Por: Juan(cho) José Barreto González
Este es el resultado de un largo proceso de confrontación mediática en nuestro país. Dos poderes en conflicto, usando las mismas técnicas satelizadas, coincidiendo en todas las esferas para combatirse mutuamente. Para combatirse, no para acercarse. Imagínate un espacio, un territorio, una habitación. Dos bombas de presión, una de cada lado, emitiendo constantemente mensajes. En el centro, las muchedumbres, en la mayoría de los casos, consumiendo estas gramáticas sin digerirlas, sin interpretarlas. Esos mensajes, emitidos en cada presión, son productos altamente refinados o subliminales, están concebidos para provocar en su consumidor “una respuesta previa”. La posible respuesta es parte del producto, no un resultado de su lectura. Bueno, nos encerramos o nos encerraron en esa habitación durante cierto tiempo. Varios años, quizá más de los que suponemos. Habitamos el mismo espacio semiótico-social bajo la potente presión de dos válvulas monstruosas. Dibujemos tal espacio y analicemos los distintos comportamientos y sus rasgos, todos los rasgos son importantes. Impulsados desde un lado actuamos contra el otro lado. El espacio está repleto. La presión mediática, este no es cualquier término, me conduce a enfrentarme contra aquél que viene contra mí. Los que controlan la llave de la válvula están fuera de la habitación porque esa llave está fuera de la habitación. Este fenómeno se materializa, se vuelve cuerpo cuando enfrento al otro cuerpo que viene empujado por la presión contraria a la que “me empuja”, “me conduce”.
Este es el punto clave de lo que he llamado la guerra de todos contra todos, en el día a día. Miles de formas de aniquilación entre nosotros, los conejillos de indias, empujados por la estrategia invisible. Perdemos todo sentido de convivencia porque fuimos arrojados al no reconocimiento total y letal del otro, bajo la presión calamitosa de dos válvulas emitiendo las 24 horas del día mensajes. Mientras uno me convenció de un sí, debo decirle no a la presión contraria, y esa expresión contraria se hace evidente en el cuerpo que, bajo los mismos efectos, viene contra mí. Un elemental conflicto binario se adueñó de nuestras vidas en esa habitación. Sirve/no sirve. Hay condiciones/no hay condiciones. Acuerdo/desacuerdo. Funcionará/no funcionará. Bueno/malo. Leal/traidor. Derecha/izquierda. Capitalista/socialista. Pobre/rico. Miles de formas de guerra colectiva, incapaces de volver la cara al que tiene el control. Permanezco bajo sus endemoniados efectos de sentido. Las terceras opciones u otras opciones no cuentan o son demasiado débiles y ojalá no se les ocurra inventar una tercera válvula.
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