Por: Luis A. Villarreal P.
A estas alturas aún observamos que no hay verdadera identificación del problema que acogota y trasnocha a los venezolanos, y en consecuencia se asoman y proponen ‘soluciones’ contraproducentes —o simplemente ineficaces— a lo que en realidad se necesita para salir de la insoportable y extendida crisis.
En la deficiente y difusa interpretación ‘del problema’ hay quienes salen ganando y otros perdiendo, lógicamente: oficialistas ganan porque logran apoltronarse mucho más tiempo en el poder, sin importarles para nada el bienestar integral y progreso de los connacionales; otros —tal vez opositores light o colaboradores del régimen— se conforman con parcelas del poder secundario e irrelevante al interés nacional. Pierde el pueblo y quienes no pueden servir al país como se debe.
Para aclararnos un poco, nos hacemos las mismas preguntas: ¿de qué ha servido ganar alcaldías y gobernaciones? ¿Es que acaso se ha superado la crisis porque la oposición partidista se haya ‘enchufado’ en esas entidades municipales y estadales? solo para ufanarse de que algunos municipios o estados electoralmente le ‘pertenezcan’ aunque por corto tiempo a la Oposición, y que relativamente se otorguen beneficios a seguidores y algún paliativo al resto de los habitantes.
Hace años se está procediendo de la misma manera errática para encontrarnos con peores resultados luego de cada elección. ¿Es que no se ha probado con creces que ganar elecciones no es garantía de poder gobernar y de contribuir con el país entero?, porque se trata del bienestar de los venezolanos no de los marabinos, barineses, baruteños, zulianos, merideños o neoespartanos, en particular. ¿Y acaso se pudo cambiar el rumbo del país con haber ganado contundentemente la AN en 2015?
Se trata de entender que aún ganando elecciones hemos perdido. Y esta terrible realidad va más allá de un CNE conculcado, porque las expresiones «no volverán» —no solo dentro del jolgorio del partido que en ‘términos democráticos’ sustenta y lleva adelante una dictadura, sino en la vehemencia de quienes la razón importa un pito, porque además están en inconsciencia cero— hacen un eco fantasmagórico en mentes y corazones venezolanos que sí quieren ser parte del rescate y fortalecimiento de la patria. «No volverán» no es un verso tetrasílabo, es una sentencia antidemocrática que ha retumbado desde el estamento militar por boca de quienes lo representan.
El problema, antes que nada, es político, y repercute en el resto. No es, desde hace mucho tiempo, económico ni social. No obstante vemos que en el sector opositor insisten antes y ahora en ‘solventar el problema social’ de buenas a primeras. Como quien dice ‘barriga llena, corazón contento’, y que con ello es suficiente. O dando a entender lo peor: que los seres humanos pensamos con el estómago, y que alimentarnos es nuestra función más relevante. Que nomás existen las necesidades fisiológicas, porque carecemos de conciencia y espíritu.
Lo primero, es que debemos despejar las dudas y jerarquizar sobre cuál es el problema que prioritariamente tenemos que resolver para que Venezuela pueda salir del atolladero, a través de la concreción de claras voluntades políticas, internas y externas. Irónicamente, casi todos sabemos cuál es el obstáculo pero para superarlo hacemos muy poco o no lo suficiente. Pese a las ‘huelgas’ [boicots] electorales que se han venido suscitando —lo que representa una seria denuncia a un sistema que se vale del electorado y del peso de los poderes para imponer su voluntad autoritaria— no se ha podido hacer mucho, por lo que se ha advertido que «solos no podemos«. La comunidad internacional y organismos multilaterales deberían hacer mucho más por nuestra democracia, y ese es uno de los retos opositores.
Mientras transcurren los años del ejercicio presidencial cuestionado, es necesario seguir atentos al cumplimiento de la legitimación partidista, del proceso organizativo de las primarias con todas las aspiraciones coherentes incluidas. Finiquitando el reglamento interno de participación, la actualización y adecuación del Registro Electoral, con la incorporación de los electores que están en el exterior; ambos compromisos asumidos por la Plataforma Unitaria Democrática.
Como se ve la intención de proseguir el diálogo en México y su importancia se ha debilitado, más aún cuando la relación de Estados Unidos con Miraflores ha optado por asumir de hecho una agenda bilateral, que para muchos obsecuentes es algo así como ‘la grata y feliz coincidencia’ que hará alternancia entre líderes y gobiernos pro-democráticos con autócratas, la peculiar relación inescrupulosa sin reparos; es decir, una transición sin precedente de justicia sumida en el silencio de tan ansiada libertad democrática.
Hay líderes pragmáticamente convencidos de un pasado frustrante en el que las ideologías ‘no funcionaron’ —que no es lo mismo que decir que a la teoría ideológica le han faltado dignos intérpretes que sepan leer bien sus postulados—, por lo que quieren pintarnos ahora otro paisaje casi surrealista, que no es sino más ideología que necesitará verdaderos seguidores con un nivel de educación, de conciencia social y política, que todos tendríamos que asumir a través de la ciudadanía que nos hará libres del discurso y la retórica meramente proselitista, de quienes ocultan agendas personales y oportunistas que muy poco toman en cuenta el ideal de lo que ‘debería ser’ en relación al país que nos ocupa.
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