<Oído en el Paraíso: “Bien y Mal son los prejuicios de Dios” Dijo la serpiente> F. Nietzsche, Le Gai Savoir. No. 259: 275.
Cambio, cambiemos, hay que cambiar, es el nuevo relato luego de la llegada del COVID19. Tengo la intuición que la palabra cambio recobra su espacio ahora en algunos círculos intelectuales ante la evidencia de la generalización de la palabra muerte, con la cual se inició el discurso postmoderno en 1967. La Ilustración y la Modernidad anunciaron el progreso, pero su Nihilismo nos encontró desarmados ante la eficacia mortal de ese virus. Cambio es una palabra de varios sentidos en los discursos filosóficos y científicos. Su mayor uso anda ligado al galicismo “devenir”, es decir: llegar a ser, ir siendo, cambiar o moverse. A lo mejor, pues lo dudo, cambiar por efecto de la Pandemia será “llegar a ser mejor que ahora” Sin embargo no hay trascendencia en esa palabra, pues desde que fuimos concebidos hay cambio.
Por ello hay que precisar a qué nos referimos cuando hablamos de cambio. Todo en el universo cambia, ya nada es como antes fue, el tiempo se encarga de decirlo bien. Pestes, virus y guerras siempre andan juntas para cambiar y matar en nombre de cualquier razón. Pero sí, ese virus marca la pauta para cambiar y los contextos socio-culturales serán o no un obstáculo. Por ello, sentir el cambio como necesidad frente al malestar y calamidad sobre nuestro dato de vida (J. Habermas) es una clave que la sociedad no puede ignorar.
Ahora bien, si con la implementación de una vacuna ese malestar desaparece, ¿el cambio seguirá su curso para ser mejores? Me inclino por revisar en la sociedad actual hábitos y prácticas sociales que ayudaron al virus a mostrar mejor su devastación sobre todo. Por ello, ¿cuáles hábitos a cultivar en la familia, la economía, el Estado y las creencias religiosas o políticas; a los fines de mejorar nuestra calidad de vida? Son reflexiones, no tengo un manual a seguir, y menos desde Venezuela donde debatir y dialogar son palabras opacas. Invitar al cambio es un problema cuando dentro de la sociedad no se cultivan maneras de hacerlo posible o manejarlo con inteligencia. Hoy es posible que miedo y terror a morir frente a la incertidumbre generada por la Pandemia y el no tener herramientas médicas apropiadas y eficientes, conviertan la palabra cambio en una promesa más. Las imágenes de la guerra, del terrorismo, de la tortura y el secuestro, junto a films y documentales de la peste en la Edad Media no ayudaron mucho a cambios humanos en solidaridad y diálogo.
La miseria y la pobreza fueron globalizadas y el cambio siguió pendiente como objetivo del bien común. ¿Aprendimos? Ahora estamos en un precipicio y cada quién deberá reflexionar sobre su propio caso. ¿El cambio es individual o colectivo? La historia de la masa, del pueblo, de la plebe y eso que llaman “las mayorías” no tiene en común una bella estética como para servir de modelo a seguir. Entonces, ¿Se cambia en soledad o en comunidad? La cultura del grito o el aullido no ayudan mucho a una educación con fines de cambio real. Yo seguiré exprimiendo mis neuronas ahora que los fenómenos del inconsciente tienen sentido para interpretar nuevas sensibilidades humanas. ¡Cambio! Sí, a condición de no negar la brutal realidad que nos rodea. Saque sus conclusiones.