El relato que se adoptó desde Cristóbal Colón de que esta es la Tierra de Gracia echó raíces en el alma nacional y justo ahora está dando, por fin, sus mejores resultados. El Paraíso Terrenal había sido descubierto y estaba en Tierra Firme desde Macuro al este y hacia el poniente en toda la extensión que pudieran abarcar los que se atrevieran. El Dorado, un lugar esplendoroso y rico, con una naturaleza prodigiosa donde no había que trabajar porque todo era abundante, con calles y edificios de oro, que daba por aquí por estas tierras y en su búsqueda estamos desde los Welsares hasta los chinos, rusos, norteamericanos y otras nacionalidades en el Arco Minero del Orinoco. ¡Claro! Luego de haber exprimido el petróleo y haber arruinado a Pdvsa.
Venezuela es un país rico, proclamamos desde nuestro subdesarrollo. El cuerno de la abundancia corona nuestro Escudo Nacional y se nos fueron los primeros 500 años creyéndonos el cuento. Los ratos de inteligencia y razón empujaron los tiempos de prosperidad, no más del 10% de la historia recorrida desde el tercer viaje del Almirante del Mar Océano. Fueron muy modestos los 300 primeros años, pero al lado de los que buscaban la riqueza fácil no fueron pocos los que se dedicaron al trabajo productivo, pero siempre con la mirada estatista o caudillista de los que quieren vivir sin trabajar. Los otros 200 han sido el vivir sin sosiego, con el famoso paréntesis de los 40 años que añoramos, a pesar de que no fueron gran cosa, si a ver vamos.
A pesar de todo y salvando obstáculos muchos venezolanos y extranjeros que vieron oportunidades aquí, sembraron y produjeron, crearon industrias, innovaron y allí están los testimonios del cacao, el café, los cueros y las tenerías, el tabaco, los rones, el calzado, la industria textil, la refrigeración, la carpintería metálica e incluso los derivados del petróleo cuando el monopolio estatal lo permitía. Incluso en los servicios públicos existieron áreas de excelencia: energía eléctrica, petróleo, telefonía, transporte y salud para poner algunos ejemplos. Cuando se pudo el venezolano demostró inteligencia, sabiduría y espíritu emprendedor.
Pero el relato original de la Tierra de Gracia se siguió cultivando con esmero. Hubo gente brillante que advertía el peligro: Alberto Adriani, Maza Zabala, Uslar Pietri, Pérez Alfonso, Briceño Iragorry y muchos otros. Pero en manos de los demagogos con poder y sus adulantes el pensamiento tóxico de país rico seguía esparciendo su veneno, hasta que llegó el paroxismo de unos precios petroleros de locura y un populista que creía el cuento de que se podía vivir sin trabajar, como en efecto lo había comprobado con su propia vida, siempre bajo el manto protector del Estado. Y estalló la «burbuja» soplada incesantemente durante 500 años. Y nos tocó a nosotros los de este tiempo sufrir las consecuencias.
¿Qué nos depara el futuro? Soy de los que creen que el futuro está implicado en lo que haremos hoy mismo. Nos espera un país normal, que vive del trabajo de sus ciudadanos sin mayores contratiempos. Un país libre y democrático, donde se premie al que trabaja y se castigue al vago y al delincuente. Pero es muy importante, fundamental, exorcizar los demonios que salen de esa creencia de paraíso, de la Tierra de Gracia, que al final no debe ser otra que aquella que da sus frutos gracias al sudor del que la cultiva.