<…Que el hombre se largue cuanto antes, tal es el deseo que la naturaleza formula y que el hombre, si lo quisiera podría satisfacer en el acto>
Cioran, Desgarradura, en Urgencia de lo peor, 2004: 58.
La palabra ciudadano circula en Venezuela como algo similar a soberanía, respeto, ciudadanía pero su efecto en conductas humanas está vaciado de contenido real. Está en los programas de ciencia política, derecho y legislación. En los de filosofía aparece vinculada a los trabajos de Aristóteles en la Grecia ateniense. En sociología y economía destaca M. Weber o C. Marx donde ciudadano y política son similares. De virtud y valores, como de ética o estética, los griegos hicieron cierta distinción en cuanto a definir ciudadano y ciudadanía más allá del lugar donde se habita, es decir era un derecho que el bárbaro no tenía. Bárbaro era el desconocedor de las tradiciones griegas y no podía ser ni magistrado ni participar del debate en la Ágora. Estas apreciaciones pretenden ubicar nuestra ignorancia de aspirantes a ciudadanos cuando colocamos en un mismo plano del conocimiento una reunión de vecinos como algo comunitario o una sociedad como aglomeración de habitantes. Algo falta para definirnos como sociedad de ciudadanos y más si pretendemos bien común y calidad de vida. Distinguir así virtudes de valores permite pensar por qué la política es de políticos y no de ciudadanos activos con el conocimiento básico de qué es una sociedad. No estamos en la Grecia de Aristóteles, ni en la Europa de Weber o Marx, tampoco en la época de S. Bolívar, pero sin embargo presenciamos rasgos de la banalidad del mal que H. Arendt identificó en el Holocausto judío de los nazis y en el mal del estalinismo comunista. No basta tener un texto constitucional describiendo ciudadanía para que el ciudadano sea concreto, lo demuestra el caso venezolano. Entonces, ¿carece de virtudes del bien común la idea de ciudadanía política vinculada con negocios y tráfico de influencias como ocurre hoy en Venezuela? Sí, la política es para servir y no para servirse de ella según Aristóteles. No tiene que ser confrontación entre enemigos aun con circunstancias difíciles, según la Arendt. No es un enfrentamiento entre burgueses y proletarios porque estos últimos no existen ante la revolución del trabajo. ¿Basta una asamblea de legisladores y un texto constitucional para tener políticos y ciudadanos dirigiendo la sociedad? No, la Constitución de 1961 fue reventada por dos golpes de Estado entre militares y civiles y la sociedad no fue obstáculo para ello (intelectuales, empresarios y dirigentes de los partidos políticos contribuyeron); luego se decretó la de 1999 y llegamos a esta fiesta de arbitrariedades donde lo ciudadano y ciudadanía son discursos vaporosos. Luego, ¿por qué la palabra sociedad carece de fuerza real como para regular abusos desde el poder? Una sociedad es letra inválida cuando la fuerza institucional no tiene predicados de sanciones ante cualquier episodio donde el mal es visible. Por ejemplo, un sujeto es investigado por corrupción, un juez lo deja libre; ¿Qué hace la sociedad con ciudadanía activa para corregir eso? ¿Lo estigmatiza e invalida para cargos públicos? ¿Le impide asistir a medios de difusión donde la juventud no vea allí la banalidad de su libertad por parte del juez? ¿Tiene la sociedad programas educativos para formar al joven en política, ciudadanía, democracia, respeto y ética? Busque usted programas en universidades autónomas donde lo anterior sea visible y encontrará sorpresas: eso está banalizado entre sujetos que luego hasta van al gobierno. Nadie nace siendo ángel, ni ciudadano, ni soberano, ni tampoco libre. Los griegos lo supieron a tiempo. Saque sus conclusiones.
@CamyZatopec