Es ya muy evidente,
el Virus de la
INCONSCIENCIA,
los destructores de Capital Social, que es hoy urgente innovar en muchos ámbitos de la vida, social e individual.
La pandemia ha dejado en evidencia que, o innovamos o no saldremos bien parados de estas sucesivas crisis. En varios ámbitos necesitamos más que innovaciones.
Necesitamos revoluciones. Innovaciones radicales,
profundas y rápidas.
Eso es una revolución.
No tiene porqué ser violenta.
Eso sí, será dolorosa para algunos.
En particular para aquellos que viven y se benefician de los viejos paradigmas.
Necesitamos romper paradigmas.
Para hacer tortilla hay que romper huevos.
Muy importante,
crucial,
indispensable,
urge perder el miedo,
incluyendo el miedo al miedo,
que es una enfermedad muy grave en algunas culturas.
Es necesario entender que ser valiente no es no tener miedo sino superarlo. Cuando hay una causa noble y grande es más fácil hacerlo.
Este es el momento.
El miedo tiene a Maduro, Putin, Trump, Bolsonaro, Johnson, y otros muchos sociópatas en el poder.
(Le dejo de tarea a la y el lector investigar este fenómeno. Crucial tarea: identificar y neutralizar a los sociópatas).
Vale una digresión. No tengo que usar, en relación con este muy delicado y fundamental tema de las patologías culturales e individuales, la incómoda formula “os/as”. Si de sociópatas se trata la “o” está muy bien usada. Se estima que la relación entre “los” sociópatas y “las” sociópatas es de…
¡7 a 1!
¡Es por ello por lo que urge subir la proporción de “las” en las alturas del poder, en política, gestión pública, gestión de empresas y negocios, la academia y otros dominios claves de la vida en sociedad!
Urge MATERNIZAR la humanidad.
Es urgente instalar la emoción y práctica de “CUIDAR” de otras y otros en la vida social, en particular en el gobernar.
Asustar a la ciudadanía hace a esta resignarse, retroceder y refugiarse en sus pequeñas parcelas. En la familia, a la cual asustan con su miedo, heredándolo a hijos e hijas. En el trabajo, donde el miedo les mantiene disciplinados, obedientes y agachados. Lo más dañino, retirándose de toda participación política, incluyendo votar, dejando el campo libre a los “políticos”, a los cuales nos dedicamos a criticar -injustamente generalizando, como lo estoy haciendo yo aquí como forma de provocar reacciones y expandir consciencias- y tolerar resignadamente.
“¡Que saben los chanchos de estrellas si nunca miran pal cielo!”, me enseñó un sabio campesino chileno cuando trataba yo infructuosamente de sacar de su resignación y miedo a otro campesino, probablemente más golpeado por sus “patrones” que aquel que me abría los ojos a ese triste fenómeno: la tendencia a agacharse, arrodillarse y resignarse.
La desesperanza aprendida.
Urge que las ciudadanas y los ciudadanos pierdan el miedo y entren en política.
Urge que surjan nuevos liderazgos, no sólo de entre los jóvenes. También de entre los no tan jóvenes. De entre los viejos, de esos que vivieron tiempos mejores de la política y destacaron como buenos políticos. Y otras y otros que nunca estuvieron en política pero que, desde sus diversas experiencias y sapiencias, pueden hacer una gran diferencia en el gobernar y el legislar.
En el último tiempo han entrado jóvenes en política desde el genuino interés por mejorarla, mejorando por esa vía el país. Pero han sido pocos y, en promedio, inexpertos. Difícil es que logren, dado ello, cambiar la política y no tan difícil que se contaminen de malas prácticas, como ha ocurrido. Pero hay políticos sanos que se potenciarían si nuevas camadas de ciudadanos entran ahora en el crucial mundo de la política.
Es este un muy buen momento para hacer cambios radicales. La crisis profunda de la sociedad, en un contexto de decisiones trascendentes, hacen de esta una coyuntura política extraordinaria para hacer una revolución en este ámbito. Es este un muy momento para entrar en política. Un muy buen momento para identificar y animar a personas probas y talentosas a entrar en política.
¡A trabajar por ello!
¡Ahora, ya!
¡Con sentido de urgencia!
Seguiremos conversando…
Académico Universidad de Chile