social: vigilancia, denuncia, listas y régimen policial-represivo de control de poblaciones. A lo mejor esto pasará luego de esta pandemia. Saque sus conclusiones.
@CamyZatopec