La obsesión del poder
<Mi facultad de decepción sobrepasa el entendimiento. Ella es quien me hace comprender a Buda, pero también es ella quien me impide seguirlo.> Cioran. Del inconveniente de haber nacido. P. 12
<Las utopías son fundamentalmente utopías. No hay lugar, pues no hay futuro. La pregunta que hay que hacerles no es: (si, ¿Pero cuándo?), es (si, ¿Pero dónde?). Que no puedan responder a la segunda cuestión decide la primera> R. Debray. Crítica de las Razón Política. P. 354.
Finalmente por gracia del Socialismo Bolivariano y de otras virtudes muy nuestras venimos a sentir de cerca nuestras miserias, así como con cuál tipo de materia prima espiritual estamos diseñados. Estamos aproximándonos al camino del infierno y conviviendo con un tipo de salvador que creamos. Hemos conocido las virtudes destructivas de la idea de lo colectivo y de la totalidad devenida fuerza política. Nunca como ahora se combinaron símbolos, imágenes y mensajes para encerrar la verdad y privilegiar la mentira, el engaño, la trampa, la picardía destructiva.
El camino empedrado que construimos a la luz de la riqueza petrolera al fin mostró su razón que suponíamos en aquella frase célebre: <Excremento del Diablo>. Razón que anda por las calles mostrando su feo rostro en la pobreza generalizada, en el delator oportuno, en el diseñador de muertes desde la frase ambigua: <Ajuste de cuentas>. Toda la amalgama teórica de la Modernidad con su sospechosa frase del Progreso de repente se hizo luz en una nación que le vende su energía a la máquina capitalista. Ya no hay duda alguna: le probamos al mundo que la ausencia de dinero como factor de crisis, cuando lo dijo el premio Nobel J. Keynes no era confiable.
Aquí fue al contrario, mucho dinero nos trajo sin muchos inconvenientes al Desbarrancadero, para coincidir con F. Vallejo en esa novela ganadora del premio internacional Rómulo Gallegos. Aquellos optimismos con impericia en políticas públicas y con los cuales pretendimos explicar las dificultades de la IV República al crear una nueva constitución política no solamente se han desvanecido, sino que han inaugurado una complejidad mayor si tan solo pensamos en un problema: el tipo de cerebro que tendrán las generaciones futuras producto de la desnutrición y el hambre que hoy se hizo democrática, real y concreta.
No hizo falta aquí un error nuclear, un evento natural con consecuencias graves. ¡No!, tan solo bastó que la obsesión por el poder llegara a cualquier sujeto social y la frase: <Quién quita y hasta yo pueda ser presidente si el Teniente Coronel Chávez lo logró> circulara libremente ante el tamaño de la crisis. Frase desde donde puede ocurrir cualquier desastre si consideramos que conducir un país debería ser algo serio.
Ahora uno elige a un diputado y al año éste quiere ser gobernador y si le va medio bien se lanza para presidente. Poco importa que en su hoja de vida no exista el mérito, la sindéresis, alguna memoria de trabajo digna de exhibir o del buen hablar, es decir del buen pensar. Sobre todo si recordamos a L. Wittgenstein: <Los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje> Atención, no estoy cultivando aquí desengaños o desesperanzas, simplemente constato algunas claves que deberían reconocerse en cuanto a las limitaciones nuestras para salir de esta pesadilla de sociedad que construimos.
Dije reconocimiento y eso implica que todos, absolutamente todos, tenemos que hacer el esfuerzo intelectual de repensar qué somos y por qué tipo de razón aceptamos acríticamente la destrucción de todo el país. Ya aquello del <Viernes negro> se hizo anual y el quiebre de todos los modelos y políticas de ensayo-error nos dicen que el futuro no existe, existe hoy y ahora.
No es tanto la economía, es también el sistema de representaciones políticas que combinados para la destrucción inauguran las claves más terribles del poder: Intolerancia, tortura, muerte cotidiana, limpieza política, aislamiento internacional; y todo para crear una nueva clase social alimentada en forma similar a como ocurre con los parásitos del cuerpo humano. Oponerse a eso es vital. Saque sus conclusiones.