En otros Tópicos he planteado la repetición discursiva de la palabra cambio en tanto característica de otra sociedad. Ahora, en tiempos postmodernos donde la paradoja es la verdad y lo complejo es lo real, tiene sentido interrogarse acerca de si cambiando la sociedad a su vez se cambia tanto al humano como sus discursos. Lo que conocemos desde la Sociología son propuestas naturalistas: la sociedad es un hecho cultural y como tal las ciencias naturales se ocupan de ella con sus métodos y teorías.
Propuestas científico espirituales: La sociedad es un producto del espíritu objetivo y como tal las ciencias del espíritu se ocupan de ella. Está la propuesta basada en la idea de formación social y medios de producción que se explican desde la historia humana. Esta idea es la preferida de los seguidores de Marx y sus tendencias políticas. Está la propuesta de la forma y su funcionabilidad donde la socialización se explica por medio de las relaciones entre individuos y grupos sociales y allí cuentan los acuerdos con normas para logar bel cambio. Es el funcionalismo.
Como se observa, el humano intuye la claridad de la sociedad por medio de sus prácticas, entonces una sociedad no se decreta al margen de este dato. Soy seguidor de los pensadores de la Escuela de Frankfort (T. Adorno, J. Habermas, H. Marcuse, entre otros) y me inclino por la mirada crítica a cualquier tipo de sociedad. Desde allí me interrogo: ¿Cambiando el humano cambia la sociedad, su discurso o al contrario cambian ambos? La tecnología cambió su entorno y lo cultural devino postmoderno. ¿Cambiaron las sociedades? Se demuestra que las palabras no son neutras, tampoco los discursos que las ponen en circulación. Entonces, cambiar no parece ser un verbo fácil de objetivar si antes no definimos escenario, contexto y discurso producido. Sobre manera: ¿Por qué aparecen unos discursos en unos lugares y no en otros? El enfoque discursivo de M. Foucault: Discurso y prácticas discursivas permite preguntarme: ¿Cómo se forman los objetos de un discurso? Por ejemplo, las claves del discurso de verdad hoy en contexto de pandemia. Discurso no es contrario a práctica, como sostiene el vulgo. Es algo más que el habla y lo hablado o el conjunto de enunciados que lo evidencian. No es verborrea, es una práctica social que el cerebro evidencia como acto consciente, inconsciente o de conciencia. También puede mostrarlo como signo musical o pictórico.
Desde allí, solo hay discursos y condiciones de su producción o reproducción. Por ejemplo, ¿Cuáles serían las condiciones de producción de las prácticas individuales ante el fenómeno del Covid19? Pensemos en las prácticas de tolerancia, solidaridad e integración comunitaria. Pensemos en el cuidado de sí mismos. ¿Cuál lectura de las prácticas escolares? ¿Qué discurso es más apropiado para distinguir escuela de educación? Cada época evidencia su régimen de verdad, su formación discursiva y sus condiciones de producción. Pensemos en el discurso médico y luego en el discurso clínico. En la genealogía de esos discursos las muertes por pandemia, pestes y enfermedades como la lepra se asimilaron a tortura, persecución política, pecados, locura y prácticas sexuales. Una firma del médico o decretar su locura bastaba para excluir de la sociedad a cualquier disidente. ¿Llegaremos hoy a eso otra vez? Son preocupaciones intentando mostrar que el discurso es una práctica donde la lógica del poder está implicada fuertemente.
No olvidemos que nunca el poder construye prácticas para anularse o destruirse. Cualquier otra práctica le sirve en esa tarea. Saque sus conclusiones.