Quienes aguantamos la inclemente lluvia que cayó desde el paseíllo hasta la salida de los tres toreos, ganadero y empresarios por la Puerta de la Inmaculada Concepción, ya presagiábamos que no podíamos perder detalle de aquel espectáculo singular. Ya habíamos vivido experiencias semejantes en los más de 50 años de nuestra plaza, pero esa tarde histórica del 28 de febrero el duende de Lorca cubrió la Monumental de Mérida con la magia de los versos del poeta.
Un encierro de santacolomas de Los Aránguez de la familia Riera Zubillaga, que mostraban la sapiencia de Alberto Ramírez Avendaño, sería la materia prima para la lección de arte, valentía y pasión que nos mantenía pegados a los asientos por donde corría el agua como riachuelos. No había condiciones para la lidia, pero Emilio de Justo, Jesús Enrique Colombo, Francisco de Miguel y sus cuadrillas querían ganar la gloria aún en el barrial que no hay drenaje que contenga tanta lluvia. En vilo estaba la afición venezolana apostando al triunfo de la plaza merideña, que con San Cristóbal era fundamental para la recuperación de las corridas de toros, y ganadero y toreros lo sabían.
Hubo que renunciar a parte del ritual taurino sin sacrificar su esencia, que se centra en la faena de capa y muleta, pero que requiere pica y banderillas, como quedó en evidencia en las faenas. De por medio estaba la vida de las cuadrillas y había que sacar adelante la corrida. ¡Y de qué manera y en que circunstancias! ¿Cómo resumir la tarde del 28 de febrero en la Monumental “Román Eduardo Sandia” de Mérida? Fue una tarde de valientes que transmitieron a los aficionados toda su pasión taurina. No deseo destacar la calidad de cada toro puesto que todos mostraron las condiciones que impone su encaste, ni resaltar la actuación de uno sobre los otros toreros porque los tres, con independencia cuantitativa de trofeos, hicieron faenas de calidad excepcional con detalles que reflejan los conceptos de tauromaquia de cada uno. Me quedo con la grata impresión del arte, como en los dramáticos cuadros de Vicent Van Gogh.
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