La producción de panela artesanal en el estado Táchira sigue siendo un punto de referencia en el país. Los municipios Jáuregui, Seboruco, Sucre, Francisco de Miranda y Panamericano, son los de mayor generación de caña, pero el trabajo en trapiches también se desarrolla en los municipios Andrés Bello, Cárdenas, San Cristóbal y Junín.
En la aldea Agua Caliente, ubicada a 10 kilómetros de La Grita, municipio Jáuregui del Táchira, está ubicado el trapiche de Alejo Sandía, uno de los de mayor producción. Le da empleo a unos 20 trabajadores con quienes procesa entre 350 y 200 toneladas de caña para un total de 18 toneladas de panela.
Pasan 22 días continuos moliendo y un mes descansando de esta actividad, aunque la mayoría de los trabajadores se dedican también a la agricultura en pequeños conucos, con el fin de mantener a sus familias.
El trabajo inicia a las 2 de la mañana con la recolección de la caña, pasa por la prensa, baja al calentador, de ahí a las pailas, donde finalmente se logra la miel para la panela, y culmina con el proceso de empaquetamiento. Producen actualmente de 100 gramos, de 500 gramos y de 1 kilo. Aproximadamente a las 6 de la tarde culminan con el embalaje del producto.
Estas panelas son vendidas en su mayoría a los ferieros, quienes las trasladan y venden en el centro del país. Otras son llevadas a los mercados municipales del estado Táchira.
Costos de producción
Alejo Sandía explica al Diario de Los Andes que luchan para mantenerse activos, pues los costos de producción, en mano de obra, obreros, transporte y combustible, son altos, por lo que es muy poco lo que quedaría de ganancia.
Para subsistir trabajan a medias con otros productores. “Trabajar a medias es que usted me llama y me busca, y me dice: mire para moler equis cantidad de caña. La persona la corta, la saca del sitio de carga, yo la busco en el vehículo y se trae, y se muele. Lo que salga, pues es la mitad para la persona y la mitad para el trapiche”, precisa.
La falta de gasolina también afecta a los productores de panela, pues no tienen suministro especial y por placa les corresponde surtir cada 22 días, porque a La Grita llega una vez cada 15 o 22 días una gandola con combustible.
“Son realmente 100 litros, lo que le venden a veces son 70 litros, y un camión, en un 350, un tritón cargado se come eso se lo come en 3 – 4 días cargando caña, y el resto hay que comprarla a veces a 4.500, a 5.000 pesos un litro de gasolina. Eso eleva los costos como usted no tiene idea, pero la mayoría de sitios donde está la caña no es accesible para carro de gasoil, son carros que tienen que ser un 4×4. Eso más que todo es para carros a gasolina”, explica.
En el caso del gasoil industrial, llega una gandola cada tres meses o cada cuatro meses, y en ese caso también deben formar parte de una lista especial.
Para mantener prendidas las calderas, usan el mismo bagazo de la caña. Alejo explica que después de que se exprime, se deja secar entre mes y medio y dos meses, se rota y se pone cerca del horno. “Uno empieza a trabajar con eso. A veces se ayuda con cauchos, con plástico, el mismo aceite quemado, son muchas cosas que usted utiliza para hacer la combustión, para que eso se mantenga así”.
Desde niños
Quienes laboran en el trapiche de Alejo Sandía, conocen este arte desde niños, por enseñanza de sus padres. Carlos Rosales se encarga de batir, cortar y empaquetar la panela, actividad que aprendió desde muy pequeño.
Le preocupa que hay poca producción de caña porque los precios son bajos. “Es que la panela vale poco, si la panela valiera, sería diferente”, acota.
Luis Leal aprendió a trabajar como pailero cuando tenía unos 10 años de edad. Se dedica a limpiar el agua de la caña, a darle el punto a la miel para hacer panela y evitar que el producto se queme. Cuando no hay producción de panela, trabaja en la siembra.
La producción de panela artesanal en los estados Táchira, Mérida y Trujillo sigue siendo uno de sus fuertes, sin embargo, los productores enfrentan serias dificultades a la hora de conseguir combustible para trasladarlo al centro del país o para la misma producción dentro de los trapiches.
A pesar de ello, se niegan a dejar morir este trabajo que desarrollan desde que son muy pequeños, y que, en el caso de los estados andinos, endulza el paladar de propios y visitantes.