Estos tiempos de Navidad y Año Nuevo son propicios para hacer balances de lo pasado y hacer propósitos para lo que viene. La Navidad es para respirar aires de paz, aun cuando en los lugares donde nació Jesús es lo menos que se respira. Es también tiempos para el encuentro de familiares y amigos, aun cuando la diáspora venezolana lo hace difícil. Es tiempo para compartir, aun cuando la mesa ya no es abundante en platos y comensales.
Es un tiempo muy particular que invita a pensar, a conversar y a disponer el ánimo para nuevas y mejores realidades. Al fin y al cabo, a pesar del jolgorio con que se celebra la Navidad, este fue un hecho bien particular, pues el que llegó para cambiar la historia lo hizo en la forma más humilde posible, pues Jesús nació en Belén, una aldea que tendría un poco menos de trecientas personas, a donde llegaron José y Maria desde Nazaret, su lugar de residencia distante unos 115 kilómetros que recorrieron a pie durante una semana, en la compañía de un burro para ayudar a María que estaba a punto de parir.
La tradición del pesebre recoge la pobreza del lugar donde nació en bebé, aun cuando hay “belenes” muy lujosos, frutos de las enormes manifestaciones artísticas que ese hecho ha despertado entre los más diversos artistas, desde los más famosos hasta la humilde familia que primorosamente arma su Nacimiento con las cosas más bonitas que consigue a la mano.
A la Navidad se une el Año Nuevo, que también tiene un simbolismo muy especial al dejar un tiempo atrás con las expectativas del tiempo por venir, en una coyuntura o punto de inflexión temporal. El 2023 nos ha demostrado que la mayoría de los venezolanos queremos tomar el camino del bienestar, que no es otro que el de la libertad, la democracia y la justicia. También el 2023 nos ha demostrado que ese camino es posible. Y sentimos que ya estamos hartos de la corrupción y el autoritarismo.
El mundo en general se calienta en cuanto al clima y en cuanto a muchas cosas, como la concentración de la riqueza y el poder en muy pocas personas o consorcios, las guerras, las migraciones y otros asuntos, pero la mayoría de la gente quiere un planeta más vivible, en paz y bienestar. Buen tema para los cambios urgentes y profundos que exige la construcción de esos propósitos.
Lo cierto es que la mayoría sentimos algo muy especial que nos invita a formular que los venezolanos encontremos el camino de la unidad, para dejar atrás la confrontación estéril, que se detenga el deterioro social y económico, que ya no se quiera ir tanta gente del país porque siente que renace la esperanza. Por muchas razones los venezolanos que la decencia se imponga en todos los campos, empezando por el lenguaje que es la expresión más evidente de las aspiraciones nacionales.
Ya caminan varias iniciativas en ese sentido, tanto en lo local como en lo nacional. Una de ellas, VENESIS, promovido por la Universidad Católica Andrés Bello, presenta una plataforma muy bien conformada y que permite el acceso a la participación. Lo cierto es que la sociedad venezolana quiere vivir tiempos de paz y de prosperidad. El balance de estos años no puede ser peor, pero ha consolidado la idea que la vía al bienestar pasa por recuperar la libertad, la democracia, la institucionalidad y el tejido social. Ese es el camino. Ese es el desafío del año 2024.
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