Tópicos/ Adiós a las izquierdas y derechas

<Para un hombre que piensa dialécticamente es desagradable decir que hay que contemplar también la otra cara, porque no se trata de la otra, sino de la misma. H. Marcuse. El final de la utopía. P. 109.

 

Uno dice hasta luego para dar la idea de regreso, de reencuentro con agrado. Yo tengo en ese sentido la precaución de no decirlo si fui a una clínica o a un hospital. No entra allí el hasta luego o hasta pronto, tampoco funciona donde no soy bienvenido o invitado. Mientras que uno dice adiós para despedirse de algo o de alguien con estilo, moderación y respeto. Es el sentido de este escrito. De izquierdas y derechas se comienza a difundir en agosto de 1789, en Versalles (Francia) para distinguir la imagen y conducta política en función de dónde se agrupaban en las asambleas quienes debatían intereses, posiciones y coyunturas o entre quienes ejercían el poder, y también los que buscaban adquirirlo. Con la llegada de la Modernidad política esa imagen pasó a ser una señal de identidad, de ideología y de corriente teórica. Luego con las prácticas sociales donde productores y trabajadores organizados se disputaban los escenarios para defender o combatir el poder, emerge un tipo de confrontación, simplificado vulgarmente entre capitalistas (supuesta derecha) y socialistas (supuesta izquierda), disputándose el escenario que los marxistas presuponían era la lucha de clases.

 

Desde esa simplificación la confrontación derecha-izquierda también presuponía que el bien estaba del lado de la izquierda y el mal en la derecha o viceversa. El mapa de términos allí era justicia, libertad, igualdad, fraternidad a los fines de ordenar el mundo y las contradicciones sociales. Por supuesto, la producción masiva de textos en ambas visiones era seducir y producir actores y sujetos, también simplificando el asunto: compromiso, lucha, revolución. En mi caso, en la universidad por todas partes se hablaba más de Marx, Lenin y Gramnci (todos promocionados como modelo de izquierda), pero menos de Marcuse, R. Luxemburgo, Habermas o T. Adorno. La escuela de Frankfort, el círculo de Viena, como tampoco de F. Hayek, premio nobel de economía y quien estudió las crisis cíclicas (considerado hoy liberal y de derecha). Luego de la postguerra y conocidas las atrocidades y crímenes tanto del nazismo como del estalinismo bolchevique en Rusia, esos lugares de izquierdas y derechas se hicieron opacos y hasta tramposos para hablar del bien. Miseria, pobreza, destrucción y una nueva nomenclatura apoderada del poder es el producto que se hizo visible. Llegamos a 1980 y esa constatación de términos (izquierda-derecha) terminó vaciada de contenido real.

 

En este sentido, los conflictos políticos indicaban la necesidad de buscar nuevas maneras de tratar la relación de fuerzas respecto a la voluntad de poder donde, pues emergen nuevos relatos y el problema de quién se ocupará de los pobres no es ya privilegio del Estado solamente, sino de los mismos pobres. Lo contrario demostró ser utilitarismo con pragmatismo en países autoproclamados socialistas o de economía de mercado a secas. Es decir sin ninguna ética de la responsabilidad social. Constato con mi lupa postmoderna una nueva cartografía teórica mostrando el derrumbe de discursos sobre la seguridad de ser de izquierda o de derecha. Es inútil ocuparse de ese derrumbe, no nos engañemos y perdamos la inocencia; las reglas son otras y su lema es <No hay reglas ni recetas fijas>. El poder es algo intangible, baboso y difícil de atrapar.

 

Quedan algunos aullidos cerca de los escombros y tullidos de ideas gritando consignas ideológicas. Adiós a ellos. El asunto es que el mercado de ideas va por otra ruta y hasta las universidades aún no se enteran. Saque sus conclusiones.

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