<Difícilmente podrá cuidar de la ciudad quien no sepa gobernarse a sí mismo>
Platón, en su Alcibíades.
Todo adiós implica algo más que un hasta luego y depende mucho del sitio desde dónde se enuncia. Por ejemplo, es un contrasentido decir hasta luego en un hospital, una clínica o en un cementerio. La idea de socialismo como cambio y utopía frente a gobiernos despóticos estuvo rodeada de buenas intenciones y algo ocurrió, por lo menos en la experiencia venezolana de estos 20 años para asociarla con algo desagradable malévolo, contradictorio, corrupto, excluyente. Un hasta luego allí parece un imposible, es un ni de vaina, como quien sobrevive en un hospital. A los cultores del socialismo que incluso abundan hoy en la oposición les viene bien reconocer el carácter contradictorio de ese sistema y de la utopía que arrastra. En parte porque su idea de emancipación es un fracaso expansivo. Y también porque esa idea de futuro que representa lo utópico es un delirio frente a la dura realidad cotidiana de consumir, trabajar y disfrutar de entretenimiento dentro de un dominio de libertad como individuo. Ese socialismo predicado como reino de la igualdad se confronta brutalmente entre quien trabaja y paga impuestos y quien desde la idea del estado benefactor intercambia voto y lealtad por un plato de comida. Ese reino de leche y miel abundante para todos suena a la promesa de un Paraíso como lugar de los buenos al morir. El mal en una derecha y el bien en una izquierda le dan paso hoy a un populismo sin valores distintos a exclusión y corrupción, incluso apoyados desde una franja de lo democrático, el voto. Ese es el gran truco del nuevo dominio inaugurado por Hitler y Stalin y perfeccionado en el trópico por los hermanitos Castro en Cuba, dos seres que nunca trabajaron salvo para ordenar a otros que lo hicieran mientras ellos almacenaban gruesas fortunas. Un moralismo sin límites acompaña a esa experiencia política, por eso sus discursos de militancia construyen enemigos y situaciones garantes de exclusión y tiranía. <Son los ricos los culpables de tener pobres>, es la muletilla oportuna capta miembros. Alguien dirá, ¿entonces no hay esperanzas para algo socialista? Siempre queda un resquicio para cambiar, pero ello no siempre es socialismo, antes es vital perder la inocencia frente a todo dominio y domesticación. ¿Cambiar el futuro? No sé, la idea de futuro me tiene sin cuidado, pues el presente es lo real, lo abordable. Dejo eso para los profesores de gramática cuando enseñan a construir oraciones: Juan comerá mañana pollo. Allí y en el cuaderno cabe esa idea de futuro, pero en el mundo real venezolano eso es un contrasentido donde la contingencia y el tipo de política imperante hasta el futuro lo enterró, si eso era posible. ¿Pero y cambiar el gobierno? Aquí tampoco leo perspectivas reales de cambio, pues una sociedad enferma en valores de convivencia, tolerancia y respeto no se construyen en 20 años cuando la destrucción viene de lejos. Esta sociedad que usted y yo sentimos tiene un dato horroroso: desprecia la vida, ama el odio, el rencor y construye por diversas vías la exclusión y la polaridad. Sin reconocer ese dato, pocas cosas tenemos para el debate. Saque sus conclusiones.